El discurso bélico se impone
Tras constatar Puigdemont que Rajoy no negociará nada sobre un referéndum, el president, Mas y los suyos se abonan a una escalada verbal que describe un Estado antidemocrático que agrede a los catalanes. El tono de ERC es más comedido.
El tiempo se agota”. Lo ha reiterado en las últimas semanas Carles Puigdemont. El tiempo para encontrar una salida al llamado choque de trenes se extingue con rapidez. Cuando el presidente de la Generalitat anunciaba ese inexorable transcurrir hacia el estallido del conflicto, ya sabía que las posibilidades de acuerdo con el Gobierno central son casi inexistentes. Lo había comprobado en un almuerzo discreto, sin la presión de los periodistas, con Mariano Rajoy el pasado 11 de enero en la Moncloa. No hay ningún resquicio para una negociación con el Gobierno del PP sobre un referéndum. Y, sin esa baza, no hay margen para frenar. Aquel “rumbo de colisión” que Artur
Mas anunció en su toma de posesión en diciembre del 2012 culminará antes de que acabe este año.
La estrategia diseñada por el independentismo para los próximos meses pasa por profundizar en un discurso de demolición del prestigio de todas las esferas del sistema político español. Resulta curioso ver a un alto dirigente de la antigua Convergència como Mas compartir relato con Juan José
Ibarretxe, Joseba Egibar y Arnaldo Otegi mientras los actuales líderes del PNV marcan distancias. Al mismo tiempo, arrecian los calificativos cada vez más gruesos del expresidente y su entorno, no sólo contra el Gobierno del PP, sino sobre la democracia, la política o la justicia. Es más, abundan las soflamas sobre una escasa cultura democrática inherente al Estado español. Determinadas actuaciones cuestionables de la Fiscalía, o como mínimo controvertidas, han alimentado ese discurso que se resume en que lo de España no tiene remedio, que es propio de república bananera, y que sólo la ruptura puede permitir a Catalunya desprenderse de semejante lastre.
Si la semana pasada Puigdemont sentenciaba que la democracia española “está enferma”, añadía esta que el Estado “maltrata a los catalanes por ser catalanes”, mientras que Jordi Turull, jefe de filas de Junts pel Sí en el Parlament, equiparaba a los fiscales con los golpistas del 23-F. Un lenguaje con ciertas reminiscencias antisistema que no era habitual entre los dirigentes de la antigua Convergència y que va subiendo de tono cada día que pasa. Mas argumenta que es preciso alertar a los catalanes de que Rajoy está preparando el “caldo de cultivo” para una intervención en Catalunya, que no concreta, pero que consistiría –se deduce– en aniquilar el autogobierno. Según Mas, se pretende presentar al independentismo “como algo que tiende a la violencia” para justificar así actuaciones coercitivas llegado el momento del referéndum unilateral. En el vocabulario del expresident prolifera la palabra “agresión”. “Van a por nosotros”, alertó ayer al publicarse que un empresario –testigo protegido– le señala como conocedor de presuntas comisiones ilegales al partido, el llamado caso del 3%.
Pero curiosamente no todo el independentismo recurre al mismo belicismo verbal. Aunque el fondo del razonamiento es muy similar, los dirigentes de ERC, sobre todo los que ocupan cargos en el Govern, empezando por el vicepresidente
Oriol Junqueras, mantienen un tono más comedido. Es más, cuanto más se abonan al lenguaje agresivo figuras como Puigdemont, Mas, Turull o
Francesc Homs –no todo el PDECat sigue el mismo estilo–, más moderados parecen los republicanos. Quizá por eso en el Gobierno del PP cunden los elogios a la actitud de Junqueras, aunque en ERC aseguran que tanta alabanza no es más que un dardo envenenado que busca la división en el seno del independentismo.
Es obvio que cualquier brecha en el bloque soberanista es aprovechada por el PP, que difunde machaconamente el argumento de que la antigua Convergència está en manos de la CUP. El Gobierno central seguirá insistiendo en el diálogo sobre financiación, infraestructuras o dependencia, pero Rajoy ya tiene muy claro que Puigdemont va a seguir adelante con sus planes sobre el referéndum. El tiempo se agota y las únicas incógnitas son hasta dónde llegará el presidente de la Generalitat y, sobre todo, si la respuesta de Rajoy será la que vaticina Mas.