Reaparece Nadal
El balear se ha encerrado en Mallorca para reestructurar su carrera
A mediados de noviembre, Rafael Nadal (30) dijo basta.
Las rodillas, la muñeca, recurrentes irregularidades en su juego... Todo le pesaba. Renunció a su plaza en la Copa de Maestros de Londres y se encerró en Mallorca. Tenía que reflexionar. Y resetearse. La ausencia en Londres acarreaba sus servidumbres: le suponía pasar del octavo puesto del ranking ATP al noveno.
–Y eso no es poco. Implicaba complicarse el cuadro del Open de Australia, el primer Grand Slam del año –dicen fuentes de su entorno.
Pero ya lo dicen. Sin salud, no hay nada.
En aquellos días, Nadal andaba quemado. Llevaba tiempo arrastrando problemas en las rodillas y sufría tremendos dolores en la muñeca izquierda. Se había lesionado en la vaina cubital posterior. Se trata de una estructura de fibras que protege los tendones. Si la vaina se rompe, el tendón puede luxarse. Duele mucho.
El problema venía de largo. De junio: le había obligado a retirarse de Roland Garros. Le había apeado de Wimbledon. Le había dislocado la segunda parte de la temporada, pese al ilusionante paréntesis de los Juegos de Río.
–A grandes rasgos, Nadal no ha estado tan mal en este año –dice su entorno–. Mientras pudo jugar, lo hizo bien. Alcanzó finales y semifinales, sobre todo en la fase central, la de tierra. Ganó en Barcelona (Open Banc Sabadell-Trofeo Conde de Godó) y en Montecarlo. Iba muy bien encarrilado. Pero la lesión de Roland Garros...
Aquella lesión le hizo reencontrarse con sus demonios. Mermó su autoconfianza, circunstancia que ya había vivido en el 2015, con sus ataques de ansiedad. Y le descabalgó del ranking. Será noveno del ATP, su peor cierre desde el 2004.
Así, confundido, se fue de vacaciones en noviembre. Dándole a la cabeza en Mallorca, comprendió que debía resolver dos asuntos. Había que darle un respiro a la muñeca. Y había que revisar su cuadro de entrenadores.
Inmovilizó la muñeca y dio paso a su rehabilitación. Se aplicó corrientes para acelerar el proceso de regeneración. Aprovechó para reforzar las rodillas. Y supo que Carlos Moyá (40) había decidido dejar de entrenar a Milos Raonic.
–Moyá y Nadal son dos buenos amigos. Ambos se entienden desde hace mucho tiempo. Necesitaba una opinión más: a Nadal le gusta escuchar a su gente. Y Moyá es una voz que ha tenido mucho éxito como jugador y también como entrenador –dice su entorno.
–¿Y qué hay de aquella polémica, de los tiempos en los que McEnroe proponía que Nadal rompiera con Toni Nadal, su tío-entrenador? –se pregunta.
–Nadal nunca se ha sentido presionado, nunca se ha planteado cambiar de entrenador.
Lo que Moyá va a hacer será asistir a Toni Nadal y a Francis Roig.
El primer capítulo se vivió ayer. La victoria de Nadal ante Berdych pinta bien.
Seguimos en el 2016, pero Nadal ya habla en clave de futuro.
–Me encanta cómo ha empezado este año –dijo a pie de pista.
LA MUÑECA “Mientras pudo jugar, lo hizo bien; lo que pasa es que los problemas le han hecho desaparecer”