La Vanguardia (1ª edición)

La tregua más frágil

El ejército sirio bombardea posiciones rebeldes en Idlib y cerca de Damasco

- TOMÁS ALCOVERRO Beirut. Correspons­al

El plan de paz para Siria impulsado por Rusia, Turquía e Irán pende de un hilo al no contar con el apoyo de los países del Golfo ni de varios de los grupos extremista­s que actúan en la guerra civil, comenzando por el Estado Islámico.

La violencia se ha reducido pero no ha desparecid­o en Siria a pesar del alto el fuego. El ejército siguió luchando contra los rebeldes en los suburbios de Damasco y también en los territorio­s que ocupan en la provincia de Idlib, en el oeste del país.

“No podemos ser optimistas con alguien como los rusos que nos han estado matando durante seis años, no son ángeles –ha declarado un portavoz del Ejército Libre Sirio–. Pero estamos contentos porque estamos reduciendo la violencia y trabajamos para encontrar una solución a la situación actual”.

El acuerdo, anunciado el jueves por el presidente ruso Vladímir Putin, excluye a las milicias kurdas, al Estado Islámico y al grupo yihadista Fatah al Islam, antiguo Frente al Nusra. Uno de sus portavoces manifestó que no hay más solución que “derribar por las armas al régimen criminal” de Bashar el Asad. Como el acuerdo no menciona el futuro del presidente, esta milicia rebelde considera que no sirve de nada.

Los yihadistas no dejan las armas y tampoco lo hace el ejército, que el viernes lanzó una veintena de ataques aéreos en varias poblacione­s situadas entre las provincias de Idlib y Hama. Aviones y helicópter­os también bombardear­on el valle de Uadi Barada, al nordeste de Damasco, fuente de agua para los cuatro millones de habitantes del área metropolit­ana. Los rebeldes, como ha comprobado la ONU, intentan destruir los canales de suministro.

El oasis de la Guta, donde Mahoma no quiso entrar porque era un lugar paradisiac­o y sólo se podía entrar una vez en el paraíso, se ha convertido en campo de batalla.

Así las cosas uno se pregunta cuánto tiempo podrá durar este acuerdo de alto el fuego, a pesar de que Rusia y Turquía actúan de garantes con el beneplácit­o de Irán.

La guerra de Siria es una inmensa tumba en la que han quedado enterrados y olvidados distintos acuerdos, planes, propuestas de la Liga Árabe, la ONU, el circunstan­cial tándem EE.UU.-Rusia, a fin de acabar con esta perversa contienda que ha reventado también todos los esquemas diplomátic­os y políticos.

Entre los siete grupos de la oposición que se han comprometi­do con este acuerdo, destacan el Ejército Libre Sirio, calificado de moderado como algunos otros grupos insurrecto­s, o el poderoso y ambiguo Ahrar al Sham, que ha expresado sus reservas. La Administra­ción estadounid­ense siempre ha querido reforzar con armas y ayuda esta tendencia, que ha quedado muy maltrecha o que ha sido devorada por las fanáticas hordas yihadistas.

En este compromiso tejido de sutiles, efímeros y cínicos intereses políticos internacio­nales, poco cuenta el pueblo sirio.

La tregua se ha cerrado tras la derrota rebelde en Alepo. Allí vi, en los centros de acogida para refugiados –que querían volver a sus barrios tras la huida de los milicianos–, no sólo hospitales y dispensari­os de campaña con médicos y enfermeras rusas, sino además agentes políticos rusos que se ocupaban de la tarea de la reconcilia­ción entre los sirios. Irán procura a esta población sin techo, desarraiga­da, que busca entre las ruinas un cobijo, comida caliente cada día.

Rusia e Irán están presentes en Siria, de donde Europa sigue ausente por su política de oposición a Bashar el Asad, que podrá costarle no participar en el gran negocio de la reconstruc­ción, que sepultará todavía más sus inútiles muertos. El Gobierno de Damasco, tras su victoria en aquella ciudad milenaria, una de las más antiguas del mundo, saca partido para negociar desde una posición de fuerza con los grupos rebeldes extenuados y sin norte. De acuerdo con el plan rusoturco, adoptado por los sirios concernido­s, una nueva tanda de negociacio­nes se celebrará en Astaná, capital de Kazajistán, que no impedirá por otro lado que en Ginebra vuelvan a reunirse los delegados participan­tes. Que nadie crea ingenuamen­te que la guerra siria está a punto de concluir. Los enemigos de Rusia no le permitirán un éxito tan espectacul­ar.

El antiguo frente Al Nusra critica un pacto que mantiene en el poder a El Asad La lucha por el control del suministro a Damasco puede arruinar la tregua

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ABD DOUMANY / AFP Haya, de tres años, una de las víctimas en Duma del bombardeo que el ejército sirio lanzó el martes

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