El hispano Tom Pérez, nuevo líder demócrata para la batalla con Trump
Apoyado por el equipo de Obama, el presidente elegido necesita reconciliar el partido y capitalizar las protestas
Tom Pérez, de 55 años, nacido en Buffalo, Nueva York, hijo de una familia emigrada de la República Dominicana, es el hispano que los demócratas eligieron ayer en Atlanta, Georgia, como el nuevo presidente del comité nacional del partido (DNC), que deberá liderar la estrategia para desalojar lo antes posible a Donald Trump de la Casa Blanca.
Secretario de Trabajo con Obama, Pérez se impuso en la primera vuelta a otros siete candidatos, pero necesitó una ajustada segunda votación para superar con 237 votos de 439 emitidos a su principal oponente, el representante de Minesota, Keith Ellison. Aunque Obama se ha mantenido teóricamente al margen de la disputa, su equipo de la Casa Blanca, empezando por el ex vicepresidente Joe Biden, apostaron por Pérez. La candidatura de Pérez era la opción moderada frente a la que representaba Ellison, un afroamericano musulmán, que contó con el apoyo de Bernie Sanders y los líderes del ala izquierdista del Partido Demócrata, como la senadora Elizabeth Warren.
El principal reto de Tom Pérez es reconciliar el partido. Su elección no cierra las heridas internas de los demócratas, que todavía se están lamiendo las heridas por una derrota electoral tan humillante como imprevista. Todavía no existe un informe global y detallado de cómo y por qué Donald Trump ganó las elecciones y sobre todo por qué le votaron miles de electores que lo habían hecho por Obama en los dos comicios anteriores.
Así que consciente de que sin unidad de los demócratas no habrá manera de expulsar a Donald Trump del poder, lo primero que dijo Pérez una vez elegido fue: “Hermanos y hermanas, hemos de salir de aquí cogidos de la mano porque ahí fuera nos está esperando Donald Trump, el peor presidente de la historia de Estados Unidos”. Y lo primero que hizo fue proponer un cambio inmediato del reglamento para poder incorporar al comité a su oponente Ellison. Hubo una ovación que se interpretó como una moción aprobada por asentimiento y los dos líderes demócratas se fundieron en un abrazo.
La división que viven los demócratas se arrastra desde la campaña que enfrentó a dos mundos tan diametralmente opuestos como los que representaban Hillary Clinton y Bernie Sanders, respectivamente. Era el establishment bien relacionado con Wall Street frente a la “revo- lución política” que pretendía acabar con la hegemonía política de los lobbies financieros e industriales. Añadió más leña al fuego la filtración de Wikileaks proporcionada, según la CIA, por los hackers rusos, que pusieron al descubierto las maniobras de la cúpula del partido a favor de Clinton. La presidenta, Debbie Wasserman Schultz, se vio obligada a dimitir. Fue sustituida de manera interina por Donna Brazile, que, a su vez, tuvo que renunciar como comentarista de la CNN, porque Wikileaks destapó que le pasaba a Hillary Clinton preguntas que estaban previstas en los debates.
Con estos antecedentes, Tom Pérez se plantea “volver a los orígenes” para reconquistar los votos de la clase trabajadora que en noviembre se vio más seducida por el populismo de Donald Trump. “Debemos estar activos durante todo el año, te- lefoneando a los hogares en los 50 estados y teniendo presencia en el terreno para recordar a los trabajadores estadounidenses que el partido representa sus valores e intereses, porque cuando lideramos con nuestro mensaje, nuestro mensaje de oportunidad económica, así es como ganamos”, dijo en un debate.
El mensaje tiene un trasfondo crítico o autocrítico. El equipo de campaña de Hillary Clinton no ha querido autoflagelarse con auditorías electorales y se ha refugiado en la discutible teoría según la cual la intervención del jefe del FBI, James Comey, en vísperas de la elección, reabriendo sin razón la investigación sobre el escándalo de los e-mails determinó el resultado. Son excusas que no comparte ni siquiera el presidente Obama, quien en su primera conferencia de prensa posterior a las elecciones del 8 de noviembre recordó que para ganar en Iowa, que no es un estado propicio a los demócratas, él se recorrió 87 pueblos. Se entendió perfectamente el reproche a Clinton, que perdió insólitamente en Wisconsin, un estado industrial en el que la candidata demócrata no puso los pies en los seis meses anteriores a la votación.
Además de la unidad de la formación, el jefe del comité nacional llama a reconquistar el apoyo de la clase obrera