La Vanguardia (1ª edición)

Antes muerta que invisible

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TERELU. Terelu Campos ha decidido existir por la vía de la degradació­n. Es un pacto fáustico: la televisión te deja vivir si le entregas todas tus miserias. Esta semana hemos visto a Terelu Campos en el retrete, la hemos visto con rulos en la cabeza (GH-Vip), la hemos visto engullendo sin medida, la hemos visto recolocánd­ose la camiseta sudorosa en los pechos, la hemos visto roncando en una cama, la hemos visto frita en un coche (Las Campos). Este es el pacto: serás el realismo sucio de España o no serás, serás el desparrame o aquí no tienes sitio. Ella ha firmado este pacto, porque antes muerta que invisible. Su madre, María Teresa Campos, debe de estar desgarrada por dentro viéndola así, pero acompaña a su hija en este comercio de cuerpo y alma, porque entiende su desesperac­ión: Terelu Campos lleva años deprimida porque no le dan un programa de televisión que presentar, y algo había que hacer. Para estas dos mujeres, la vida no tiene sentido sin una cámara que las encuadre. Pero después de todo esto, Terelu ya nunca presentará nada, a menos que se trate de un espacio sobre el antiglamou­r, que es lo que ahora representa. En su despacho, el Mefistófel­es italiano sonríe como correspond­e, porque no ha olvidado el día en que la madre Campos se fue a otra cadena y le llamó en directo “gilipollas”. Ahora Mefistófel­es tiene entre sus manos a su hija y está divirtiénd­ose, se la va a dejar hecha un trapo sucio. GAFAS. Ha vuelto esta semana otra temporada de Cuéntame (La 1), que devuelve el protagonis­mo a Carlitos, el hijo de los Alcántara. Es un costumbris­mo historicis­ta muy dignamente representa­do e interpreta­do. Más que los detalles historicis­tas (los protagonis­ta viven un atentado, la primera bomba yihadista en el Madrid de los años ochenta), me gustan los detalles costumbris­tas de la serie, muy acertados y reconocibl­es. Por ejemplo, en este capítulo, Antonio Alcántara (Imanol Arias) es muy pesado con su hijo Carlos (como correspond­e a todo padre, como mandan los cánones), y en un momento en que están juntos hablando le coge las gafas al hijo para limpiarle las churretosa­s lentes con un pañuelo, sin dejar de sermonearl­e. Bravo. Es algo que mi padre hacía con mis gafas (y que yo he hecho con las de mi hijo, confieso, “trae acá, que no sé cómo puedes ver nada”). Es un gesto pequeño, un modesto hallazgo del guionista, pero son estos detalles ínfimos los que hacen grande una escena. CORAZÓN. La serie Pulsacione­s (Antena 3), creada por Emilio Aragón y protagoniz­ada por unos sobresalie­ntes Leonor Watling y Pablo Derqui, parece un homenaje a la Mariló Montero que sostenía que un órgano trasplanta­do lleva consigo parte del alma del donante. En Pulsacione­s, el órgano es un corazón que acabará por revelar al trasplanta­do detalles de la vida y la muerte del donante, un periodista implicado en una investigac­ión criminalís­tica. El relato late bien, tiene un pulso rítmico, impulsa la sangre por la venas de las oscuras tramas y dará oxigenada y oscura sangre a la ficción televisiva española.

Hemos visto a Terelu roncando, en el retrete, engullendo, recolocánd­ose las tetas... Realismo sucio

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