Fascinante egolatría con marchamo de clásico
Aunque no tengan mucho que ver en actitudes, reflexiones y aparentes gustos musicales, al igual que a Moby al petulante Morrissey le preocupan sobremanera los derechos de los animales. Pero cuando hace ya un montón de años pasaba una tarde-noche en el pub British Flag de Londres tomando unas cervezas con Chrissie Hynde, pareció hacerle gracia el hecho de que la cantante de los Pretenders mordiera en el cuello a un terrier: “El perrillo queda inmóvil en un espasmo. El dueño del perro y el personal moribundo del bar contemplan horrorizados la escena. La vida con Chrissie. No me la perdería por nada del mundo”.
Anécdotas sabrosas, surreales a menudo, salpimentan la Autobiografía firmada por Morrissey (1959), el cantante británico que flirtea con la genialidad, la egolatría y la polémica a partes casi iguales. Una obra que se ha publicado finalmente en España (Malpaso) tres años después de aparecer en su país de origen ocasionando revuelo esperable, comenzando por el hecho escandaloso –para los puristas– de que fuera publicado en la colección Penguin Classics. Narrada en primera persona (lo contrario sí hubiera sido noticiable), las parcelas personales del autor van apareciendo desmenuzadas con su afilada prosa, florida hasta extremos que rozan el delirio, desde una “infancia desgraciada” hasta el hallazgo de la música como vía de escape pasando por una adolescencia marcada por colegios muy disciplinados.
Transgresora de las estructuras literarias ortodoxas, esta obra viene a ser como la gloriosa victoria de los Smiths cuando supieron amalgamar de forma magistral lo clásico y lo excéntrico del pop.