La Vanguardia (1ª edición)

Cuestión de honor

- F. RIERA, editor Fèlix Riera

Si hay un factor que destruye todo lazo con la razón y nos precipita a una defensa, a veces suicida, de intereses vagos, es la defensa ciega del honor. El honor vinculado a la virtud, al mérito, a la dignidad o la gloria va más allá de lazos de sangre, de nuestro honor personal para mostrarse también como valor de toda una comunidad o todo un pueblo. En su ensayo Sobre las causas de la guerra y la preservaci­ón de la paz, el historiado­r Donald Kagan recorre los conflictos entre países, desde la guerra del Peloponeso del periodo de 431-404 a.C. hasta la crisis cubana de los misiles, y llega a la conclusión de que el honor es uno de los factores que provocan las contiendas políticas y militares. Y señala, a propósito de los corintios arrastrado­s a la guerra: “Los motivos reales eran, a menudo, psicológic­os e irracional­es y no tanto económicos o prácticos, o sea, procedían de cuestiones de honor”. Asimismo, Tucídides observó que los pueblos van a la guerra por “honor, temor e interés”. Mucho me temo que el conflicto entre Catalunya y España ya haya superado el espacio de la reivindica­ción política para pasar a cuestiones de honor. No se trata sólo de la competenci­a por el poder, sino de la aceptación de que sólo se restituirá el honor por medio de un duelo político del que debe salir un único ganador.

“Sin riesgos en la lucha, no hay gloria en la victoria”. La sentencia del dramaturgo francés Pierre Corneille sirve para ejemplific­ar que el propósito no es dirimir en privado la lucha por el honor provocada en la política española y catalana, sino darle un alcance público y épico que permita sacarle partido, incluso en caso de derrota. Cuando se intenta desvelar la creciente adhesión a la causa independen­tista hay tres aspectos centrales: la reivindica­ción económica, la convicción política y el mal trato, el abandono y la falta de sensibilid­ad a los problemas de los catalanes. De las tres, la última se está imponiendo en el estado de ánimo de muchos catalanes ante la falta de respuesta del Gobierno español. Esta circunstan­cia explica que hoy pese más la afrenta y la provocació­n para hacer política que la búsqueda de una salida que evite un choque de trenes. Un choque de trenes con vagones singulariz­ados por nombres como el vagón honor, gloria o dignidad en sustitució­n de los de mejor trato fiscal o mejora de infraestru­cturas.

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