La Vanguardia (1ª edición)

Gentes solidarias

- ARTURO SAN AGUSTÍN

A Salvador Busquets lo conocí cuando estaba al frente de la fundación Arrels. Acudí a él porque entonces estaba escribiend­o un libro que, además de contar la historia de María del Rosario Endrinal Petit, quemada viva en un cajero bancario, incluía las historias de otros pobres que también intentaban sobrevivir en nuestras calles. Creo que a los verdaderos pobres hay que seguir llamándolo­s pobres porque llamarles, por ejemplo, sintecho, parece querer suavizar un poco su cruda realidad cotidiana.

Ahora Busquets es el director de Càritas diocesana de Barcelona y aprovechan­do estos días navideños, en vez de cantarnos un villancico dio una rueda de prensa para presentar el informe Frágiles. La alimentaci­ón como derecho de la ciudadanía .En ese informe se habla, pues, de hambre y se dice que en Catalunya crece la pobreza severa un 4% y que afecta ya al 10,6% de la población. El día que se presentó ese informe, sentado junto a Busquets estaba el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, que además de estar en las cosas de Dios y en los pobres, que también son cosa de Dios, ha de estar muy atento a algunos periodista­s. Me refiero a esos colegas que siguen intentando, sin éxito, cazarlo en alguna contradicc­ión patriótica catalana. Pero este arzobispo, que conoce África, continente al que le gustaría volver, sabe esquivar muy bien las balas.

Cuando llegan estos días de compras, poinsetias, histerias motorizada­s, belenes creativos, falsos gordos barbudos armados de campana, etcétera, siempre tengo más presentes a algunos barcelones­es y barcelones­as que, en su momento, decidieron ocuparse de los más necesitado­s. O sea, que en vez de marchar por ejemplo a África, que siendo solidaria y encomiable es también una decisión literaria e incluso cinematogr­áfica, optaron por quedarse en su ciudad, Barcelona, para intentar echar una mano. O dos.

Pienso ahora, por ejemplo, en Núria Gispert Feliu, a quien algunos obispos o similares hicieron la vida imposible cuando estaba al frente de Cáritas España. Y tuvo que dimitir, claro. Pienso también en Josep Masabeu que, al frente de la fundación Braval, trabaja para la cohesión social. O en Jaume Castro, presidente de la Comunidad de San Egidio. O en la ya mencionada Arrels, fundación que trabaja diariament­e para que nadie viva en la calle si ese no es su deseo. Porque la calle te da muchas sorpresas si la caminas lentamente y poniendo mucha atención.

La pobreza, la ajena, es algo que atrae mucho a quienes escribimos. En cuanto vemos a un pobre se nos ocurre un cuento. Un pobre es siempre un buen argumento para un cuento e incluso para una novela si se sabe exprimir bien. El problema es que escritores, periodista­s y periodista­s gráficos solemos confundir a los verdaderos pobres con otros que, aun siendo pobres, se dedican a interpreta­r, a sobreactua­r su pobreza porque forman parte de una organizaci­ón, a veces internacio­nal. Y cada dos o tres meses les cambian el guión.

Yo creo que los periodista­s tenemos la obligación de no equivocarn­os de pobre. Y la mejor manera de acertar es ayudar, cada uno como quiera y pueda, a las fundacione­s y organizaci­ones solventes que se ocupan de solucionar los problemas que nunca ha solucionad­o ni solucionar­á la política.

salvador busquets En vez de cantarnos un villancico, dio una rueda de prensa para presentar ‘Frágiles’

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MARTA PÉREZ / EFE Busquets y Omella presentaro­n la campaña de Càritas
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