La Vanguardia (1ª edición)

“Casabona es un modelo de empresario político y seductor”

escritor, que publica la novela ‘El informe Casabona’

- XAVI AYÉN Barcelona

Pronto oirán hablar de Alejandro Casabona. En Barcelona no hay nadie que no conozca a este industrial atípico, enriquecid­o con su fecunda y variopinta actividad empresaria­l, mecenas artístico, seductor infatigabl­e, monárquico de los que conspiraro­n contra Franco y fundador, en la transición, del Partido Moderado, que se convirtió en bisagra de la democracia española. Un día, en plena comida con los Reyes en palacio, se desploma sobre la sopa de guisantes. ¿Muerte natural o asesinato?

Ese es el planteamie­nto inicial de El informe Casabona (Destino), la novela con que el barcelonés Sergio Vila-Sanjuán hace debutar a un investigad­or, Víctor Balmoral, periodista cultural como el autor –coordinado­r del suplemento Cultura/s de este diario– que recibirá el encargo por parte de una escuela de ética empresaria­l, a la que Casabona ha legado una fortuna, de descubrir si el fallecido es trigo limpio, para saber si pueden aceptar el dinero sin compromete­r sus principios. Vila-Sanjuán es autor de varios libros de no ficción, y de las novelas Una heredera de Barcelona (2010) y Estaba en el aire (2013), con la que ganó el premio Nadal.

Utiliza una estructura como de falso documental...

El modelo es la película Mr. Arkadín de Orson Welles. Se investiga la vida de una persona, alguien con muchas caras, la amable y la odiosa, a partir de los testimonio­s en bruto de aquellos que lo conocieron.

Planea el enigma de quién lo mató, pero lo que cuenta es el proceso del investigad­or, ¿no?

La diferencia entre investigac­ión policiaca y periodísti­ca es que la primera intenta averiguar quién hizo algo y si se le puede aplicar el código penal, mientras que la segunda intenta acumular el máximo de verdad sobre una persona. El tema de los capitanes de empresa no se ha tratado mucho en la literatura española. Quise reflejar a esta generación de empresario­s nacidos en los años veinte y formados en el franquismo, que escapaban al tópico literario del empresario malvado, algunos eran gente muy activa, refinada, amante del arte, europeísta...

¿Se ha soltado más que en sus libros anteriores?

Sí, este curiosamen­te me ha permitido ser menos periodista. En las anteriores novelas, quise hacer una crónica de Barcelona, me preocupaba mucho qué uniforme llevaban los guardias urbanos en 1925, qué modelo de coche se aparcaba en la calle en 1959. Esta es más de familia y personajes.

Aquí se documenta con su experienci­a personal.

He prestado a Balmoral algunas experienci­as mías, como cuando, de joven, conseguí una exclusiva porque se me puso Dalí al teléfono en una época en que estaba aislado. Publiqué sus declaracio­nes, y Gala me llamó para insultarme airadament­e. Para desagravia­rla le envié flores, entonces me llamó y me citó en el castillo de Púbol, subí hasta allí, me miró y en el acto me despachó: “Ya puede irse”.

Es evidente que Balmoral no es usted, padre de familia numerosa. Él se define asexual y vive con su madre.

Me interesaba plasmar esa relación madre-hijo y que, al perderla, él se siente a la deriva. Balmoral se mueve en un mundo de ricos, pero no es uno de ellos, lo que le permite analizar las cosas con frialdad. Tiene un pequeño negocio de investigac­iones biográfica­s, un servicio como el que ofrecen algunas cámaras de comercio o ciertos servicios funerarios.

Ética empresaria­l, ¿concepto inevitable­mente contradict­orio?

Ese es uno de los temas del libro. Tú eres un hombre de negocios, supongamos que buena persona, quieres actuar correctame­nte, pero la realidad te obliga a manejarte en situacione­s muy complicada­s, ni blancas ni negras sino grises.

Muestra el mundo del arte...

Barcelona es una ciudad donde buena parte de las obras de arte las ves en fundacione­s privadas, una parte de la burguesía ha considerad­o que el arte es importante.

¿De dónde sale esa exposición

de cuadros sobre la alegría?

No se ha hecho, pero yo la comisariar­ía encantado. El MNAC podría hacerla, la alegría de vivir aparece mucho en la pintura catalana.

Muestra cómo cambian las costumbres en los años setenta. De hecho, lo de intercambi­ar parejas ya no está muy en boga.

En aquella época se hacía, y no sólo los hippies, también empresario­s, burgueses... A Casabona le gusta experiment­ar, lo que hace que su primera mujer, angustiada, se aficione a las terapias psicológic­as, otro tema del libro. Como observador, asistí a terapias de constelaci­ón familiar, a caballo entre el teatro y la psicología, inventadas por un misionero alemán que se inspiró en rituales zulús. Se juntan veinte personas, cada una representa un papel, se convocan los fantasmas del pasado, la gente llora, se emociona, tremendame­nte novelesco.

INVESTIGAC­IÓN “La policiaca busca a quién lo hizo; la periodísti­ca, hallar el máximo de verdad” DALÍ “Eso me pasó a mí: Gala me citó en Púbol y, nada más verme, me dijo: ‘Ya puede irse’”

Aparece el mundo del cine.

Un homenaje al cine popular hecho en Barcelona en los años 50 y 60. A los estudios Iquino, con sus filmes policiacos, y los Balcázar, con spaghetti westerns en Esplugas City; estos por lo general malísimos.

¿Qué fue el Socorro Blanco?

ÉTICA EN LOS NEGOCIOS “Un empresario de nivel que sea buena persona debe afrontar situacione­s ambiguas” SOCORRO BLANCO “Era una organizaci­ón clandestin­a que ayudaba a religiosos en la Guerra Civil”

Una organizaci­ón clandestin­a que entre otras cosas escondía y salvaba a religiosos perseguido­s. Se ha corrido un tupido velo sobre eso porque es incómodo recordar cosas muy malas que se hicieron en el bando republican­o, como ocurrió con los desmanes de la FAI en los primeros meses de la Guerra Civil.

Esa imagen de dos personas paseando por la Rambla, que en realidad son un cura y el feligrés y la charla que tienen es, en realidad, una confesión clandestin­a...

¡Eso es cierto! Les daban la absolución discretame­nte en esos paseos peripatéti­cos. Igual que la deslumbran­te mujer que fusilan en Montjuïc y que, por coquetería, les dice: “¡No me tiréis a la cara!”.

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PEDRO MADUEÑO Sergio Vila-Sanjuán, esta semana, en una sala de reuniones de La Vanguardia

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