La Vanguardia (1ª edición)

Los pobres de Barcelona

- Susana Quadrado

Hete aquí Fin de Año. A cuántos pobres encontraré­is, esta noche, ciudadanos de Barcelona, tanto o más grotescos y patéticos que todos los que yo me he encontrado estos días. Algunos os pondrán la mano, sucia y entumecida, y os pedirán un par de euros. Otros, sencillame­nte, seguirán como zombis entre la gente, deteniéndo­se sólo para remover en la basura. Los habrá a resguardo en la pared de la acera donde hay muchos escaparate­s. O quizás no encontraré­is ninguno, porque no veréis ninguno, por el trasiego de la compra del banquete de la noche, de los dulces o de los regalos de los Reyes. Pero estarán ahí. ¡Ellos! En el centro de la ciudad, entre la multitud y las luces de Navidad. En la calle Casp, en la plaza de Catalunya, en el Portal del Àngel, en la Via Laiteana, en la calle Pelai...

Vuelvo a escribir del drama de los pobres de Barcelona. A veces tienes que escribir sobre aquello que a todos nos cuesta leer. No tengo ningún miedo de repetirme. Con la llegada de la Colau creí, ingenua, que el problema iría de baja. Ocurre que hay más gente pidiendo, con hambre, sin futuro, con miedo, sin nada. Demenciado­s. O no. Víctimas de una mendicidad organizada con todos sus trucos y vilezas. O no. “Hay tantos como antes”, me dicen, triste consuelo. Yo no lo creo. Es inevitable, la crisis. ¿Seguro? Quiero pensar que la alcaldesa y sus concejales pasean a menudo por el centro de la ciudad, que salen del despacho. Quiero pensar que también lo hace el president y sus consellers. Y no, no vale la excusa de la mala financiaci­ón para sacudirse las pulgas, decir que no hay bastantes recursos para todo ni para todos y taparse luego la nariz. No siempre la culpa la tiene Madrid. No acabo de entender que no se hallen soluciones, más allá del blablablá y de los plenos monográfic­os de un día al año.

Y aún lo entiendo menos cuando todo el mundo habla de futuro, del país de las mil maravillas al que se supone que tenemos que ir todos a pies juntillas. Entre tanta cumbre y qui dia passa, any empeny, las oenegés como Cáritas o Arrels siguen sin dar abasto, y eso que la crisis parece que va remitiendo. ¿Por qué se toleran situacione­s humanas tan indignante­s? Estamos todos compungido­s, pues no lo parece.

Escribo en primera persona, yo no estoy haciendo nada tampoco para que la vida de los pobres de Barcelona sea otra, y no me enorgullez­co. Colaboro con una oenegé por vía bancaria. Cero compromiso­s. Antes daba limosnas por la calle, pero hace tiempo que ya no lo hago porque sé que la caridad no resuelve nada y sólo carga de razones a políticos iluminados. No hago nada, y lo digo. Pero quiero dejar de sentirme culpable. Culpable de que haya días que me encoja de hombros cuando me cruzo con un indigente en mi barrio, que aparte la mirada o cambie de acera. Que gobierne quien debe hacerlo. Hoy vuelvo a escribir de esta miseria gigantesca, sórdida y loca de la mendicidad. Hoy, precisamen­te. Un día que nos dispone a pensar que con el año que empieza todo puede ser diferente.

En el centro de la ciudad, lleno de gente y luces, cada vez hay más indigentes: ¿no los ve nadie? ¿ni la alcaldesa?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain