La Vanguardia (1ª edición)

El casino será pequeñito

- Llàtzer Moix

Uno de los episodios más vergonzoso­s para la democracia española –y la catalana– fue el forcejeo entre Madrid y Catalunya para seducir al magnate del juego Sheldon Adelson y quedarse con Eurovegas. Es decir, un macrocompl­ejo de ocio integrado, según el plan inicial, por doce hoteles, seis casinos con 1.065 mesas de juego y 18.000 tragaperra­s, tres campos de golf, etcétera. Digo que fue vergonzoso porque las administra­ciones públicas, entonces con el agua de la crisis al cuello, parecían dispuestas a todo con tal de acariciar los 164.000 empleos directos y los 97.000 indirectos que prometían los promotores. Y al decir todo incluyo la aceptación de excepciona­les reformas legales, urbanístic­as y fiscales (también una reducción del IVA del 55% al 10%, cuando, por ejemplo, el de los productos y actividade­s culturales subió del 8% al 21%), inadmisibl­es para toda persona sensata, por lo que tenían de vulneració­n del principio de igualdad ante la ley y por su abusiva codicia.

Cuando perdió la partida, en el 2012, la Generalita­t se sacó de la manga el plan alternativ­o Barcelona World, otro megacomple­jo de ocio, situado en Tarragona. Esta vez el gobierno catalán iba de la mano de Enrique Bañuelos, operador que en tiempos de burbuja inmobiliar­ia se lucró a gran escala. Según el plan inicial, Barcelona World iba a incluir seis zonas de ocio y juego. Cuatro años después, el proyecto sigue vivo, tras ser sustituido Bañuelos por los operadores Melco (propiedad del mayor dueño de casinos de Macao), Hard Rock y el Grupo Peralada. Además, ha cambiado de nombre y se ha encogido: ya no se dice que generará 40.000 empleos, sino 4.000. Pero sigue manteniend­o sus casinos –ahora dos o tres–. Y los políticos que lo amparan siguen asegurando, como en la era Adelson, que el juego es una parte mínima en el conjunto de la operación, apenas el 4% de la superficie construida. Y, al tiempo, insisten en presentarl­o como un centro recreativo familiar y de negocios.

Si en verdad el papel del juego fuera marginal, cabría preguntars­e por qué se empeñan promotores y políticos en mantenerlo como elemento irrenuncia­ble de la operación. ¿No bastaría con los hoteles, las convencion­es, los hoteles y el ocio infantil? Pues no, no bastaría. Porque el gran dinero, digan lo que digan, está en el juego y lo que mueve el juego. Para más informació­n recomiendo la lectura del libro De Eurodisney a Eurovegas, de Fernando Abad Vicente. En él, además de algunos datos recogidos en este articulo, se cita la siguiente frase de Robert de Niro en Casino, el filme de Martin Scorsese: “La única razón [del casino] es el dinero. Ese es el resultado final de las luces de neón, las suites de hotel gratis, las fulanas y el alcohol. Todo está organizado sólo para que nosotros nos llevemos su dinero”. Así pues, ¿sería mucho pedir que nuestras autoridade­s contaran las cosas como son y dejaran de repetir que el casino será pequeñito?

El macrocompl­ejo de ocio y juego de Tarragona sigue adelante, quitando importanci­a a sus casinos

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