Brindis con benjamín
Frente a la entrada principal del hospital de Sant Pau hay un señor que vende lotería al grito de “¡Por el precio de un cafetito, mañana dos mojitos a pie de playa!”, con un salero que consigue arrancar la sonrisa hasta en los rostros más circunspectos.
En los hospitales, aunque sin vistas paradisíacas ni otros cócteles que los que prescriben los facultativos, también se celebran las fiestas. Se sirve escudella i carn d’olla el día de Navidad y turrones (para los que pueden tomarlos); canelones el 26 y hasta las doce uvas, que esta noche se entregarán a cada paciente. Habrá, sucede con los ingredientes del menú navideño como con todos los alimentos, quienes coman triturado o licuado o con geles adaptados a las necesidades o las limitaciones de cada cual.
Como cada 31 de diciembre, en las camas se brindará para despedir el año con cava en formato benjamín. Y enfermeros y enfermeras triturarán las uvas si conviene, o les echarán unos polvos para espesar, o les sacarán las semillas, o acompañarán al paciente y le darán conversación, si no ha recibido visitas. Dicen que las noches más señaladas hay habitaciones a las que acude un regimiento de familiares y otras en las que no esperan a nadie. O que hay quien ha despedido el año por todo lo alto , como se aprecia en la foto que guarda en su taquilla una enfermera de Sant Pau a quien la esposa y el hijo de un enfermo terminal pidieron una mesa prestada y permiso para traerse la cena de casa. Había mantel de hilo, velas y de la fiambrera salió un delicioso manjar.
También los empleados de ese micromundo hospitalario celebran su propia fiesta. Allí no se brinda con botellas de tamaño magnum, sino con benjamines . Pero cada sorbito de cava es un canto a la vida.