Vértice de la geografía bíblica
Con la muerte y resurrección de Jesús los discípulos iniciaron la labor de predicar su doctrina, dando lugar a una Iglesia que se convertiría en universal. Pero Jerusalén quedaría ligada al cristianismo como ciudad central de los profetas, de la vida de Jesús y de los inicios del cristianismo. Para el judaísmo, que tenía centro geográfico y espiritual en Jerusalén, todo cambió con la destrucción del Templo en el 70 d.C. por los romanos, dando lugar a la diáspora que llevaría al judaísmo a extenderse por el mundo con comunidades que contribuirían al desarrollo de las sociedades con las que convivían, relación que daría también pie a su discriminación y persecución. Tras siglos de diáspora, en 1947, por disposición de la ONU, Jerusalén pasaría a ser parte del nuevo Estado de Israel, generando múltiples tensiones, tanto geopolíticas como religiosas. La Jerusalén de hoy no es sólo el vértice de la geografía bíblica. También para la tradición musulmana es un lugar de vital importancia, dado que es en la planicie del Templo donde, hacia el año 620 d.C., Mahoma vivió la experiencia de la as- censión al cielo. Tal vivencia le llevó a encontrarse con los profetas del islam, que coinciden con varios personajes bíblicos, tanto judíos como cristianos.
Así Jerusalén se yergue hoy como un símbolo toponímico de la fe de tres culturas –judía, cristiana y musulmana– recordando cómo la experiencia espiritual de los pueblos no pertenece sólo a la esfera trascendente, sino también a la historia y la geografía: nos recuerda cómo el espíritu humano ha lidiado por comprender la fe en un único Dios iniciada por Abraham, fe que les llevó de Mesopotamia a Israel, Judá y Jerusalén, y de Jerusalén al mundo entero.