La Vanguardia (1ª edición)

Crisis generacion­al a la inversa

El director francés Éric Lavaine defiende la libertad de los padres del 68 en su nueva película

- FERNANDO GARCÍA

La prolongaci­ón de la esperanza de vida en condicione­s cada vez más saludables y propicias para mantener o renovar afectos, así como la llegada a esas edades de aquellos que en su juventud se rebelaron contra lo establecid­o en los años 60 y 70 ha favorecido una especie de conflicto generacion­al a la inversa. Y esto es lo que entre otras cosas, con las hipérboles y los juegos de equívocos propios de la comedia francesa, el parisino Éric Lavaine nos plantea con humor en Vuelta a casa de mi madre, que hoy llega a las pantallas españolas.

A causa de su caída en el paro y de su separación, la arquitecta de 40 años Stéphanie Mazerin (Alexandra Lamy) se ve obligada a regresar al nido materno. La convivenci­a con la madre, Jacqueline (Josiane Balasko), tendrá sus más y sus menos. La señora lleva su vida, va a su aire y no se deja manejar. La hija intenta por ejemplo que se abra una cuenta de correo electrónic­o, y aquello no funciona. Para la mamá, jugar al Scrabble a través del teléfono es ya el colmo de la modernidad y el uso de las nuevas tecnología­s, que tampoco utiliza para escuchar la música todavía menos actual de Francis Cabrel.

Con ese planteamie­nto, el nudo de la acción se sitúa sin embargo en una reunión familiar a la que también asisten una hermana y un hermano de Stéphanie. Jacqueline, que es viuda, quiere invitar además a su amante y vecino, cuya existencia ignoran de entrada los hijos.

Se trata de una cena de las que suelen tocar por estas fechas, sólo que sin Navidad de por medio. Lavaine, en entrevista con La Vanguardia, asume encantado la comparació­n. “¡Sí! –exclama–. Porque la Navidad es ocasión idónea para ajustes de cuentas familiares como el de esta película; el momento de un juicio anual en el que se determina en qué punto está cada cual”.

Lavaine, todo un comediante en el buen sentido, pone ejemplos personales todo el rato y en este caso confiesa: “Tengo dos hijos que son muy malos estudiante­s. Mis hermanos, en cambio, tienen niños que son superbueno­s, y en Navidad me preguntan: ‘¿Qué? ¿Cómo van tus chavales en el colegio?’”. Entre risas, dice que se trata de “una mezcla de amor, odio y envidias” habitual entre hermanos adultos. Y asegura que los líos navideños le atraen tanto como “sujeto de comedia” que se propone hacer otro filme centrado en el tema; más en concreto, en torno a los regalos. Porque estos días “hay como una presión que va subiendo por las calles ante el temor a fallar uno y que fallen los otros: ¿Por qué me ha regalado esto y no lo otro?, se preguntará­n muchos y muchas”.

De momento, Vuelta a casa de mi madre explora otros terrenos alrededor de la familia. Como la “deuda de agradecimi­ento” que la mayoría de hijos contraen con quienes les trajeron al mundo y, sobre todo, la percepción que hoy tenemos de ellos. Máxime en el ámbito de sus afectos: “Vivimos cada vez más y la sexualidad no para a los 65. Nosotros no podemos imaginar una vida sentimenta­l de nuestros padres más allá de su matrimonio, pero es una realidad aunque como hijos no queramos verla”, indica.

El cineasta recuerda que los progenitor­es de los hoy cuarentone­s pertenecen a la generación del 68, lo que en Francia “todavía se acusa”. Entonces había “más libertad sexual”, o como poco era más nueva y reivindica­da, señala. Pero los hijos de hoy, tal vez más conservado­res, no llevan bien que los papás y las mamás mantengan relaciones ajenas al matrimonio inicial.

“Lo que me gusta del personaje de Josiane es que conoce el mundo y la vida; sabe que se puede amar a dos personas y transmite un mensaje muy importante cuando su hija descubre al amante y por ello la juzga y la acusa de engañar a su padre”. La madre replica que no hizo sufrir a su marido; que fue feliz y Stéphanie tendría que alegrarse de ello. Y en esta época de religiones y morales que quieren imponerse, “hay que subrayar que lo importante es eso: ser felices”.

Vuelta a casa de mi madre se resuelve bien al final. No con un happy end sino con una tapa sobre la olla que hierve. Así que una segunda parte es posible.

LAS RETICENCIA­S FILIALES “Vivimos más y el sexo no para a los 65, aunque los hijos no queramos verlo en los padres”

EL MENSAJE MATERNO “Josiane sabe que se puede amar a dos personas y subraya que no hizo daño al marido”

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EMILIA GUTIÉRREZ Éric Lavaine presentó en Madrid su comedia familiar y conversó con La Vanguardia

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