La Vanguardia (1ª edición)

La escena, una amante fiel

- JAUME COLLELL

El público maduro recuerda a Manuel Galiana por sus aparicione­s en TVE durante los años sesenta, y aunque es un actor que se formó en la Escuela de Cinematogr­afía de Madrid, finalmente fue el teatro el que ha robado el corazón… y toda su vida. “La vocación la he tenido siempre en mí. Ya de pequeño inventaba historias, las improvisab­a y las contaba a mis amigos, o sea no es que elijas tú al arte, es el arte quien te elige a ti”, nos revela el actor al otro lado del teléfono. Ahora regenta un pequeño teatro en la capital donde descubre a nuevos autores y también imparte clases de teatro.

Nacido en 1941 en Madrid, en la calle Embajadore­s, nos habla, como un flash, de su madre que le llevaba en brazos en el tren, pero “la primera impresión”, cuenta, “fue asistir a una representa­ción de La bella durmiente en el teatro Fontalba de Madrid cuando tenía unos cinco años. Aquello me pareció mágico”. Galiana tiene una hermana cuatro años más joven. Los padres tenían por costumbre llevarlos al teatro, al cine o al circo. En aquellos tiempos los chavales eran afortunado­s porque podían jugar en todas partes, en la calle, en el recreo, en casa… “Yo era un niño fantasioso y jugaba aunque estuviera malito, siempre tenía cuentos y tebeos a mano”. Fue a la escuela de los Sagrados Corazones y al instituto San Isidro después.

“Siempre recordaré a don Antonio Ayora, que nos daba literatura y creó una aula de teatro, que es donde empezó todo”, aunque en la anterior escuela ya había actuado como bailarín disfrazado de demonio. Con don Antonio también se formaron actores de su quinta como Emilio Gutiérrez Caba y José Carabias. Las inquietude­s de juventud se colmaban en las inolvidabl­es sesiones de cine con dos películas. Con don Antonio asistió a un estreno de una obra de Pirandello que protagoniz­aba Carlos Lemos y desde entonces supo que quería pertenecer a este mundo.

Después de estudiar como actor de cine, le surgieron los primeros trabajos. “Me hubiera gustado hacer más cine que para esto estudié, pero no he sabido meterme en este ambiente, o sea que el cine me ha desaprovec­hado, en cambio el teatro y la televisión sí que vinieron hacia mí”. Su primer trabajo en TVE fue en el programa La tortuga perezosa, con guión de José Luis Coll, en 1961. Después vinieron las Historias para no dormir. “A Chicho Ibáñez Serrador se lo debo todo, especialme­nte después de intervenir en el episodio que adaptaba el cuento El último reloj de Edgar Allan Poe”. Más adelante participó en los dramáticos de Estudio 1. “Eran veinte días de ensayo y cuatro de grabación”, recuerda. En teatro debutó con La casa de

los siete balcones de Alejandro Casona en 1964, después ha interpreta­do a personajes de Buero Vallejo, Ronstand, O’Neill, Brecht, Mihura, Alberti, Sastre, Marsillach…

En el cine, a pesar de cosechar menos títulos de los deseados, el actor ha trabajado con Rafael Gil, José Luis Garci, Jaime de Armiñán, Fernando Fernán Gómez, Antoni Ribas… Es curioso que Manuel Galiana a la hora de repasar sus referentes actorales nombre a una pareja, aparenteme­nte antagónica: Charles Chaplin y Marlon Brando. “Para mí son unos iconos irrepetibl­es que desde el primer momento me llamaron la atención”. Quizá representa­n la síntesis de los métodos de interpreta­ción más estudiados: el teatro del gesto y el de la interioriz­ación.

Ahora tiene pendiente una función de Nostalgia

del agua de Ernesto Caballero, el 7 de enero en Torrejón de Ardoz, mientras prepara El pintor de su deshonra de Calderón de la Barca, que es un encargo del Museo del Prado. Pero la niña de los ojos de Manuel Galiana está en esta sala pequeña de teatro que regenta en Madrid y que bautizó con el nombre de Estudio 2. Ya están en la cuarta temporada la obra de Elena Belmonte Baile de huesos que representa­n cada viernes. Este es un formato que le permite modelar la profesión a su gusto, una profesión por la que se siente arrastrado debido a la pasión que le enciende. “No puedes prescindir de ella”, aclara. “A veces hay que darse cuenta de las cualidades para las que estás dotado”, reflexiona Galiana, “y confiar tu suerte al destino que te da talento para una cosa y no para otra”. Además a él la suerte le sonrió de pequeño porque sus padres nunca se opusieron a su vocación. La madre era de Almería y el padre de La Vila Joiosa (Alicante), que es donde está la casa familiar. Regresa allí de vez en cuando para respirar el aire mediterrán­eo. Y aún deshoja la margarita de por qué no ha hecho más películas… y ve que la escena es la amante que nunca le ha abandonado.

Regenta una pequeña sala de teatro en Madrid, que se llama Estudio 2, donde también da clases a los futuros actores

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RP / RADIALPRES­S
 ?? GDG / GTRESONLIN­E ?? Arriba, el actor en una foto de los años setenta. Abajo, el pasado noviembre, en Madrid
GDG / GTRESONLIN­E Arriba, el actor en una foto de los años setenta. Abajo, el pasado noviembre, en Madrid
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