Vacaciones peligrosas
“Han venido mejor de las vacaciones de lo que se fueron”, sentenció Luis Enrique en la víspera. Pues mire usted, no lo pareció. Los hechos le quitaron la razón. El asturiano decidió colocar a sus mejores nombres sobre el tapete y la jugada no le salió bien porque su equipo sigue nadando en la irregularidad, como toda la temporada. Alterna buenos minutos con fases espantosas. Combina excelentes movimientos con regalos estúpidos y reiterativos, como la mala entrega de Iniesta en el primer gol o el absurdo saque de banda en el segundo. El equipo blaugrana apaga el interruptor y cuando lo enciende se ve penalizado con más de un aldabonazo. Le sucedió en Vigo. O en Manchester. O ayer.
Un equipo con tanto talento no puede desconectarse de esa manera. Ha de ser más fuerte. Más sólido atrás. Y más letal delante cuando tienes el sacrosanto tridente contra diez y contra nueve. En este sentido, un Madrid con muchas ausencias apareció más convincente y convencido ante el Sevilla que el Barça con sus figuras en San Mamés y eso directamente no es de recibo.
Pero, como puestos a comparar se ha de comparar todo, mientras al Madrid si hace falta le echan una manita extra al Barça no sólo no le ayudaron en la caldera de San Mamés sino que le pusieron la zancadilla a través de las decisiones arbitrales.
Si nefasto estuvo Mateu Lahoz contra el Sevilla, al que perjudicó claramente en dos de los tres goles blancos, lo de ayer de Fernández Borbalán no le fue a la zaga. Ya se sabe que cuando el viento te sopla a favor, todo te va de cara y cuando no, no, pero que el colegiado andaluz no decretara penalti en un derribo clamoroso sobre Neymar es simplemente bochornoso. Se puede llegar a pensar que ni el colegiado ni sus asistentes vieran el mamporro con el antebrazo de Aduriz a Umtiti y que tampoco se atrevieran a señalar una pena máxima menos flagrante sobre Piqué, pero que Fernández Borbalán no se dirigiera a los once metros en la entrada a Neymar no tiene defensa posible, salvo la ineptitud, por no querer pensar algo peor. Mucho después, cuando probablemente ya sabría que se había equivocado, sí que castigó con justicia la dureza del Athletic.
Mal hará el conjunto barcelonista si centra sus análisis sólo en las nebulosas conspiraciones arbitrales, pero tampoco puede esconder la cabeza bajo el ala y hacer como si no hubiera pasado nada. Es perfectamente compatible la crítica hacia los errores de los colegiados con la autocrítica. Van tres años sin ganar el primer partido. Puede que las vacaciones sean peligrosas.