Un Holmes y un Watson en la Barcelona de los 30
Discreto eco de los 50 años de la muerte de Rafael Tasis, pionero de la novela negra catalana
Hay una efeméride literaria que ha pasado desapercibida este 2016. En diciembre se han cumplido los 50 años de la muerte de Rafael Tasis (1906-1966), pionero de la novela negra catalana, admirado por autores tan diversos como Josep Carner, Pere Calders, Salvador Espriu o Manuel de Pedrolo... y creador de una singular pareja de investigadores, el reportero Francesc Caldes y el inspector de policía Jaume Vilagut, que se mueven por los bajos fondos de la Barcelona de la República y de la posguerra.
Tasis era un intelectual, pero tenía claro que “para ser una cultura normal, tenemos que desarrollar todo tipo de literaturas, incluida la popular”. Exiliado en París entre 1939 y 1948, veía con envidia, durante sus paseos a la orilla del Sena, la pasión con que la gente se abalanzaba sobre los puestos de los bouquinistes para comprarles libros de Agatha Christie, Conan Doyle, Simenon... Àlex Martín Escribà (Barcelona, 1974), profesor de literatura catalana en la Universidad de Salamanca y autor de Rafael Tasis, novel·lista policíac (Alrevés) destaca que es “un defensor de la novela, género alejado del noucentisme; un precursor de la narrativa urbana; y como teórico vaticinó que el policiaco y la ciencia ficción serían los géneros del futuro”.
¿Cómo eran sus investigadores? Una especie de Sherlock Holmes y doctor Watson del barrio chino. Jaume Vilagut es comisario de policía en el distrito de la catedral o en la comisaría de Drassanes, casi treinteañero, musculoso y deportista y descrito así en una de las novelas: “...muchacho alto, bastante de buen ver, curtido por el sol y la sal de los baños de mar que tomaba de enero a diciembre. Era también atrevido, tozudo y no tenía nada de intelectual. Sobre todo, estaba completamente exento de sentimentalismo, aunque no se negaba a apreciar el hechizo de las mujeres (...) La cosa que sobre todo le atraía de su oficio es el aspecto deportivo que presentaba, como una mezcla de cacería y lucha libre, más que todas las implicaciones psicológicas, gratas a los detectives de novela”.
Su antítesis es el periodista Francesc Caldes, intuitivo y extravagante, con grandes dotes de observación y deducción, como un detective clásico. Reportero de Les Darreres Notícies, “se vanagloriaba de conocer a fondo toda la teoría y práctica de los grandes detectives antiguos y modernos (...) Su frecuentación asidua de personajes como Philo Vance, Maigret, Ellery Queen, Hercule Poirot y Sam Spade lo autorizaba a invocar una completísima historia y técnica del crimen moderno, en la vida y en la ficción”.
Los libros de Tasis son un retrato de la Barcelona de antes y después de la guerra, especialmente la del centro, con voluntad de “reflejar la ciudad a la manera de Balzac o Dickens –dice Martín–. Vemos una ciudad con humo, luces eléctricas y en semipenumbra, llena de gente, es una ambientación cinematográfica. Describe la situación política, las desigualdades, la agitación social y los grandes acontecimientos, así como esa Barcelona pecaminosa, de grandes burdeles, espectáculos... una ciudad en estado puro, desaparecida con la guerra pero que él recuerda desde la distancia”. Su trilogía negra –protagonizada por Caldes y Vilagut y reeditada este 2016 por Tres i Quatre– está compuesta por Un crim al Paralelo (la primera en ser escrita, a pesar de que se publicó en 1960, fue adaptada al teatro como Paral·lel 1934 y estrenada en el Romea en 1953), La Bíblia valenciana (1955) y És hora de plegar (1956). “Crea un modelo, el de la novela policíaca de hoy”.
