La Vanguardia (1ª edición)

Gabriel de Prado

ARQUEÓLOGO

- IGNACIO OROVIO

El director del yacimiento de Ullastret, Gabriel de Prado, es uno de los descubrido­res de una auténtica ciudad ibérica enterrada, de la misma época, a sólo 300 metros de distancia, en el corazón del Empordà, todo un hallazgo.

Ullastret son dos. Las últimas investigac­iones del Museu d’Arqueologi­a de Catalunya acaban de concluir que la ciudadela ibérica de Ullastret tenía una hermana gemela. Una auténtica ciudad, bien planificad­a y amurallada, de la misma época y, más sorprenden­te aún, a apenas 300 metros de distancia, en la llamada Illa d’en Reixac. En pleno corazón del Empordà. ¿Explicació­n? No hay, por ahora.

El lugar se llama Illa y no hay ninguna isla, pero la toponimia nunca es inocente. El yacimiento ocupa lo que siempre, hasta hace apenas un siglo, estuvo rodeado de agua. Toda esta zona eran lagunas y marismas y hoy son campos de cultivo.

Hasta ahora se sabía que en esta zona cercana al yacimiento de Ullastret –se ve desde la colina que ocupa, el Turó de Sant Andreu– había restos de época ibérica; la zona se había excavado desde 1947 y se habían detectado restos de construcci­ones. Había un yacimiento de unos 3.000 m2, una porción de muralla incluso. Lo que se ignoraba, y que ahora sorprende a los arqueólogo­s, es que la ciudad que hubo allí a partir de hace 2.500 años es quince veces mayor: una verdadera ciudad de 50.000 m2. Todo el terreno ha sido “radiografi­ado” mediante diversos sistemas de detección subterráne­a y ha aparecido la imagen de lo que existe ahí debajo. Una nueva ciudad fascinante y también un reto arqueológi­co, aunque por ahora no estén previstas nuevas actuacione­s. El terreno es público.

De manera que Ullastret era una dípolis, una ciudad con dos cabezas. “Siempre habíamos pensado que la Illa d’en Reixac era menos importante y ahora vemos que no, tenemos dos Ullastret”, valora Gabriel de Prado, director del yacimiento y uno de los descubrido­res de la ciudad enterrada. La nueva aparición es una urbe altamente poblada, estructura­da alrededor de una calle principal y ramificaci­ones diversas hacia el perímetro, completame­nte rodeado de una muralla; se sospecha que aquella muralla debía llegar hasta el límite de la islita, aunque quizá hubo una especie de camino de ronda alrededor.

Dentro del perímetro urbano han aparecido tres edificios de gran tamaño, que sugieren la existencia de una aristocrac­ia, o unas élites gobernativ­as, y también hay minipisos de 20 o 30 m2, con toda seguridad para las clases trabajador­as.

Además de la densidad del terreno, los sistemas de detección desvelan dónde hubo focos de calor, de manera que se puede interpreta­r la ubicación de hornos u hogueras, cisternas, canalizaci­ones, restos animales, cerámicas... “Detectamos un horno que con toda seguridad fue de uso alimentari­o y no industrial, porque los íberos situaban las factorías fuera de las zonas habitadas”, explica Roger Sala, arqueólogo de la empresa SOT Prospecció Arqueològi­ca, uno de los impulsores de la investigac­ión.

“Además, vemos que aquí adaptan el terreno a sus necesidade­s, cuando normalment­e los íberos adaptan sus ciudades el terreno”, apunta Sala. Esta segunda ciudad de Ullastret ocupaba un pequeño montículo, de unos diez metros de altura máxima, completame­nte rodeado de un lago. Una pasarela artificial de tierra de unos 160 metros de largo unía la ciudad (a través de una puerta en la muralla) con la otra orilla, justo donde debían empezar las primeras casas del actual yacimiento de Ullastret. Todo el terreno fue nivelado para poder cultivarlo, de manera que hoy resulta difícil imaginarlo como un lago. Para ello, el Museu d’Arqueologi­a creó una “película” en 3D en la que exhibe cómo debió ser esta zona.

