Inteligencia suicida
La eclosión del dron suicida fabricado por la industria israelí ha revisado el concepto de espionaje en Oriente Medio
Con larga experiencia en el uso de armamento militar con todo tipo de finalidades, Israel ha sacado al mercado un dron que, como los antiguos kamikazes japoneses, tiene como objetivo estrellarse contra su objetivo para destruirlo o asesinarlo, a gusto del consumidor.
Israel es uno de los primeros exportadores de aviones sin piloto: los vende e incluso los alquila a otros estados
En los cielos de Oriente Medio hay un nuevo protagonista que rastrea el espacio aéreo de Siria, Irak, Afganistán, Yemen, Gaza y Libia: los aviones sin piloto o drones de inteligencia que en los últimos tiempos han dado lugar a la aparición del dron suicida.
Las industrias aeronáuticas israelíes desarrollaron en el 2013 el Harop, que puede despegar desde tierra o mar, puede volar hasta seis horas y alcanza una distancia máxima de 1.000 kilómetros, lo suficiente como para llegar a Irán desde Israel. Mide dos metros y medio de largo y pesa 35 kilos. El dron es controlado por un operador en tierra que lo dirige hacia un objetivo muy concreto contra el que se estrellará, destruyéndolo en el acto. Hasta el momento de explotar –por ejemplo, para el asesinato selectivo de un cabecilla terrorista–, el llamado dron suicida filma y envía imágenes hacia su base. En cualquier momento, el operador del aparato puede frenar el ataque.
El dron suicida se ha vendido ya a los ejércitos de algunos países, entre ellos el israelí. India adquirió diez unidades por un valor de más de 100 millones de dólares.
Una de las principales competencias de las industrias aeronáuticas israelíes es otra compañía del mismo país, Elbit Systems, que recientemente anunció su propia versión del dron suicida llamada Skystriker; este puede ser armado con una cabeza de cinco o diez kilos de explosivos, es capaz de llevar a cabo ataques de enorme exactitud a cientos de kilómetros de distancia mediante sistemas de navegación autónoma y es definido como “silencioso, invisible y sorpresivo”.
Desde que EE.UU. declaró su guerra mundial contra el terror en el 2001, los asesinatos selectivos desde el aire se han multiplicado, sobre todo a manos del ejército norteamericano. Según fuentes estadounidenses consultadas por La
Vanguardia, son varios miles los casos de asesinatos selectivos que el ejército estadounidense ha cometido con drones en los últimos 15 años en la zona de Pakistán, Afganistán, Irak, Yemen y Libia. “Entre un dron y un misil hay varias categorías intermedias. El dron suicida puede recoger información y finalmente atacar una sola vez”, dice el director de aviones sin piloto de Elbit Systems, Elad Aharonson.
EE.UU. empezó en el 2001 con 50 drones en su arsenal. Hoy en día cuenta con cerca de 10.000, pero ya no tiene el monopolio sobre el arma del siglo XXI; más de 70 países disponen de algún tipo de avión similar. Son pocos los que cuentan con drones armados, entre ellos Estados Unidos, Reino Unido, Australia y, en los últimos años, Israel, que se convirtió en uno de los principales exportadores de aviones sin piloto y de sus tecnologías, vendiéndolos e incluso alquilándolos a países de África, América Latina, Asia y también a Rusia.
El dron fue originalmente concebido como un juguete con un motor de cortacésped. Israel y EE.UU. empezaron a utilizar drones a finales de los años setenta. Israel lo usó en combate por primera vez en la guerra del Líbano de 1982. Desde entonces ninguna operación militar israelí tiene lugar sin estar apoyada por estos aviones sin piloto.
EE.UU. entrena hoy más operadores de drones que pilotos de combate, lo que reduce los riesgos de sufrir daños o perder la vida de los mismos así como el precio económico. El Gobierno de Brasil utilizó drones israelíes durante el Mundial de fútbol y los recientes Juegos Olímpicos de Río, y lo mismo ocurrió en la conferencia de la OTAN en Polonia el pasado julio.
En octubre, un dron con una carga explosiva lanzado por el Estado Islámico en el norte de Irak mató a varios soldados kurdos.
En EE.UU. y en Israel son conscientes que los grupos radicales como Hizbulá, Hamas y el Estado Islámico intentan desarrollar drones ofensivos para combatir fuego con fuego.
Amir Dettesh, director de márketing de Elbit Systems, rechaza ante La Vanguardia las acusaciones de que los drones provocan enormes efectos colaterales y víctimas inocentes: “Es todo lo contrario. Su exactitud es tan alta que normalmente sólo se provoca la muerte de los cabecillas terroristas, que podrían estar planeando un atentado en cualquier capital del mundo”. Y añade: “Tampoco es del todo correcto decir que se trata de un avión sin piloto; el piloto está en la sala de control y dirige el dron en todo momento. La mayoría de los drones, como los Hermes 450 y Hermes 900 que sobrevuelan los Altos del Golán, territorio sirio anexionado por Israel, tienen únicamente una función de inteligencia. Portan un sensor electroóptico con una cámara térmica de gran exactitud que puede filmar cualquier objetivo sospechoso de día o de noche con gran resolución; y un radar que puede filmar todo lo que ocurre en una ciudad del tamaño de Barcelona. El Hermes 900 –prosigue– cuenta también con un sistema Comint que permite escuchas telefónicas y controlar sistemas de comunicación. Nos permiten hacer volar el Hermes 900 sobre todo el norte de Israel, haciendo zoom sobre carreteras en las que pasan vehículos militares o sobre todo tipo de edificios supuestamente sospechosos”. El dron incluso encontró y grabó a este corresponsal, que pudo ver su rostro en todo detalle.
Elad Aharonson, que lleva 12 años en Elbit opina: “Si en Berlín hubiera habido un dron de este tipo sobrevolando la ciudad en los días anteriores a la Navidad, habríamos sabido de inmediato quién fue el responsable del atentado del camión, de dónde procedía, dónde paró durante el trayecto, quién le ayudó y más”. Aharonson cree que en el futuro, como parte de la lucha contra el terrorismo y el crimen, gran parte de los países europeos y de Norteamérica aprobarán leyes que permitirán el sobrevuelo de drones a gran altura. “Probablemente –concluye– cada gran ciudad tendrá su propio dron”.