La Vanguardia (1ª edición)

La vida en algoritmos

- Llucia Ramis

Llucia Ramis se fija en la forma en que los algoritmos informátic­os predicen y, de esta forma, guían nuestras respuestas: “Tópico significa lugar común, allí donde van todos. O al menos, allí donde acaban los que carecen de imaginació­n, y pasan y pisan por donde ya pasaron otros. De modo que internet es una guía fácil para turistas de la trivialida­d. Y en su mapa, deja constancia de cómo frecuentam­os el mundo”.

Un cargo del PP andaluz ha sido noticia esta semana porque pasó unos días en Girona y luego contó en Facebook que todos habían sido muy amables con él, educados, simpáticos y le trataron bien. Ni una vez le dijeron a Toni Martín que no le entendían por hablar en castellano. “Así que me voy un poco con la sensación de ser gilipollas”, apunta, por ser “capaz de tragarme todavía esos estereotip­os, esos clichés que tan poco me gustan cuando los aludidos somos nosotros, los andaluces”.

Internet es el eco de los tópicos. No sólo porque ofrece una informació­n en titulares y porque nos conformamo­s con reflexione­s a 140 caracteres. También lo es porque el sistema de algoritmos deduce lo que buscamos a partir de una tendencia mayoritari­a a buscar lo mismo. Tópico significa lugar común, allí donde van todos. O al menos, allí donde acaban los que carecen de imaginació­n, y pasan y pisan por donde ya pasaron otros. De modo que internet es una guía fácil para turistas de la trivialida­d. Y en su mapa, deja constancia de cómo frecuentam­os el mundo.

Por ejemplo, si pones “española” en la ventana de Google.es, aparecen en primer lugar la transición, las aceitunas, la española que enamoró a Justin Bieber y la Legión. Si lo escribes en catalán, salen imágenes de una flamenca, el escudo con el aguilucho y una foto de Franco que hace referencia a la Guerra Civil. Apuntemos “catalana”. La crema y el pa amb tomàquet acompañan a una conocida marca de seguros. En este último caso, no ha influido tanto la consulta internauta como la publicidad.

Sigo jugando. Bajo el concepto “venezolana” hay una galería de tetas y culos. En cambio, el de “peruana” muestra a mujeres andinas con sombrero, poncho y chal de colores. La americana es una chaqueta. Noruega es un país. Francesa, una revolución y un montón de niñas monas con boina. Alemana, rubias de bandera con banderas, cervezas también rubias, y Merkel. Sueca da sorpresas, porque aparece ante todo como una ciudad valenciana. La valenciana es una Comunitat, una fallera y una paella.

China es una república popular, y japonesa, un vídeo de YouTube: “Lo que tienes que saber si quieres casarte con una japonesa”. Con la palabra “rusa”, encontramo­s esta pregunta en Yahoo Respuestas: “¿Alguien sabe hacer la rusa? ¡Que me enseñe!”. Una le da la receta de la ensaladill­a. Otro le explica lo que es la ruleta rusa, y también le describe lo que un tercero define como: “Eso es una cubana de toda la vida de Dios”.

La tailandesa es una comida. La africana, una mujer tribal con aros en la nariz, la cara pintada o un plato incrustado en el labio. Una variante del mismo juego consiste en apuntar “los catalanes son”, o “los andaluces son” y dejar que el texto predictivo de Google acabe la frase. Así se perpetúa la especie prototópic­a. La cuestión es: ¿hasta qué punto se parece a la realidad y nos influye?

El sistema de algoritmos deduce lo que buscamos a partir de una mayoritari­a tendencia a buscar lo mismo

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