“El junquerismo es amor”
Oriol Junqueras quiere que le vaya bien a la CUP, a los comunes, a los socialistas, a todo el mundo. “El junquerismo es amor…”. Y hasta inspiración para emprendedores. Pocas horas después de que el líder de ERC hiciera de su estrategia política un estado vital público en una entrevista en RAC1, una empresa de Badalona puso a la venta varios modelos de camisetas junqueristas. 14,90 euros y garantía de “satisfacción 100%”. Hace tiempo que nada parece perturbar al vicepresidente catalán. O casi nada. Porque lo que Junqueras quiere evitar a toda costa es que las amenazas judiciales de inhabilitación política derivadas del proceso soberanista acaben siendo una realidad.
Los miembros del actual Govern ya acumulan tres notificaciones del Tribunal Constitucional advirtiendo de posibles delitos de desobediencia, y no es cuestión de tentar a la suerte ahora que los vientos electorales soplan a favor de ERC. Porque, con o sin referéndum, habrá elecciones… Como la paciencia es la más heroica de las virtudes, el líder republicano se esfuerza en proyectar un talante que parece convertirle en inmune a las provocaciones extras. Escenifica dos horas de reunión imposible –por su carácter público misteriosamente sobrevenido– con Soraya Sáenz de Santamaría y digiere sin inmutarse el retorcido planteamiento cupero sobre la negociación presupuestaria. “No nos fiamos de Junqueras”.
La CUP arrancó la legislatura presumiendo de que no estaba en el Parlament para “reproducirse políticamente” y ha encontrado en la negativa de Carles Puigdemont a ser candidato a la presidencia en unas elecciones el comodín que necesitaba para desviar la atención de sus asambleas a las reuniones del Govern y la tensa convivencia de PDECat y ERC.
No es que la CUP tenga más sintonía con Puigdemont que con Junqueras, a pesar de lo que digan Quim Arrufat o Eulàlia Reguant. Es que Puigdemont y su partido –los mismos que vetan la subida del IRPF a las rentas altas o acabar con los conciertos escolares– están más necesitados de tiempo y candidatos que los republicanos. El president negoció con los anticapitalistas su voto en la cuestión de confianza tras el primer fiasco presupuestario y les arrancó el apoyo a la tramitación de las cuentas en diciembre, pero no garantizó su aprobación final en febrero. Ahí está hoy el problema.
La negociación se desarrolló, por primera vez, de manera trilateral, con participación de la Conselleria de Presidència y sin que el conseller de Economia interviniera en las reuniones. El resultado es que en el proyecto de presupuestos que ahora deambula por el Parlament no se atisba ni una huella de la CUP y la legislatura está en sus manos por decisión expresa del president. Si no hay presupuestos, no hay referéndum.
Por eso los anticapitalistas vuelven a llamar a la puerta de Puigdemont. Junqueras, que el viernes sí apareció en la última reunión de tanteo, podría firmar un papel en blanco a la espera de que cuperos y neoconvergentes cerraran un pacto. Y la pregunta sería a qué han renunciado unos y otros mientras ERC sigue a salvo.
No es que la CUP tenga más sintonía con Puigdemont que con Junqueras, es que el PDECat está más necesitado