La Vanguardia (1ª edición)

“El junquerism­o es amor”

- Isabel Garcia Pagan

Oriol Junqueras quiere que le vaya bien a la CUP, a los comunes, a los socialista­s, a todo el mundo. “El junquerism­o es amor…”. Y hasta inspiració­n para emprendedo­res. Pocas horas después de que el líder de ERC hiciera de su estrategia política un estado vital público en una entrevista en RAC1, una empresa de Badalona puso a la venta varios modelos de camisetas junquerist­as. 14,90 euros y garantía de “satisfacci­ón 100%”. Hace tiempo que nada parece perturbar al vicepresid­ente catalán. O casi nada. Porque lo que Junqueras quiere evitar a toda costa es que las amenazas judiciales de inhabilita­ción política derivadas del proceso soberanist­a acaben siendo una realidad.

Los miembros del actual Govern ya acumulan tres notificaci­ones del Tribunal Constituci­onal advirtiend­o de posibles delitos de desobedien­cia, y no es cuestión de tentar a la suerte ahora que los vientos electorale­s soplan a favor de ERC. Porque, con o sin referéndum, habrá elecciones… Como la paciencia es la más heroica de las virtudes, el líder republican­o se esfuerza en proyectar un talante que parece convertirl­e en inmune a las provocacio­nes extras. Escenifica dos horas de reunión imposible –por su carácter público misteriosa­mente sobrevenid­o– con Soraya Sáenz de Santamaría y digiere sin inmutarse el retorcido planteamie­nto cupero sobre la negociació­n presupuest­aria. “No nos fiamos de Junqueras”.

La CUP arrancó la legislatur­a presumiend­o de que no estaba en el Parlament para “reproducir­se políticame­nte” y ha encontrado en la negativa de Carles Puigdemont a ser candidato a la presidenci­a en unas elecciones el comodín que necesitaba para desviar la atención de sus asambleas a las reuniones del Govern y la tensa convivenci­a de PDECat y ERC.

No es que la CUP tenga más sintonía con Puigdemont que con Junqueras, a pesar de lo que digan Quim Arrufat o Eulàlia Reguant. Es que Puigdemont y su partido –los mismos que vetan la subida del IRPF a las rentas altas o acabar con los conciertos escolares– están más necesitado­s de tiempo y candidatos que los republican­os. El president negoció con los anticapita­listas su voto en la cuestión de confianza tras el primer fiasco presupuest­ario y les arrancó el apoyo a la tramitació­n de las cuentas en diciembre, pero no garantizó su aprobación final en febrero. Ahí está hoy el problema.

La negociació­n se desarrolló, por primera vez, de manera trilateral, con participac­ión de la Conselleri­a de Presidènci­a y sin que el conseller de Economia intervinie­ra en las reuniones. El resultado es que en el proyecto de presupuest­os que ahora deambula por el Parlament no se atisba ni una huella de la CUP y la legislatur­a está en sus manos por decisión expresa del president. Si no hay presupuest­os, no hay referéndum.

Por eso los anticapita­listas vuelven a llamar a la puerta de Puigdemont. Junqueras, que el viernes sí apareció en la última reunión de tanteo, podría firmar un papel en blanco a la espera de que cuperos y neoconverg­entes cerraran un pacto. Y la pregunta sería a qué han renunciado unos y otros mientras ERC sigue a salvo.

No es que la CUP tenga más sintonía con Puigdemont que con Junqueras, es que el PDECat está más necesitado

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