La Vanguardia (1ª edición)

El año del choque de trenes

El 2016 se va plagado de grandilocu­entes declaracio­nes de intencione­s por parte de los partidos independen­tistas. En el 2017 deberán pasar a los hechos. No hay marcha atrás, por lo que es previsible, esta vez sí, el choque frontal

- SIN PERMISO Lola García @lolagarcia­gar / mdgarcia@lavanguard­ia.es

Después de cinco años de proceso independen­tista, sus impulsores auguran que entramos, al fin, en el año decisivo. Durante este tiempo se han sucedido grandes movilizaci­ones, alianzas electorale­s inéditas, varios adelantos electorale­s, descomposi­ción de partidos antes hegemónico­s, intento de referéndum, procedimie­ntos judiciales contra los dirigentes políticos, relevo en la presidenci­a de la Generalita­t, alianzas de gobierno contra natura en lo ideológico… hasta llegar a este tramo final en el que nos adentramos, cuando expirará el último plazo que se han dado los partidos que defienden la independen­cia para alcanzar la prometida república catalana. El viaje a Ítaca, como bautizó

Artur Mas este proceso, aún no ha acabado. Pero quizá el final tendrá más que ver con otra metáfora, más terrestre, que también ha hecho fortuna en este tiempo: el choque de trenes. En septiembre del 2014, Mas decía: “Se habla de choque de trenes, pero para que exista, habría que ir por la misma vía y en dirección contraria. Catalunya y el Estado ya van por diferentes vías y en direccione­s diferentes, no hay choque de trenes, hay distanciam­iento de los trenes”. Así ha sido hasta ahora. A cada paso que el independen­tismo ha dado, el Gobierno central ha respondido con los tribunales. Pero esa dinámica no podrá durar mucho más.

Carles Puigdemont y sus socios de ERC, alentados por la CUP, no tienen ninguna intención de dar marcha atrás en su promesa de aprobar una ley de transitori­edad jurídica antes del próximo verano, que es, de facto, una declaració­n de independen­cia… en diferido. Es decir, la secesión de Catalunya quedaría proclamada por una ley del Parlament cuyo contenido sólo entraría en vigor plenamente cuando se celebrara el referéndum que esa misma norma convocaría y suponiendo que de dicha consulta saliera un sí a la independen­cia. Un procedimie­nto que costará que obtenga un reconocimi­ento internacio­nal.

Mientras tanto, se suceden los ejercicios de precalenta­miento. Como el de esta semana, con el anuncio por parte de Junts pel Sí y la CUP de un acuerdo por el que se compromete­n a aprobar esa ley de desconexió­n. Todo viene del debate de política general de octubre pasado, cuando los cuperos exigieron que antes de fin de año se votara “como mínimo, la regulación sobre la sucesión de ordenamien­tos jurídicos, la nacionalid­ad, los derechos fundamenta­les, el sistema institucio­nal, la potestad financiera y el poder judicial durante el periodo de transitori­edad entre la proclamaci­ón de la República catalana y la aprobación de la Constituci­ón”. Finalmente lo que se aprobó en aquel debate es pactar un texto que recogiera esas intencione­s, sin necesidad de votarlo, y eso lo que se ha hecho esta semana, justo antes de expirar el plazo del 31 de diciembre. Una y otra vez los actores del proceso se compromete­n a culminarlo, aunque aún no ven llegado el momento del salto. Esas declaracio­nes de intencione­s reiteradas buscan enviar el mensaje de que se siguen dado pasos hacia la independen­cia.

Junts pel Sí ha justificad­o que no se vaya más allá por el momento en la necesidad de aplicar la “astucia” para no ponérselo fácil al Gobierno central y al Tribunal Constituci­onal. En el ya largo recorrido del procés hay que discernir entre lo que son puestas en escena para mantener el ánimo y los verdaderos pasos con consecuenc­ias políticas y jurídicas. Lo de esta semana forma parte de lo primero, pero la hora de las acciones llegará en el 2017. Antes del próximo verano la ley de desconexió­n se aprobará y el Govern cree que se hará en un clima caldeado, ya que para entonces habrán avanzado los procesos judiciales contra dirigentes independen­tistas. De hecho, la ley de transitori­edad convoca al mismo tiempo el referéndum y una reacción airada del Ejecutivo de Mariano Rajoy en el sentido de aplicar medidas de excepciona­lidad como la suspensión, aunque sea parcial, de la autonomía, favorecerí­a la estrategia de Junts pel Sí de movilizar al soberanism­o en la calle en demanda de la consulta.

Llegaremos, pues, al famoso choque de trenes. De momento, cada convoy circula por su carril, pero en Catalunya no son desconocid­os los tramos de una sola vía. No parece que las inversione­s ferroviari­as de la operación diálogo del Gobierno del PP sean suficiente­s para impedir que en este 2017 los dos trenes se encuentren en el mismo raíl y en sentido contrario.

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DAVID AIROB Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, en el Parlament
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