¡Buen año!
Este 2016 que cerramos ha sido un ejercicio plagado de choques inesperados. Por descontado que el Brexit y, en especial, la victoria de Trump son los más destacados. Pero no son los únicos. En el ámbito económico, quizás lo más relevante ha sido el cambio de perfil de las expectativas de la inflación y tipos de interés. En lo tocante a este aspecto, el acuerdo de la OPEP ha tenido una translación evidente al precio del crudo. Además, a las esperadas alzas de tipos de Janet Yellen, hay que añadir las que derivan de las expectativas de déficit fiscal en Estados Unidos y de aumento a corto plazo de la actividad por la nueva política fiscal de Donald Trump.
En suma, el horizonte que se prevé para el 2017 es más incierto que hace unos meses y, en especial, parece apuntar a que el largo periodo de caída de los tipos de interés a largo plazo ya habría llegado a su fin: las alzas de las rentabilidades de la deuda pública en EE.UU. y en la zona euro apuntan en esa dirección.
Ese nuevo horizonte no está exento de riesgos. En el caso de la zona euro son especialmente políticos, y por ahí hay que interpretar la decisión de Mario Draghi de continuar, hasta finales del 2017, el programa de compra de deuda pública. En EE.UU. derivan de un alza súbita de tipos de interés: la Office of Financial Research, en su último informe de estabilidad financiera de EE.UU., manifiesta su preocupación por los efectos del largo periodo de bajos tipos de interés en decisiones arriesgadas de inversión. Y los impactos que el cambio en el precio del dinero puede originar en los precios de algunos activos, en especial en los mercados de acciones y en los inmobiliarios no residenciales.
Pero, hoy por hoy y si China no lo estropea, el consenso apunta para España un 2017, y años siguientes, de moderada expansión: en el entorno del 2%, tanto para el PIB como para el empleo. Y aunque la renta familiar crecerá, en términos reales, menos por el menor avance del empleo, las alzas de tipos y las de precios (hacia valores próximos al 2% para 2017-2019), el panorama que ofrecen las previsiones del Banco de España y del BCE, ambas de diciembre del 2016, es positivo. Este tono moderadamente optimista se basa, no hay que olvidarlo, en la ultraactividad del BCE, que habrá adquirido, a finales del 2017, unos 2,4 billones de deuda pública de los diversos países del área y, de la española, en el entorno de los 250.000 millones (casi el 24% del total).
No está mal para un país, España, que hace menos de tres años parecía desahuciado. Aunque la fragilidad de la deuda exterior, como indican también tanto el Banco de España como el BCE o la Comisión Europea, continúa ahí, tozudamente elevada. Pero, si no hay nuevos choques exteriores, parece que podríamos mirar al 2017, y algo más allá, con un moderado optimismo. La continuidad del crecimiento del empleo y del PIB así lo sugiere. Lo dicho: ¡buen año 2017!
Si China no lo estropea, España crecerá un 2% en el 2017 y años siguientes