Por sus tuits le conoceréis
Los micromensajes del Donald Trump resultan conflictivos cuando ataca, pero también al intentar favorecer a amigos
Ese lugar común de origen bíblico –“por sus obras le conoceréis”– tiene una versión ampliada y moderna a partir de Donald Trump. Además de sus obras, cuya culminación es ese rascacielos de oropel, mármoles y cascada de la Quinta Avenida de Manhattan, al presidente electo se le conoce por su Twitter. Revisar su febril actividad con los micromensajes se ha convertido en obligación para cualquiera que quiera estar informado y saber por donde dispara.
Por lo general, el uso que hace de su cuenta tiene una finalidad intimidatoria.Todo aquel que le molesta, que dice algo que le incomoda o que le lleva la contraria, sabe que cuenta con todos los números para ser vilipendiado.
No hay que ir muy lejos. Al congresista John Lewis, referente de integridad en Washington, icono de los derechos civiles y amigo de Martin Luther King, se le ocurrió declarar que Trump no está legitimado para ocupar la Casa Blanca por la injerencia rusa y que no piensa asistir a la inauguración. Es el primer líder demócrata que públicamente expone esta cuestión. La respuesta no tardó y, sin respeto alguno por la historia y la lucha racial, el presidente electo le ridiculizó ayer replicando que Lewis debería trabajar y hacer algo en lugar de hablar y hablar.
A Trump le indicaron que, si alguien ha arriesgado, ese es Lewis, hombre de acción que sufrió la brutalidad policial en la marcha de Selma (Alabama) de 1965, y que siempre ha estado al frente, sin perder la dignidad. Que se ha sacrificado por su país mucho más de lo que nunca ha hecho el magnate. Otros congresistas se volcaron en apoyo de Lewis y aseguraron que tampoco asistirán a la fiesta del día 20.
Este golpe de Twitter se produjo en el fin de semana que se conmemora al reverendo King. Disputas como estas no hacen más que reforzar las encuestas. Según un sondeo de la Universidad Quinnipiac, el 64% de los estadounidense prefiere que Trump cierre su cuenta en esta red social. Se ve como un peligro que deja obsoleto al teléfono rojo.
Las escaramuzas suceden de madrugada, así se le atragante el desayuno al osado y las cadenas
Perplejidad en EE.UU. por el insulto a John Lewis, referente ético, héroe de Selma y amigo de Luther King
por cable dispongan de material fresco. Los estudiosos de su cuenta en Twitter aparecen como antes los kremlinólogos . Su temperamento es de ida y vuelta. A Hillary Clinton le perdonó la vida, hasta que ha decidido volver a la carga.
Pero a veces le sale un ramalazo de gentileza, por supuesto dedicado a sus admiradores. Y resulta que a la prensa –su enemigo más deseado– tampoco le satisface y le da la vuelta al calcetín.
Al presidente electo le dio este pasado jueves por animar a sus seguidores a comprar en los establecimientos L.L. Bean. Linda Bean, una de las nietas del fundador, ilegalmente donó un superpack de apoyo a Donald Trump. Su aportación superó los 60.000 dólares estipulados para un contribuyente. Eso propició una llamada al boicot a esta sociedad.
“Gracias a Linda Bean por tu coraje... La gente debe ayudaros ahora más que nunca. Comprad en L.L. Bean”, contestó Trump.
Un comentario de este tipo, dentro de siete días, puede traerle graves problemas. La política de la Casa Blanca prohíbe que el presidente favorezca a una compañía o producto. A Trump, dispuesto a limpiar la ciénaga, la ética parece preocuparle poco.