La Vanguardia (1ª edición)

Duterte se monta una Iglesia

- Quim Monzó

El martes, el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, declaró ante las cámaras de la CNN que a los corruptos los meterá en un helicópter­o y los tirará al mar: “Sí, ¡lo haré! Lo he hecho antes y puedo volverlo a hacer”. Es un método que el dictador argentino Jorge Videla aplicaba a los disidentes políticos, pero esta relación no parece que a Duterte le importe nada. El jueves, sin embargo, negó haberlo dicho y concluyó que todo había sido fruto de la “creativida­d imaginativ­a”, no queda claro si suya o de alguien que no entendió qué quería decir.

Quizá por esa misma creativida­d, uno de estos días de Navidad, durante una fiesta en Davao City (su ciudad natal, de la que fue alcalde durante unos años y donde los escuadrone­s de la muerte que propició todavía están presentes), aconsejó no hacer caso a los sacerdotes católicos y apuntarse a su Iglesia, la Iglesia ni Duterte (Iglesia de Duterte en tagalo). El nombre de esta nueva institució­n hace referencia a la también filipina Iglesia ni Cristo (pocas bromas: significa Iglesia de Cristo en tagalo), que se proclama como la única verdadera porque restaura la Iglesia original de Jesús mientras que el resto de comunidade­s cristianas son apóstatas. La manía de Duterte contra los curas católicos nace del hecho de que lo acusan de no respetar los derechos humanos y haber propiciado ya más de seis mil muertes en la guerra contra la droga que inició sólo llegar al poder. Por su parte, Duterte los acusa de nunca hacer nada para luchar contra las drogas ni para ayudar a los más de cuatro millones de drogadicto­s que hay en el país. Por eso, durante esta fiesta navideña anunció: “Ahora hay una cosa nueva: la Iglesia ni Duterte, donde no hay prohibicio­nes e incluso puedes tener cinco esposas”. (De tener cinco maridos no dice nada.)

La idea de esta Iglesia no es algo que se le haya ocurrido ahora de repente. A finales de primavera, el fundador de la organizaci­ón Filipino Freethinke­rs (librepensa­dores filipinos) ya avisaba de estos delirios dutertiano­s. Daba dos detalles significat­ivos. El primero: un grupo de profesores de la escuela de secundaria donde Duterte votó decidieron retirar la silla donde se había sentado y preservarl­a. El segundo: en una ocasión la masa enfervoriz­ada se disputó la toalla con la que el presidente se había secado el sudor...

Duterte explica que cree en Dios y en Alá (?), pero no en las religiones, que sólo se dedican a meterte miedo en el cuerpo diciéndote que si pecas irás al infierno. “Pero sólo cuando te mueras sabrás si realmente hay un infierno”. Y aquí hizo una promesa a los que le escuchaban: que no se mueran antes de que él lo haga porque, cuando lo haga, regresará del más allá y les dirá si de verdad hay paraíso e infierno. Ojalá no tarde mucho, no sólo por el bien de los filipinos, sino porque, así, el resto de humanos sabremos finalmente si herviremos en las calderas de Pedro Botero o si podemos seguir pecando sin problemas posteriore­s todo lo que nos queda de vida. Laus Deo.

Pocas bromas con la Iglesia ni Cristo, por favor: en tagalo significa Iglesia de Cristo

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