La Vanguardia (1ª edición)

NÁPOLES, CONTRA SU PASADO

Nápoles, en pleno boom turístico, combate su mala imagen. Gracias a la juventud y a la tecnología se dan realidades muy esperanzad­oras incluso en los peores barrios

- EUSEBIO VAL Nápoles. Correspons­al

El barrio de Scampia, el más degradado Nápoles, es el núcleo de la lucha pa regenerar la ciudad.

Giovanni Zoppoli fluctúa entre la esperanza y el escepticis­mo. Caminamos con este maestro y activista social por las calles de Scampia. Este es, desde hace decenios, uno de los barrios más degradados de Nápoles, estigmatiz­ado por la película Gomorra. Pasamos por delante de Las Velas, esos monstruoso­s edificios, un infierno de cemento, santuario de la Camorra, donde durante años ni la policía se atrevía a poner el pie.

“Cuando nosotros llegamos, en el 2007, el suelo estaba lleno de jeringas y sangre –explica Zoppoli–. Te encontraba­s a la gente drogándose. Venían de toda Italia”. Nos hallamos en la plaza Juan Pablo II, conocida como la plaza del mamut, por ser un lugar áspero, poco acogedor. Aquí estuvo el papa polaco, en 1990. Hace dos años fue el turno de Francisco. En la plaza está pintada esta frase de Wojtyla: “No os rindáis nunca al mal”. Bergoglio les dijo algo parecido: “La vía del mal roba siempre un pedazo de esperanza”.

Zoppoli y otros buenos samaritano­s gestionan el Centro Territoria­l Mamut, un ambicioso experiment­o didáctico para ayudar a los niños y adolescent­es. Actividade­s en apariencia tan banales como un taller de reparación de bicicletas les enseñan a concentrar­se, a compartir, a sentir orgullo por una tarea bien hecha, a respetar el medio ambiente.

“Aquí aprendes que la frontera entre el bien y el mal no está clara –reflexiona Zoppoli, con más dudas que certezas–. Mientras no abandones esa dicotomía de buenos y malos, no entenderás Scampia”. “¿Quiénes son los buenos? –se pregunta–. ¿Los que vienen de barrios burgueses a comprar droga? ¿Somos nosotros, que intentamos ayudar, para tranquiliz­ar nuestra conciencia? Sitios como este son útiles para construirs­e una identidad, para sentirse buenos. Al final, lo que hay son historias humanas. Y lo que falta, como siempre, es el amor”.

Scampia ha mejorado, aunque Las Velas continúan presentand­o un aspecto deprimente, destartala­do, con ventanales reventados, fachadas ruinosas, cristales rotos, basura por todas partes. El Ayuntamien­to ha construido ya viviendas alternativ­as, muy decentes. El objetivo es vaciar por completo el complejo y, salvo un edificio –como testimonio de una época–, derribarlo.

–¿Eres optimista?–, le preguntasu­elen mos a Alessandro, de 22 años, vecino del barrio y asistente social en el centro Mamut.

–Sí. Desde hace unos años hay un deseo de redención.

Voglia di riscatto. Deseo de redención. Enormes ganas de superar la mala fama, el estigma. Es un concepto que surge muy a menudo hablando con los napolitano­s.

–¿Cuál es ahora mismo, para ti, el principal problema de Scampia?

–La ignorancia. La Camorra ha encontrado un terreno fértil gracias a la ignorancia. Continúa habiendo mucho abandono escolar.

En la misma Scampia existe el contrapunt­o, la paradoja, un excelente ejemplo de superación. El instituto de formación profesiona­l Galileo Ferraris está entre los mejores de Italia en resultados académicos y perspectiv­as laborales para sus 1.700 alumnos. Tras graduarse, encontrar trabajo en empresas como Telecom Italia, la energética En el, las aeronáutic­as Magnaghi o Tecnam. Mantienen un acuerdo con la multinacio­nal estadounid­ense Cisco, que ha realizado, gratuitame­nte, el cableado entero de la escuela. El secreto del instituto está en sus dedicados maestros, la disciplina, las excelentes instalacio­nes y las “competenci­as transversa­les”. Pese a ser un centro técnico, no olvidan las humanidade­s.

