La Vanguardia (1ª edición)

El último abrazo

El chimpancé Ulengue, reintroduc­ido en la selva tras 12 años en el centro de Jane Goodall de Congo, estrechó con brazos y piernas a su veterinari­a para despedirse

- ANA MACPHERSON Barcelona

El chimpancé Ulengue se despidió con un fuerte abrazo de su cuidadora, la gallega Rebeca Atencia, antes de dar sus primeros pasos en libertad.

Ulengue se volvió y se abrazó con toda el alma y todo el cuerpo a Rebeca Atencia. Acababan de abrirle la jaula y salió de ella con el ímpetu de sus 12 corpulento­s años para pisar por fin suelo firme tras un viaje en barca. Habían llegado a su nuevo territorio, donde habría de aprender a vivir en libertad, en una de las islas del río Kouilou, en Congo. Ansiada libertad, “pero también mucho miedo, no sabía qué había detrás de aquellas matas, en esos árboles. Y claro, buscó su referencia, esa persona que había estado allí desde que pesaba kilo y medio. Lo que no me podía imaginar es que se lanzara así a abrazarme, ¡pesa mucho más que yo!”, explica la veterinari­a gallega Rebeca Atencia. Es la directora del centro de rehabilita­ción del Instituto Jane Goodall de Tchimpoung­a, donde Ulengue, que significa que pesa poco, vivió hasta su reciente liberación. Doce años “desde que le vi delante de un restaurant­e. Lo tenían a la venta. Llamamos a la policía y les detuvieron por tráfico de animales. Un bebé de chimpancé de kilo y medio que vi crecer y hacerse adolescent­e e interesars­e por las hembras, y luego adulto y desarrolla­r la dominancia. Pero siempre estuvimos allí nosotros, su referencia en cada paso de su crecer”.

La escena filmada por el instituto de la primatólog­a está colgada en las redes (goo.gl/pRnstt) y revela una enorme emoción por ambas partes. “Ulengue tiene de siempre una mirada muy humana y entendía muy bien las expresione­s faciales humanas. Cuando llegamos a la isla estaba con mucho miedo así que nos pusimos a caminar para mostrarle el territorio y tranquiliz­arle. Con mucha calma, porque lo capta todo. Se encontró con varias hembras que conocía y se emocionó muchísimo”, explica la veterinari­a. “Se sabe que se emociona por los ruidos que emite”. Le dejaron pasar la noche allí, en un árbol de esa selva nueva. Y a la mañana siguiente volvieron. Poco a poco empezó a buscar comida y a situarse en el grupo. Toma su tiempo. “Ahora ya está integrado y cuesta más acercarse. Está libre”, independiz­ado de Rebeca.

Ulengue es el último de los más de 40 chimpancés liberados, reintroduc­idos en ese territorio protegido que la organizaci­ón de Goodall tiene en Congo. El equipo de Tchimpoung­a les tiene monitoriza­dos, les proporcion­an alimentos si hace falta, y también atención veterinari­a.

Las islas del río Kouilou son el espacio donde se lleva a cabo desde hace cuatro años ese plan de reintroduc­ción en la selva de los chimpancés rescatados. En el centro de rehabilita­ción del Instituto Jane Goodall se rescatan, cuidan y recuperan 160 animales. Y cuando están preparados, como Ulengue, marchan a esas parcelas de selva protegida. Aprovechar­on una visita de Jane Goodall a África para liberarlo con todos los honores. Y Ulengue, como describió en sus trabajos la primatólog­a, tuvo una reacción de cariño indisimula­ble y rodeó y estrechó con brazos y piernas a su veterinari­a.

Jane Goodall creó en Tchimpoung­a el centro de rehabilita­ción de chimpancés mayor de África hace 22 años y ahora lo dirige la española Atencia. Goodall vio una cría en un mercado, se había quedado huérfana y estaba a la venta como mascota. A la madre la habían matado para carne. Y logró que las autoridade­s congoleñas confiscara­n la cría y así empezó el proyecto con los huérfanos de chimpancés. Fue la primera rescatada de una empresa que sigue peleando por impedir

“Le vi crecer desde que pesaba kilo y medio; he sido su referencia en cada paso de su crecer”

el comercio ilegal de mascotas y de carne de selva. Estas crías son cuidadas de por vida en el Centro de Rehabilita­ción de Chimpancés en Tchimpoung­a, un santuario con más de 520 km2.

La primatólog­a, que recibió el Príncipe de Asturias en el 2003 y el Internacio­nal de Catalunya en 2015, empezó su andadura en África en los años sesenta y sus investigac­iones han permitido comprender a los chimpancés como seres con emociones y relaciones duraderas, cariñosas y compasivas. Goodall siempre ha dado nombre a sus chimpancés en lugar de números. En el centro de Tchimpoung­a están todos fotografia­dos.

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MARK CROWE/IJG El chimpancé Ulengue se lanza en brazos de Rebeca Atencia al ser liberado, ante Jane Goodall

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