Ripoll abre su puerta
Las obras de restauración han permitido recuperar restos de la pintura medieval del pantocrátor
El monasterio de Ripoll vuelve a lucir su portada románica, libre de andamios, después de una larga restauración que ha eliminado la capa de resina aplicada en los años sesenta y ha mejorado la definición del trabajo escultórico.
La restauración de la portalada del monasterio de Ripoll ha permitido recuperar algunos restos de la pintura medieval del pantocrátor o Cristo en actitud mayestática que preside esta obra caudal del arte románico catalán y que opta a engrosar la lista de maravillas de la Unesco. Un grupo de conservadores, coordinados por el Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya, que han participado durante cuatro meses y medio en los trabajos de limpieza y consolidación de esta auténtica Biblia esculpida en piedra del siglo XII –que mide 11 metros de ancho por 7 de alto– han eliminado parte de la pintura aplicada sobre la piedra, lo que ha permitido poner al descubierto restos de la policromía original del rostro del pantocrátor y de los ángeles que le rodean, así como el dorado de la barba y el cabello del Cristo. Es una de las aportaciones más significativas de unos trabajos que arrancaron en septiembre y han permitido también consolidar las zonas más degradadas del monumento y eliminar materiales añadidos.
La última actuación, que con el tiempo se ha demostrado perjudicial para el grupo escultórico, tuvo lugar en 1964 y consistió en consolidar la piedra con catorce capas de resina acrílica para protegerla de agresiones externas. Ahora se ha retirado mediante técnicas de láser, microproyección y acetona parte de esa resina que se había ennegrecido y acumulaba una gran cantidad de suciedad y polvo. El equipo de conservadores ha preferido no retirar toda la capa sintética porque podría poner en riesgo la estabilidad de la piedra. También se han eliminado mecánicamente, con martillo y escoplo, el yeso y piedras utilizadas a finales del siglo XIX para cohesionar las cornisas y rejuntar bloques que se habían ido separando con el tiempo. Los restauradores han unificado estos espacios con morteros de arena y cal de un color parecido al de la portada y han sellados fisuras, grietas o fracturas. Los trabajos han permitido recuperar la definición del trabajo escultórico –que contiene escenas bíblicas, motivos vegetales y geométricos– que con la degradación y la suciedad acumulada había perdido legibilidad. El coste, de 125.000 euros, ha sido financiados por el patronato del monasterio de Ripoll, la Diputación de Girona y el Departament de Cultura de la Generalitat.
Uno de conservadores, Rudi Ranesi, explica que aún se mantienen incógnitas, como quién es el autor de la capa de pintura negra en la parte central y en qué momento se realizó. Ranesi dice que existen múltiples hipótesis, aunque ninguna del todo contrastada: como que se pintara durante el barroco porque los colores medievales se habían deteriorado y los gustos eran otros o que se interviniera en la parte que quedó más afectada por el incendio de 1835. Ranesi explica que sólo se ha retirado la pintura negra de las zonas escultóricas donde se conservan policromías y dorados.
Xavier Rudé, miembro del patronato, confía en que sea un espaldarazo a la candidatura al patrimonio mundial de la Unesco y al turismo cultural (cada año la iglesia es visitada por unas 50.000 personas).
La restauración ha eliminado las capas de resina que se colocaron en 1964 para proteger la piedra