La Vanguardia (1ª edición)

Dudas morales

Adam Thirlwell explora en ‘Estridente y dulce’ el concepto de fidelidad y el límite de las categorías morales

- NÚRIA ESCUR Barcelona

La última novela del británico Adam Thirlwell, Estridente y dulce, estudia la reacción de su protagonis­ta después de cometer un acto inmoral.

Se despierta en la cama de un hotel junto a una mujer que no es la suya, sino una amiga de ambos. Ni el mismo sabe muy bien qué ocurrió. El paisaje tras una noche loca se transforma en profunda angustia cuando advierte una mancha de sangre bajo la cabeza de la mujer. Así arranca Estridente y dulce (Anagrama), la última novela de Adam Thirlwell (Londres, 1978), donde asistimos a la caída libre de un narcisista poliadicto que, hasta ese momento, lleva una existencia confortabl­e junto a su esposa, su perro y un viejo amigo de la infancia en la zona residencia­l de una megalópoli­s anónima.

Thirlwell llega con el mismo aspecto que su protagonis­ta: ojeras posresaca. Ese protagonis­ta que su editora define como “un cretino adorable e inteligent­e que participa en una orgía envidiable” se hace odiar o querer. Confiesa Thirlwell que empezó esta novela bajo la influencia de sus últimas lecturas, “he querido escribir a la española, algo que no sea metaficció­n sino pura vida”.

Lo primero que sorprende del libro es esa sensación desabrida de estar inmersos en una broma cruel. “Quise que se entendiera que el protagonis­ta acaba de hacer algo inmoral y que esa situación, que anuncia catástrofe, esa situación morbosa y sórdida, se va endulzando, se diluye y él acaba ayudando a otros...”. De ahí el título, Estridente y dulce, como metáfora ambivalent­e.

Es, también, un análisis sobre su generación a la que considera en una difícil encrucijad­a: “para nosotros ser éticos y morales es muy difícil. De 30 a 40 empieza s a decidir. Al final se nos exige mucho, no podemos cumplir con nuestras obligacion­es con todo el planeta, incluso con quienes no conocemos. Somos brillantes en el pensamient­o pero siempre dudamos entre la vida que llevamos y todas las otras vidas que nos gustaría tener”.

Las obras de Thirlwell se han traducido a más de treinta idiomas. ¿Rasgos comunes? Siempre humor, melancolía y sexo. “Cada vez que empiezo un libro pienso ‘esta vez no hablarás de sexo’ pero nunca lo logro”. En ese aspecto se considera alguien que ha madurado mientras creía que seguía siendo un niño.

El principal valor que entra en conflicto es su amor por dos mujeres. “Al final aparece Dolores, la tercera, él cree que será la mujer de su vida y no la vuelve a ver”. Un

“Pretendo corromper al lector, que tenga claustrofo­bia, como si hubiera tomado una droga que le sentó fatal”

catastrofi­smo ya presente en otros libros del autor. Nos recuerda la autobiogra­fía de Stendhal. “Hace una lista de las 7 u 8 personas que más ha amado en su vida y al final incluye una ‘a la que nunca besé’. Me gusta esa imagen de la privacidad, de lo que ocurre en tu mente”.

Le interesa especialme­nte la reacción del lector, que interpreta como una actitud política. “Pretendo corromper al lector, que tenga claustrofo­bia, que al leerme se sienta como si hubiera tomado alguna droga que le ha sentado fatal”. Thirlwell trabaja ahora en la adaptación al cine de la novela.

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XAVIER GÓMEZ El británico Adam Thirlwell, fotografia­do esta semana en Barcelona

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