Narendra Modi
PRIMER MINISTRO INDIO
La Iglesia india ha entonado el mea culpa por su trato a los parias cristianos y, a la vez, ha emplazado al Gobierno a que acabe con las barreras legales que impiden progresar a los intocables, algo a lo que Modi (66) ha sido reticente.
La Iglesia india ha decidido “dar un paso adelante” en el reconocimiento de la discriminación de los parias en su seno. El fraternal “amaos los unos a los otros” raramente supera la prueba del algodón en el contexto indio de fragmentación de castas. Y a pesar de intermitentes propósitos de enmienda, la última conferencia de obispos católicos indios ha entonado un mea culpa por lo mucho que le queda por hacer para eliminar el prejuicio de la intocabilidad en sus propias filas.
La autocrítica eclesiástica va acompañada de la reclamación a las autoridades indias para que también recapacite y extienda la discriminación positiva a los “parias cristianos”. Con la argucia de que sobre el papel no hay división de castas ni en el cristianismo ni en el islam, un 10 de agosto de 1950 el presidente de India firmó que sólo los adeptos a religiones nacidas en el solar indio tenían derecho a cuotas educativas o de empleo. El objetivo implícito era que los parias –nominalmente hindúes– no cayeran en la tentación de convertirse al cristianismo o al islam para huir de la opresión de las castas dominantes. Desde hace algunos años, la Iglesia india intenta promocionar tal fecha como jornada de lucha contra “el pecado social de la intocabilidad”.
Más de treinta millones de indios son cristianos –uno de cada cuarenta–. Aunque el cristianismo llegó antes a India que a Roma –según palabras de un anterior nuncio–, lo cierto es que después de tantos siglos su penetración ha sido bastante limitada, por el escollo del sistema de castas, que sigue vivito y coleando y que condiciona desde la dieta pasando por el oficio, el nombre y apellido o incluso la religión propia y del cónyuge.
En un tono inusualmente crítico, las diócesis indias recuerdan en su comunicado como, en uno de cada tres pueblos, el personal sanitario se niega a visitar hogares de los parias o intocables (dálits en hindi). Y que en uno de cada cuatro, el cartero no se digna a entregar el correo en los vecindarios de estos marginados, que, asimismo, tienen vetado poner los pies en la comisaría (y no digamos poner una denuncia). Asimismo, recuerdan los obispos, los niños parias tienen que comer a parte en el 37,8% de las escuelas públicas, mientras que en la mitad de las aldeas no pueden usar el pozo principal. “La evidencia demuestra que el Estado ha fracasado en su intento de hacer de India una democracia social”, afirman con rotundidad.
Es cierto que existe la altisonantemente llamada ley de prevención de atrocidades, pero cinco de cada seis acusados sale
Por ley, todos los intocables cristianos o musulmanes no tienen acceso a cuotas educativas o de empleo
impune. Y aunque es poco, los intocables cristianos ni siquiera pueden agarrar a ese atisbo de protección, puesto que es sólo para hindúes, sijs y budistas.
Aunque la autocrítica católica ha encontrado eco, su andanada paralela contra el Gobierno de Narendra Modi y todos sus predecesores ha sido prácticamente silenciada por la prensa, abrumadoramente controlada por las llamadas castas altas. No en vano, la declaración se detiene hasta en los suicidios causados por la discriminación entre estudiantes descastados, tanto dálits como aborígenes, hasta en las instituciones más prestigiosas del sistema educativo indio, donde el profesorado es abrumadoramente brahmán y los estudiantes pertenecen también en muy gran medida a las castas dominantes.
Hace 10 años, una comisión oficial que examinó la cuestión recomendó que la discriminación positiva se extendiera a los parias cristianos. Pero bajo un Gobierno del hinduísta BJP, con Narendra Modi a la cabeza, las posibilidades son nulas.
Sin embargo, el documento episcopal también lamenta que la existencia de iglesias separadas y de curas propios constituye “casi la norma” entre los “parias cristianos”. Incluso después de muertos, no es raro que se les arrincone en un área particular del camposanto o en cementerios propios. Esto, dicen ahora los obispos, debe terminar, y exigen a cada diócesis un calendario a corto y largo plazo para erradicar estos vestigios de intocabilidad.
Cabe decir que los parias están muy infrarrepresentados en el clero, sobre todo en la jerarquía, a pesar de que representan trece de los veinte millones de católicos. La proporción tiene su explicación histórica. Aunque en el siglo XVI a Francisco Javier se le cansaba literalmente la mano de tanto bautizar en la costa del sur de India, lo cierto es que las conversiones se produjeron principalmente entre las subcastas más bajas, como la de los pescadores –en bloque– encantados de que tantos de los apóstoles también lo fueran. Al cabo de un siglo de evangelización, algunos misioneros como el italiano Roberto de Nobili, remedaron las tácticas brahmánicas y ennoblecieron el origen de Jesús, puesto que para la mentalidad india provocaba condescendencia, en el mejor de los casos, que “el enviado de Dios” fuera rematadamente pobre e hijo de pobres. Luego, no sólo las antiquísimas religiones autóctonas sino también la cultura del lugar terminaron permeando el cristianismo indio, de modo que en zonas del sur del país, por ejemplo, hay muchas iglesias en las que sería impensable entrar con zapatos, y hasta algunas en las que jamás entrará ningún banco y donde los feligreses católicos se sientan en el suelo.
Ciertamente, hablar de castas cristianas puede parecer una contradicción, pero mirar hacia otro lado no arregla nada, por lo que la conferencia de obispos –que agrupa también a dos iglesias orientales sujetas a Roma– ha decidido empezar a elaborar un censo de castas entre los cristianos. También exigen a todas las diócesis la adopción de mecanismos que promuevan las vocaciones entre los parias, así como los matrimonios entre distintas castas.
A diferencia de China, India nunca fue pasto favorito de los franciscanos y pasó de los dominicos a los jesuitas. Sin embargo los vientos franciscanos del Vaticano llevan a hablar de una “Iglesia de los pobres y no sólo para los pobres” e incluso a elogiar los “valores contraculturales y liberadores” de la cultura paria.
El documento eclesiástico hasta tiene un recuerdo para el 125 aniversario de B.R. Ambedkar, el paria padre de la Constitución e ídolo de los descastados. No sólo retoman su lema de “educar, agitar, organizar”, sino también su crítica a los que confundieron crear seguidores de Cristo con crear cristianos.
Estos vientos soplan con mayor convicción después de la canonización de santa Teresa de Calcuta, que dedicó su vida a facilitar una buena muerte a los más pobres entre los desahuciados. Sin embargo, más allá del envoltorio desarrollista, la polarización religiosa es una de las armas más socorridas en el arsenal del actual Gobierno indio. Por ello, el Vaticano se cuidó mucho de canonizar a algunos religiosos nacidos en India en los años inmediatamente interiores y Francisco evitó India en su viaje asiático de hace un año que sin embargo lo llevó a Sri Lanka... para canonizar a un indio.
En los últimos años, el Vaticano ha ido con pies de plomo para evitar el choque con los distintos gobiernos indios