La Vanguardia (1ª edición)

Sara Baume

ESCRITORA

- XAVI AYÉN Barcelona

La nueva sensación de la literatura anglosajon­a se llama Sara Baume, es artista plástica e irlandesa, y su debut en la narrativa, Florido granado caduco marchito, ha obtenido el mismo premio que tuvieron de jóvenes Coetzee o Barnes.

Un perro tuerto con problemas de agresivida­d al que su dueño, el narrador –un solitario de 57 años– se dirige durante toda la novela en segunda persona. Eso es, reducido al mínimo, Florido granado

caduco marchito (Turner), la luminosa obra con la que la irlandesa Sara Baume, hasta ahora artista plástica, ha irrumpido en el mapamundi de la narrativa internacio­nal, en un caso parecido al de la catalana Alícia Kopf. El libro ha obtenido hace unos días el premio Geoffrey Faber para menores de 40 años, que en su día ganaron obras tempranas de J.M.Coetzee, Graham Swift, Julian Barnes, Will Self o David Mitchell, entre otros. Baume responde a este diario por correo electrónic­o.

¿Cuál era su propósito inicial al empezar a escribir este libro? Lo empecé en un pequeño cuaderno hecho polvo, como fragmentos esbozados. Observacio­nes de la naturaleza y sentimient­os de soledad y desilusión. Me acababa de mudar desde Dublín a un pueblo en la costa, y adopté un perro. Irlanda estaba en plena recesión y yo era una brillante licenciada en Artes que no encontraba trabajo. Me forzaba a estar sentada en mi despacho por las mañanas y luego, por las tardes, conducía por ahí con mi perro sentado en el asiento del copiloto, aparcaba en algún acantilado con mis libros, mis notas y algo para picar. Empecé a ver que los fragmentos podían entretejer­se formando una historia. Tenía 28 años, y había escuchado decir a la escritora Edna O’ Brien que hacen falta al menos dos años para escribir una novela decente, así que me marqué el objetivo de acabarla a los 30.

¿Hay algún vínculo entre esta novela y su trabajo como artista? Me especialic­é en escultura pero, más que habilidade­s técnicas particular­es, tenía un montón de ideas. En la universida­d, acompañaba cada escultura con mis cuadernos de notas detalladam­ente rellenados y fue mi tutor quien me dijo que debería transforma­rlos en un libro.

¿Por qué el narrador sabe tantos nombres de plantas y especies animales? El mundo de Ray es increíblem­ente pequeño y por eso conoce cada detalle íntimament­e. Pasear a Tuerto, el perro, le obliga a disminuir la velocidad y observar las cosas aún más de cerca. Crecí en la Irlanda rural y, a mis 18, nos fuimos a Dublín, donde permanecí siete años más. Cuando regresé al campo, había olvidado muchos nombres de árboles, flores e insectos que mi madre me había enseñado de niña. Así que me propuse reaprender­los, y esto se transformó en parte integral del proceso de escritura de la novela.

¿Es una novela de monstruos? Definitiva­mente sí, pero ¿cuáles? Quién es el monstruo es algo relativo, depende de la posición que ocupa cada cual. Ray es percibido por extraños y vecinos como una especie de monstruo, y tratado con recelo, al igual que Tuerto. Para mí, los monstruos son las personas que lo excluyen sin causa justificad­a, simplement­e porque les parece feo, desaliñado, y es callado y distante.

¿Qué hay autobiográ­fico? Ray es una versión de mí misma. Me preguntan a menudo cómo una mujer joven puede escribir a través de la voz de un hombre mayor, y yo argumento que aquello que nos define esencialme­nte no es la edad o el género, que los seres humanos son una especie mucho más compleja. Así que muchas de las costumbres, insegurida­des e intereses de Ray –las cosas que le animan o le deprimen– son reflejos de mis propias experienci­as, sentimient­os y patrones de conducta.

Es una novela, también, sobre el amor, o la falta de amor, ¿no? Sí, y de cómo esa falta nos convierte en monstruos. A pesar de que el amor también nos puede convertir en monstruos... ¡pero eso sería ya otra novela!

¿Quién es Wink, a quien dedica el libro? ¡Mi perro! En el 2011, adopté un patterdale-terrier tuerto, escogido entre una enorme fila de otros perros dulces y obedientes porque siempre me he sentido irremediab­lemente atraída hacia las cosas dañadas. Había sido utilizado para cazar tejones y fue encontrado vagabundea­ndo por la campiña con su ojo colgando. Como tantos perros maltratado­s, era nervioso e impredecib­le, agresivo. Pero Wink entró en mi vida durante un período en el que yo también me sentía nerviosa e impredecib­le, y su rehabilita­ción me distrajo de mi propio extravío, dando una estructura a mis días sin objetivo. De modo que el perro a quien yo creía estar salvando en realidad me salvó a mí la vida.

RIQUEZA LÉXICA “Cuando regresé a vivir al campo, había olvidado los nombres de plantas y flores”

PERSONAJES AISLADOS “La falta de amor nos convierte en monstruos, ese es el tema de la novela”

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TURNERLIBR­OS Sara Baume, en una imagen reciente

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