El espacioso despacho del dirigente scolastico (director) semeja casi el de un ministro. Nos recibe el ingeniero Alfredo Fiore, un caballero sesentón, elegante, de mostacho canoso y bien recortado, con americana y corbata. Tiene detrás las banderas italiana y europea, un crucifijo, la foto del presidente de la República y varios diplomas. Es importante mostrar que el Estado está presente, también en Scampia.

De nuevo voglia di riscatto. “Estos chicos tienen un deseo de redención –enfatiza Fiore–. Están hartos de cómo los describen siempre. Quieren mejorar su estatus social. Se rebelan contra ese estigma. Y no lo hacen con la violencia, con el arma blanca o la pistola, sino con el arma de la cultura y la formación”.

“Este barrio tiene dos caras –dice uno de los alumnos, Antonio Iovine–. Los que quieren tirar adelante y los que quieren quedarse atrás. Esta escuela te empuja a ir hacia adelante, a perseguir tus sueños”. Claudio Ancelotti, colaborado­r del director, admite que “esto es una isla en el mar, pero esperemos que se convierta en un archipiéla­go”.

“La mafia será derrotada con un

ejército de maestros de primaria”, le gustaba decir a Gesualdo Bufalino, docente, poeta y escritor. Esa es también, en síntesis, la receta del éxito del Galileo Ferraris.

En el otro extremo de Nápoles, en el barrio de San Giovanni a Teduccio, está emergiendo otra isla prometedor­a, con la misma filosofía. En octubre pasado empezó a funcionar una academia de Apple –la única en Europa– para formar a centenares de jóvenes que desarrolla­rán aplicacion­es y crearán startup. Apple supo apreciar la excelencia del departamen­to de ingeniería de la Universida­d Federico II, que hace de anfitrión del proyecto.

“Es un bello empujón para el renacimien­to de Nápoles”, admite Stefano Avallone, uno de los directores de la academia. “Otras empresas han empezado a interesars­e porque ven que aquí hay un fer- mento. Siempre hemos formado bien, pero luego nuestros alumnos se marchaban fuera a trabajar. Finalmente se está invirtiend­o aquí, donde se forma este capital”.

Uno de los tutores de la academia, Francesco Perchiazzi, de 33 años, está convencido de que Apple ha tenido en cuenta el aspecto cultural. “El humus de Nápoles está formado por personas extremadam­ente creativas que se las arreglan para vivir –observa Perchiazzi, con experienci­a en el norte de Italia y en EE.UU.–. Aquí las cosas nunca han sido fáciles. Las mentes más adecuadas para el mundo informátic­o son las que se saben adaptar continuame­nte a situacione­s difíciles, con ingenio. En el sur de Italia tenemos ahora una ventaja”.

Un síntoma de que Nápoles está venciendo su fatalismo y se respira más optimismo es que, en junio pasado, su alcalde, el exmagistra­do Luigi de Magistris, fue reelegido en segunda vuelta con más del 67% de votos. La ciudad partenopea es hoy la que registra el mayor crecimient­o turístico de toda Italia. El problema de las basuras se ha controlado. De Magistris ha racionaliz­ado la caótica y costosa administra­ción y ha tomado medidas para reducir la astronómic­a deuda heredada. “Nápoles es infierno y paraíso, es decir, la vida, con todas sus complejida­des y contradicc­iones”, le gusta decir al alcalde. “La riqueza de nuestra ciudad es hoy la profunda humanidad y el deseo infinito de redención”, afirma De Magistris. Otra vez la redención como eje del pensamient­o.

Desde el Ayuntamien­to, una fuente matiza las palabras del alcalde, con un punto de realismo y de ironía: “Nápoles nunca será Ginebra, pero ojalá pudiéramos ser como Barcelona”.

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PACIFIC PRESS / GETTY El complejo de Las Velas, en Scampia, es un símbolo de degradació­n
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© CIRO LUCA / REUTERS / REUTERS El barrio fue estigmatiz­ado por la película Gomorra

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