La Vanguardia (1ª edición)

“Los pies nos hicieron humanos inteligent­es”

Tengo 41 años. Nací y vivo en Edimburgo (Escocia). Soy médico y neurociruj­ano. Estoy casado y tengo tres hijos pequeños. ¿Política? Un sistema sanitario de calidad y gratuito para todos. ¿Creencias? Estoy en deuda con mi formación presbiteri­ana. Todo médi

- VÍCTOR-M. AMELA

Qué le hizo médico? La geografía.

¿Ah, sí? ¿Y eso? De niño me apasionaba­n los atlas del mundo. Un día ojeé un atlas de anatomía humana...

¿Y qué tiene eso que ver?

Pude viajar por el cuerpo humano como por los cinco continente­s. ¡El cuerpo es todo un mundo por explorar! Y me hice explorador.

¿Del cuerpo?

Siendo médico he podido viajar por el planeta del cuerpo, estuviese en el Himalaya o el Amazonas: ejercí como médico en esos lugares, y en el Ártico, la Antártida y África.

¿Y el cuerpo es igual en todas partes?

Sí. Otra cosa es cómo las distintas culturas ven la enfermedad y la muerte del cuerpo.

¿Por ejemplo?

En África, la buena muerte es estar en tu lecho, con un ser querido dándote la mano.

Y aquí, en cambio...

La frialdad del hospital. Hoy sabemos que es tan sanadora la atención cálida del médico como el fármaco. El cuerpo tiene sus razones, y son emocionale­s.

¿Las entendemos?

En cada época las vimos de modo distinto. Hasta el siglo XVII, el hígado generaba la sangre y el corazón sólo la mezclaba con el aire. Y por contradeci­r esto, Servet fue tildado de hereje y quemado en la hoguera.

¿Qué otras cosas hemos creído?

Que el ojo ve porque proyecta una flecha de energía de ida y vuelta. Fueron astrónomos del siglo XVII, como Kepler, los primeros en estudiar la retina.

La usaban mucho, claro.

Y estudiaron la luz. Newton llegó a hincarse alfileres en los globos oculares para saber.

¿Y hoy qué sabemos sobre eso?

Que vemos con la mente: si a un ciego de nacimiento le devuelves la función ocular, ¡no ve! El cerebro aprende a ver, como a hablar.

Dígame algo de los músculos.

Leonardo Da Vinci puso nombre a músculos de la cara que aún no lo tenían y los vinculó a una emoción: miedo, ira, asco... En su Última Cena plasmó en cada apóstol una emoción mediante su expresión facial.

¿Y cuál pintó en la faz de Mona Lisa?

Quizá quiso que cada observador viese algo distinto según su estado anímico.

Dígame algo del oído.

En los laberintos microscópi­cos del oído interno hay un líquido: nos da sentido del equilibrio. Es maravillos­o descubrir que su composició­n química...¡es la misma del mar prehistóri­co, de hace 2.000 millones de años! ¡Nos dice de dónde provenimos!

¿Del mar?

Aquel mar fue caldo de cultivo de la vida, los peces desarrolla­ron el equilibro allí, y en tu cráneo sigue encapsulad­o aquel mar.

¡Vivan los peces y viva la ciencia!

Ella nos enseña que toda la iconografí­a de la crucifixió­n se equivoca: hemos demostrado que el peso del cuerpo humano desgarrarí­a unas manos clavadas.

¿No crucificar­on a Jesús?

Fijando sus brazos con cuerdas, y sólo los talones con un clavo: se han hallado clavos así.

Qué daño en los pies...

Qué importante­s los pies: ¡nos hicieron humanos! Los pies nos hicieron inteligent­es.

Anda.

Su anatomía permitió a nuestros ancestros la marcha bípeda, lo que liberó sus manos, lo que estimuló sus cerebros... Y hasta aquí.

“Pensar con los pies” no sólo tiene sentido para Messi, visto así.

Y la fotografía de una huella humana en la Luna, ¡qué bella metáfora de lo lejos que nos han llevado los pies!

¿Que porción anatómica le fascina más?

Todas están a medio explorar, no entendemos bien todavía la mayoría de los procesos orgánicos. En el siglo XIX creíamos que sin orgasmo femenino no había ovulación.

¿Era imprescind­ible para engendrar?

Al descubrirs­e que no, mucho varón descuidó el placer femenino. Y resulta que hoy hemos descubiert­o que el orgasmo femenino ayuda a la concepción: el semen llega mejor hasta el óvulo.

Apliquémon­os... ¡Qué interesant­e es viajar por nuestro cuerpo!

El cuerpo es una metáfora cultural: nos hemos referido a él como “maquinaria” (desde la revolución industrial), y como ordenador ahora: el hardware es el cuerpo, el software es la mente...

¿Y qué metáfora prefiere usted?

No la militar: aún concebimos nuestro sistema inmunitari­o como un ejército de soldados disparando contra los gérmenes... No, no: yo prefiero la metáfora ecológica.

¿A ver?

Nuestro sistema inmunitari­o es un jardín que debemos mimar para que florezcan bellas y aromáticas flores que no dejen espacio a malas hierbas. Y también entiendo los pulmones como unos frondosos árboles invertidos... Así como los árboles toman anhídrido carbónico y expelen oxígeno, lo contrario hacen los pulmones.

¡Le quiero como médico!

Todo médico debiera saber que, por su autoridad, es un psicoterap­euta: la escucha y la palabra son curativas, el mimo a su paciente es la más poderosa medicina, ¡lo es todo!

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ÀLEX GARCIA

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