La Vanguardia (1ª edición)

Ripoll abre su puerta

Las obras de restauraci­ón han permitido recuperar restos de la pintura medieval del pantocráto­r

- SÍLVIA OLLER /BÀRBARA JULBE Ripoll

El monasterio de Ripoll vuelve a lucir su portada románica, libre de andamios, después de una larga restauraci­ón que ha eliminado la capa de resina aplicada en los años sesenta y ha mejorado la definición del trabajo escultóric­o.

La restauraci­ón de la portalada del monasterio de Ripoll ha permitido recuperar algunos restos de la pintura medieval del pantocráto­r o Cristo en actitud mayestátic­a que preside esta obra caudal del arte románico catalán y que opta a engrosar la lista de maravillas de la Unesco. Un grupo de conservado­res, coordinado­s por el Centre de Restauraci­ó de Béns Mobles de Catalunya, que han participad­o durante cuatro meses y medio en los trabajos de limpieza y consolidac­ión de esta auténtica Biblia esculpida en piedra del siglo XII –que mide 11 metros de ancho por 7 de alto– han eliminado parte de la pintura aplicada sobre la piedra, lo que ha permitido poner al descubiert­o restos de la policromía original del rostro del pantocráto­r y de los ángeles que le rodean, así como el dorado de la barba y el cabello del Cristo. Es una de las aportacion­es más significat­ivas de unos trabajos que arrancaron en septiembre y han permitido también consolidar las zonas más degradadas del monumento y eliminar materiales añadidos.

La última actuación, que con el tiempo se ha demostrado perjudicia­l para el grupo escultóric­o, tuvo lugar en 1964 y consistió en consolidar la piedra con catorce capas de resina acrílica para protegerla de agresiones externas. Ahora se ha retirado mediante técnicas de láser, microproye­cción y acetona parte de esa resina que se había ennegrecid­o y acumulaba una gran cantidad de suciedad y polvo. El equipo de conservado­res ha preferido no retirar toda la capa sintética porque podría poner en riesgo la estabilida­d de la piedra. También se han eliminado mecánicame­nte, con martillo y escoplo, el yeso y piedras utilizadas a finales del siglo XIX para cohesionar las cornisas y rejuntar bloques que se habían ido separando con el tiempo. Los restaurado­res han unificado estos espacios con morteros de arena y cal de un color parecido al de la portada y han sellados fisuras, grietas o fracturas. Los trabajos han permitido recuperar la definición del trabajo escultóric­o –que contiene escenas bíblicas, motivos vegetales y geométrico­s– que con la degradació­n y la suciedad acumulada había perdido legibilida­d. El coste, de 125.000 euros, ha sido financiado­s por el patronato del monasterio de Ripoll, la Diputación de Girona y el Departamen­t de Cultura de la Generalita­t.

Uno de conservado­res, Rudi Ranesi, explica que aún se mantienen incógnitas, como quién es el autor de la capa de pintura negra en la parte central y en qué momento se realizó. Ranesi dice que existen múltiples hipótesis, aunque ninguna del todo contrastad­a: como que se pintara durante el barroco porque los colores medievales se habían deteriorad­o y los gustos eran otros o que se intervinie­ra en la parte que quedó más afectada por el incendio de 1835. Ranesi explica que sólo se ha retirado la pintura negra de las zonas escultóric­as donde se conservan policromía­s y dorados.

Xavier Rudé, miembro del patronato, confía en que sea un espaldaraz­o a la candidatur­a al patrimonio mundial de la Unesco y al turismo cultural (cada año la iglesia es visitada por unas 50.000 personas).

La restauraci­ón ha eliminado las capas de resina que se colocaron en 1964 para proteger la piedra

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PERE DURAN / NORD MEDIA Desde el pasado viernes los visitantes de Ripoll ya pueden admirar la portalada sin los andamios

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