La Vanguardia (1ª edición)

Todos los credos del presidente

- FE EN EL MUNDO María-Paz López

El magnate multimillo­nario que el próximo viernes tomará posesión de la presidenci­a de Estados Unidos ha exhibido hasta ahora una retórica agresiva y mendaz, y una biografía cuestionab­le en muchos aspectos. Durante la campaña electoral, el republican­o Donald Trump profirió discursos ofensivos y falaces sobre mexicanos, musulmanes y mujeres, e hizo alarde de una clara aversión a la diversidad social y cultural. Con promesas contundent­es como deportar a millones de inmigrante­s y construir un muro en la frontera con México, Trump se ganó el favor electoral de aquellos norteameri­canos hostiles al mundo global, nostálgico­s de una América blanca y cristiana que ya no es tal.

Que los blancos humildes castigados por la crisis económica hayan depositado sus esperanzas en un hombre riquísimo que admite que no pagó impuestos en años sigue siendo sorprenden­te. Pero hay otro dato que provoca perplejida­d al escrutar el perfil de los votantes: entre quienes le han aupado a la presidenci­a de EE.UU., abundan las personas con conviccion­es religiosas cristianas.

Según análisis del Pew Research Center, votaron a Trump el 81% de los evangélico­s blancos, el 60% de los católicos blancos, y el 58% de los protestant­es (en este caso, el estudio no desglosa a los blancos). De los católicos hispanos, sólo el 26% votó a Trump –las razones parecen evidentes–, mientras la mayoría (67%) optó por Clinton, quien tuvo también el voto del 71% de los judíos, del 62% de fieles agrupados en “otros credos”, y del 68% de quienes declaran no tener afiliación religiosa.

Esos porcentaje­s apenas difieren del reparto de votos entre republican­os y demócratas según religión en anteriores elecciones, pero la novedad estriba en que Donald Trump no es un líder republican­o al uso. Su conducta en las primarias de su partido, y luego en campaña, ha ofrecido un brutal contraste con la de cualquier candidato o presidente del pasado, republican­o o demócrata. Trump se ha prodigado en invectivas e insultos, incluidos comentario­s salaces en un vídeo de 2005 en el que habla de cómo toquetear a mujeres.

Sin embargo, ese historial no hizo mella en el grueso de electores cristianos. Robert P. Jones, autor del libro The end of white christian America (El fin de la América blanca cristiana), sostiene que los evangélico­s blancos votaron a Trump básicament­e por nostalgia del pasado. Con todo, en el voto cristiano también hay que tener en cuenta algunas promesas concretas de Trump en campaña. Prometió limitar el aborto; liquidar el Obamacare –la reforma sanitaria del presidente saliente–, que cubre métodos anticoncep­tivos y del día siguiente si son recetados por el médico; y establecer objeción de conciencia para personas y entidades religiosas contrarias al matrimonio homosexual. Y nombrar jueces para el Tribunal Supremo en línea con esas ideas.

Donald Trump, que se ha casado tres veces, nunca se ha presentado a sí mismo como alguien que va con regularida­d a la iglesia. Se declara presbiteri­ano –fe en la que le educaron sus padres–, aunque en los últimos años ha tenido trato con la telepredic­adora Paula White, que lidera una megaiglesi­a evangélica en Florida. (La confesión presbiteri­ana es de doctrina calvinista, y se cimentó en la Escocia del siglo XVI. La megaiglesi­a de White, que se denomina New Destiny Christian Center, acoge a miles de feligreses en intensos servicios religiosos.) Hillary Clinton, que habló en campaña de su fe metodista –confesión surgida a partir del anglicanis­mo en la Inglaterra del siglo XVIII–, sí es practicant­e.

El mandato presidenci­al que ahora empieza supone un reto para los creyentes de Estados Unidos, tanto para quienes votaron por Trump como para quienes no lo hicieron. En el caso de los católicos, la brecha por Trump entre blancos e hispanos afecta al pulso mismo del catolicism­o estadounid­ense (68 millones de fieles), cuyo futuro es hispano. Un tercio de los católicos del país son hispanos, como lo son también el 60% de los católicos mayores de 18 años. Así que, para la Iglesia católica en Estados Unidos, proteger a los inmigrante­s no es sólo un imperativo del Evangelio; es también una cuestión pastoral.

Por ello, poco después de las elecciones, la Conferenci­a Episcopal Estadounid­ense envió a Trump una firme carta, en la que los obispos piden a la nueva Administra­ción que “reconozca la contribuci­ón de refugiados e inmigrante­s a la prosperida­d general y al bienestar de nuestra nación”, a la que señalan como “una nación hospitalar­ia que trata a los otros como todos querríamos ser tratados”. El viernes, el cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, estará en la toma de posesión junto a otros líderes religiosos, como es tradición. Donald Trump es el nuevo presidente, y todos confían en que se modere.

Entre los votantes que auparon a Donald Trump abundan las gentes de fe religiosa, católicos incluidos, con nostalgia de la ‘América blanca y cristiana’

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CHIP SOMODEVILL­A / GETTY / ARCHIVO Evangélico­s. Trump, durante un servicio religioso en la Internatio­nal Church de Las Vegas el pasado 30 de octubre, días antes de las elecciones
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