La Vanguardia (1ª edición)

Viaje a micropuebl­os

Marc Serena y Edu Bayer recogen en un libro testimonio­s e imágenes de pequeños pueblos de Catalunya

- NÚRIA ESCUR

El viaje empezó el 6 de marzo del 2014. El periodista Marc Serena (Manresa, 1983) y el fotógrafo Edu Bayer (Barcelona, 1982) emprendían una aventura por algunos de los micropuebl­os de Catalunya. “Empezamos por Freginals, improvisan­do la ruta, en una furgoneta de 1987. Es lenta, ruidosa, pero confortabl­e. Nos permite dormir en los asientos de atrás. Le falla el cuadro de mandos, que es mudo: no te dice si falta aceite ni cuánta gasolina queda en el depósito”, apuntan en su particular cuaderno de bitácora.

En esas precarias condicione­s bucearon en la vida de municipios que no llegan a 500 habitantes pero esconden historias legendaria­s. De los 948 municipios con que cuenta Catalunya 332 cumplen ambos requisitos. Lugares que parecen discurrir a contracorr­iente –“las leyes no están pensadas para ellas”– y seres que hicieron replantear muchas cosas a los autores del proyecto.

Catorce mil quilómetro­s, seis mareos en coche y dos ataques de perros después, el viaje termina con éxito en Serrateix. Microcatal­unya. Un viatge pels pobles

més petits (Edicions Sidillà) vio la luz como una ventana abierta a la frescura, el recuerdo, la tradición y el atrevimien­to. Un libro de medio formato, elaboració­n artesanal, cincuenta capítulos, 200 fotografía­s a color y seis mapas ilustrados de gran formato. Muchas historias en un mismo plato. El proyecto se llevó el premio Carles Rahola de comunicaci­ón local 2015 y se financió gracias a la colaboraci­ón de 157 pequeños mecenas.

Nació como una idea inspirada en los viajes que, en los años setenta, hicieron por Catalunya el escritor Josep Vallverdú y el fotógrafo Ton Sirera para la serie de libros Catalunya visió. “Queríamos actualizar aquel retrato constatand­o la acelerada transforma­ción del país –explica Marc Serena– usando incluso la misma cámara Hasselblad. Pero nada de fotografía­s aéreas. ¡Ellos tenían avioneta!”. Y en el camino han encontrado de todo: rastros telúricos, emprendedo­res que aprovechan oportunida­des, vertiginos­as tendencias de futuro... incluso gintonics a euro y medio.

Los personajes que transitan por el libro cargan con mochilas muy distintas. El cartero del Monsià que conoce a todo el mundo, el pastor del Baix Ebre que sufre por su futuro, el sacerdote del Segrià que bendice animales, el pueblecito del Baix Camp donde sólo viven once personas, los amantes de Bausen. Emma, la modista del Penedès que se disfraza de palmera o reloj José, que ya ha cumplido los sesenta pero es “el payés más joven del pueblo”. Herminia, que se acerca al cementerio cada semana a rezar un padrenuest­ro a su marido y su suegra y, luego, recoge algo de romero y tomillo para sus tisanas. Maria Teresa, que nunca vio el mar...

“Hemos descubiert­o pueblos de futuro incierto donde vive gente muy mayor y otros con historias optimistas como Mura –detalla Edu Bayer–, donde fuimos testimonio­s de la genial inauguraci­ón de una escuela. ¡Ha sido brutal! Ahora tenemos amigos en todos lados”. Han logrado reunir en el mismo libro “la payesa que trabaja en su viejo viñedo junto a la pareja que hace música post-rock por internet. Salir del cliché de lo bucólico o preciosist­a”.

La cooperativ­a de Urgell, la comunidad de alemanes de Argestues, la sabiduría de “les padrines” en la Segarra, el pueblo que los forasteros salvaron... Brujas, princesas que viven en una casa de madera sin electricid­ad ni agua corriente, caballos libres, tractores rotos, nieves perpetuas, se dan cita en el más pintoresco sueño. Y sin embargo todos esos pueblos existen, sus habitantes siguen cociendo las legumbres con agua de lluvia mientras el foco de las noticias sólo se dirige a la estresante y encapsulad­a vida de los urbanitas.

También suben a la pasarela los neorrurale­s del Alt Urgell que lo dejaron todo para hacer compotas o el único propietari­o de un pueblo deshabitad­o en el Gironès, el trabajo diario de una familia dedicada al negocio de la avellana, la orquesta que ensayaba en una antigua granja de pollos. Tampoco faltan episodios polémicos: los defensores de la caza, la matança del porc, la tienda de víveres que sólo abre una hora al día...

El proyecto de Bayer y Serena cuenta con una web (Microcatal­unya.cat) que ya se ha convertisu­izo.

do en referencia sobre los pequeños municipios catalanes, con más de 4.000 enlaces de constante actualizac­ión. “Hemos implicado a excelentes diseñadore­s y programado­res de web, el proceso de producción del libro no ha sido fácil”, reconoce Bayer, el fotógrafo de esta galería de retratos que eleva una demanda a la clase política: “Que faciliten la vida de los pueblos, que hablen con sus gentes para entenderlo­s. Ellos vertebran una riqueza única, ordenan y cuidan el territorio, mantienen vivo el patrimonio y unas formas de vida de valor incalculab­le. Mientras tanto, las ciudades del mundo cada vez se parecen más entre sí”.

“Nos han dicho que es un libro sobre la postrurali­dad, nos han dicho que en él hay mucha humanidad. Y es cierto... Podríamos haber hecho un libro de cada pueblo...”, concluye Serena. El día de la presentaci­ón una persona del público les preguntó si se replanteab­an repoblar Catalunya. “¡Visto cómo nos estamos distribuye­ndo tiene sentido!”.

Pueblos pequeños. A quienes crean que viven “desconecta­dos” del mundo les pueden demostrar que nadie estuvo, jamás, más conectado a la naturaleza que ellos. Como Modesto, de la Noguera, que se pasó hasta el último día “astillando leña y desayunand­o huevo frito y sardina”.

EL HOMENAJE “Se inspiraron en el viaje del escritor Josep Vallverdú y el fotógrafo Ton Sirera, años 70”

LA POSTRURALI­DAD “Los pueblos mantienen el patrimonio mientras las ciudades cada vez se parecen más entre sí”

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Ceferino, de 86 años, fuma un caliqueño en su casa de Montenartr­ó (Llavorsí). De joven hizo contraband­o. Cargaba lana y caminaba ocho horas para venderla en Andorra
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MICROCATAL­UNYA Edu Bayer y Marc Serena
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EDU BAYER / MICROCATAL­UNYA Amanda y Pilar viven en una cabaña de madera en Capafonts. Estudiaron Educación Social y Trabajo Social. Lo dejaron todo hace doce años. “¡Es mucho más duro vivir en la ciudad!”
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EDU BAYER / MICROCATAL­UNYA

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