La Vanguardia (1ª edición)

‘Muscle man’

Sergio González, bronce en el Mundial de culturismo natural: “La afición me sale cara”

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La belleza es ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica

Borges Sergio González dice que se mete en túneles de sufrimient­o. –¿Y eso qué es? –le pregunto. –Es esto. Saca el móvil y me muestra un vídeo. Él mismo es el protagonis­ta. Aparece sentado en la prensa del gimnasio. Pretende mover 420 kilos. Repito: 420 kilos. Empieza. Una serie. Dos... Ruge. Tres, cuatro, ciiiinco. Parece romperse. Gruñe. Resopla. Seeeeeis, siete. Apenas mueve la prensa. Aprieta con todo. La levanta. No puede más. Y mete una serie más. La octava. –¿Una más? –Todo está en la mente. Cuando no puedo más, saco otras dos. Te metes en túneles y exploras. La mente es muy poderosa. Puedes levantar la máquina dos veces más, seguro. –¿Y no se rompe ningún músculo? –Tienes que estar protegido por suplemento­s. Bien alimentado, con todas las balanzas compensada­s, sacas una más. Cuenta que come cada tres horas. Controla cada una de las piezas que se mete en el cuerpo. Grasas moderadas. Hidratos de carbono de calidad: patatas y arroz integral. Y proteínas como el pollo, la ternera o los huevos.

–Me gustaría tener una tableta de chocolate en los abdominale­s, pero no me salen. No hay manera –le digo.

–Los abdominale­s se consiguen en la cocina. Si no se alimenta bien, no salen. Fuera los yogures, el queso, los lácteos... –Casi cada día desayuno un cruasán. –Nunca tendrá la tableta. Se va a acordar de mí con su cruasán de mañana... –¿Ni siquiera la leche? –Vale la vegetal. Yo la tomo de almendra. Y en la época de competició­n solo bebo agua.

–¿Usted es feliz así?

–Desde luego. Me llevo genial conmigo mismo. No voy por ahí pesando la comida. Visualizo las cantidades que necesito. No uso una báscula. Los extremos son malos. Aunque este hobby es caro.

Dice que pierde dinero todos los meses. Los suplemento­s le salen a 250 euros mensuales. Están los viajes. En noviembre lograba el bronce en la categoría de 65 kilos del Mundial de culturismo natural de Dinant, en Bélgica. Quiere estar en la edición del 2017, en Isla Margarita (Venezuela).

–Póngalo, a ver si le lee algún patrocinad­or y me echan un cable –me pide. He cumplido. Y está el carnet de socio del club. En su caso, el McFit, una gran cadena. Sergio González acostumbra a entrenarse en la franquicia de Esparregue­ra, cerca de Piera, donde vive.

–También tengo un gimnasio en casa –me cuenta. –Lo que le faltaba... –Lo tengo en el jardín. Me paso el día montando ventanas. Y a veces, al volver del trabajo, de noche, me meto un rato en el gimnasio antes de entrar en casa. –¿Y qué le dicen la mujer y las niñas? –Me conocieron así. Pero no se confunda. Mi familia es mi vida. No estoy obsesionad­o con el culturismo. No me paso el día pensando en esto. –Y en el gimnasio ¿va al límite? –Los entrenamie­ntos tienen que ser brutales. No, lo siguiente. También entreno a gente (se le encuentra en aluminiose­al@hotmail.com). Al descubrir mis rutinas, muchos de ellos se quedan sorprendid­os. Creían que antes se estaban entrenando muchísimo. Yo les hago ir más allá. Es una hora y cuarto a tope. Yo no voy al gimnasio. Voy al matadero. Si alguna vez entro ahí sin ganas, recojo y me largo. No voy a perder el tiempo.

Sergio González lleva media vida moviendo hierros. La otra media se la pasó practicand­o kickboxing y jugando a tenis.

–Estuve ocho años con el kickboxing. Soy cinturón negro. También era profesor. Era joven. Entre clases, me metía en la sala de musculació­n. Se me daba bien. Pronto desarrollé los músculos. Pasé un tiempo como bailarín de striptease. Me metí en la noche.

–La noche y el culturismo. ¿Son compatible­s?

–Tenía un agente, iba a teatros, giras por España. Pasé por el Seven Dreams del Poble Espanyol. Por el Mercashow. Por el Marabú y el Baja Beach. Era un chaval y me ganaba bien la vida. Cuidaba mucho la alimentaci­ón. Pero no descansaba bien. Aun así no me fue del todo mal.

Luego pasó al tenis. Jugó muchos años. Así hasta hace un tiempo, cuando decidió regresar al culturismo.

–En realidad, nunca me fui. Nunca dejé de ir al gimnasio. Mantuve el tono en los músculos. Tienen memoria, ¿sabe? Permanecen escondidos. Y si los llamas, responden. Hace un tiempo vi que existían las competicio­nes naturales. Y me federé. –¿Culturismo natural? –Sin dopaje. Aquí hay controles. Aunque no criticaré al otro. No entro en ese jardín. –¿Qué le piden los jueces? –Buscan simetría. No puedes tener grandes bíceps y unos gemelos pequeños. Debes estar proporcion­ado, simétrico y definido. La gente suele fallar de piernas. –¿Y eso? –Muchos quieren lucir músculos en las discotecas. Pero ahí vas con pantalones largos. Además, para tener piernas hay que sufrir. Y en eso no me ganan.

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LLIBERT TEIXIDÓ Sergio González posa en el gimnasio McFit de Cornellà
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Sergio Heredia

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