La muralla que rodeaba la ciudad es uniforme, de alrededor de 3 metros de anchura; la del Turó de Sant

RESULTADOS Análisis con georadar desvelan una compleja estructura urbana bajo la Illa d’en Reixac POBLACIÓN La ciudad de dos núcleos que fue Ullastret pudo tener hasta 6.000 habitantes

Andreu es irregular: mucho más ancha en la parte más vulnerable (de hasta 12 metros entre muralla y foso) y más estrecha en los lados que dan a un barranco abrupto, por donde era más difícil recibir un ataque. Aunque los romanos conquistar­ían todo el territorio.

Los arqueólogo­s saben que Ullastret está habitado desde el siglo VII aC. Se trata por entonces de poblados de la cultura del hierro, asentamien­tos de cabañas precarias y poco estructura­dos. Los orígenes de la ciudad ahora descubiert­a se sitúan hacia el 550 aC., y sabemos que los griegos fundan Emporion en el 575 aC: son contemporá­neas. “No podemos decir que los griegos vienen a iluminar a los íberos, pero con toda seguridad hay una influencia en la planificac­ión urbanístic­a”, explica De Prado. Aunque algunas estructura­s urbanas recuerdan a las de Grecia, en esta ciudad no aparece nada comparable a un ágora, el lugar de reunión pública de la antigua Grecia.

Estos resultados acaban de ser publicados en una monografía científica del Museu d’Arqueologi­a de Catalunya, que los presentó hace pocos días en una conferenci­a.

Lo curioso es que los dos asentamien­tos se desarrolla­n en paralelo, con grandes edificios de mando (de hasta 1.000 metros cuadrados) y minúsculas viviendas para la plebe en ambos lugares. Hay una diferenapl­icamos cia: en la Illa d’en Reixac no aparecen (por ahora) espacios que parezcan destinados al culto religioso. “Pero es que aquella parte es una isla y tiene el espacio limitado”, apunta De Prado. La ciudad de la isla ocupa unas 5 hectáreas y la del Turó, unas 15. Se calcula, en base a diferentes parámetros, que en el siglo IV aC, momento de apogeo del lugar, podían vivir aquí unas 6.000 personas, 4.000 en la ciudad de la colina y 2.000 en la de la Illa. En este momento, los arqueólogo­s detectan algunas reformas urbanístic­as, y que algunos edificios grandes se apropian de zonas de uso público.

No sabemos cómo se llamaba Ullastret, topónimo de origen posterior, medieval. La ciudad ibérica del Empordà aparece citada en textos de autores romanos como “la capital de los indiketas”. De Prado tiene una teoría acerca de la nomenclatu­ra: “Algunos arqueólogo­s e historiado­res no estarán de acuerdo, pero me aventuro a decir que segurament­e Ullastret era Indika, porque este era el territorio de los indiketas o indigetas. Ausa era el de los ausetanos y Cesse o Kesse el de los cessetanos, de manera que si la misma lógica, y dado el tamaño de esta ciudad, no podía ser otra cosa que su capital”.

Las fuentes documental­es –autores como Rufus Festus Avienus, Ptolomeo o Estrabón– señalan que la capital de los indiketas estaba cerca de Emporion, y ahí radica la controvers­ia. ¿Cerca? ¿Qué distancia es “cerca”? Ullastret y Empúries están a unos 25 kilómetros de distancia, lo que en aquella época debía ser una jornada entera de viaje. Pero no existe “cerca” de Empúries otro yacimiento (conocido) que pudiera correspond­er a Indika.

No es extraño, en una civilizaci­ón como la ibérica, cuya lengua no se ha conseguido descifrar, que se ignore el nombre o la ubicación del yacimiento. Ocurre con la capital de los cessetanos (el territorio que va del Garraf hasta el sur de Tarragona), cuya capital era Cesse, o Kisse, y se ignora a qué yacimiento correspond­e; posiblemen­te estaba donde la actual Tarragona, y quedó en su subsuelo cuando los romanos fundan Tarraco. El momento es de gran importanci­a histórica, porque los íberos son la primera civilizaci­ón propiament­e dicha de la península. Cumplen tres requisitos: planifican el urbanismo de sus asentamien­tos, tienen escritura y se rigen mediante una estructura política y territoria­l. Siguen siendo, sin embargo, nuestros grandes desconocid­os.

¿INDIKA? Las fuentes escritas no aclaran cómo se llamó esta ciudad, la capital de los indiketas COMPLEJIDA­D Aparecen grandes casas de hasta 1.000 m2 y ‘minipisos’ de apenas 20 o 30

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FUENTE: Museu d’Arqueologi­a de Catalunya
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LA VANGUARDIA

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