Un crim al Paralelo describe dos misteriosos crímenes en la calle de la Riereta, una mujer estrangulada y un hombre apuñalado. De estructura clásica, todo se desvela en el capítulo final. Refleja el ambiente perdulario del Paral·lel, con un personaje que, por ejemplo, “entraba en los bares, bebía licores baratitos, echaba un vistazo a los music-hall, subía las precarias escaleras de los dancings de tickets y de los cabarets con decorados cubistas. Charlaba con la mujer del guardarropa, con los botones, con el barman, intercambiando frases distraídas sobre el tiempo o la política”. “Es –explica Martín– el Paral·lel de mujeres con joyas y abrigos que se dirigen a locales nocturnos como el Moulin de la Joie, el Moulin Rouge, el Royal, el Pompeya...”, unos lugares donde, como dejó dicho Josep M.Poblet, “había croupiers, fabricantes, chicos de buena familia y tratantes de ganado”, y “un chirimiri que sonaba constantemente, una especie de alegría a destajo, de literatura barata y tabernaria”.
La Bíblia valenciana –donde Caldes y Vilagut investigan la muerte del heredero de una estirpe campesina– avanza conceptos que hoy veríamos en libros como El código Da Vinci o La sombra del viento. “Además, es un guiño intelectual –aclara Martín– porque crea un Grial catalán, a partir de un hecho histórico, la quema de la Biblia Valenciana de Bonifaci Ferrer, es decir, de la traducción que este hizo del libro sagrado y que la Inquisición hizo arder al ser una lengua vulgar. El modelo es El halcón maltés, de Dashiell Hammet, la desaparición de un objeto valioso. Hay que decir que la familia Tasis tenía una librería-imprenta en el pasaje Bacardí, punto de encuentro de escritores”.
És hora de plegar, escrita en cinco días, está ambientada en la posguerra, con una importancia especial del barrio de Gràcia, y en ella asesinan al propietario de una joyería.
El libro de Martín Escribà incluye un jugoso apéndice con epistolario, de un hombre que se carteó, por ejemplo, con Tarradellas, Rodoreda, Joan Fuster, Calders, Espriu, Tísner, Maurici Serrahima, Agustí Bartra o Riera Llorca, entre otros.
Uno de los encargos más curiosos que Tasis recibió fue traducir las novelas de Simenon al castellano, aunque quien figuraba en los créditos era Ferran Canyameres, quien, explica Martín, “había firmado un contrato pero era incapaz de traducir al ritmo que el autor escribía. Así que se lo subcontrató a Tasis, que le pidió que le comprara una máquina de escribir y tradujo... ¡trece libros en nueve meses! ¡Brutal!”.
Tasis lamentaba el menosprecio
El periodista Francesc Caldes y el policía Jaume Vilagut recorren las calles del chino “El mundo audiovisual no se ha interesado por adaptarla, es curioso”, opina Martín Escribà
que sufría el género negro y lo atribuía a la falta de músculo industrial del sector en Catalunya: sin tirajes grandes, los autores eran mal pagados y “el lector se acostumbra –explicaba– a considerar este tipo de libros como un manjar de paladares poco exigentes en calidad literaria”. El poeta Carner le escribió, poniendo en valor su obra: “Escribir una novela policíaca, sin hacer trampa, es tan difícil como escribir un buen poema”. Y Espriu: “Con la lectura del Predicador, las Cartas a Lucilio, La Divina Comedia, El Príncipe, el Discurso del Método, El Quijote, el Discreto y alguna novela de policías y ladrones, ya tienes exactamente bastante para atravesar, sin alaridos existencialistas ni otras inadecuadas expansiones, esta triste vida”.
El 4 de diciembre de 1966, el corazón de Tasis se detuvo en París. Para Martín, “murió de cansancio, trabajaba demasiado: teórico, político, historiador, crítico, traductor, novelista, periodista, impresor, librero...”. Un último apunte: es curioso que el mundo audiovisual no se haya interesado por adaptarlo. “Ese es un problema general –remacha Martín– que por ejemplo tenía muy fastidiado a Vázquez Montalbán”.