¿Dónde están hoy los Ciutadans pel Canvi?
La plataforma Ciutadans pel Canvi (CpC), que jugó un papel relevante en el asalto de Pasqual Maragall a la Generalitat, se desintegró el 13 de diciembre del 2011. Muchos de sus miembros siguen vinculados, directa o indirectamente, a la política y no han escapado a la dicotomía entre federalistas e independentistas que ha desgarrado a una parte de la izquierda catalana. Hoy reivindican una experiencia pionera en Catalunya a la hora de abrir el sistema de partidos a la sociedad civil e integrar en las instituciones a personas ajenas a lo que el universo de Podemos definiría como la casta política. De hecho, en algunos aspectos, fueron precursores de los movimientos que han sacudido las estructuras tradicionales, especialmente el abanderado por la actual alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.
La irrupción de CpC en la escena catalana, en 1999, provocó muchos recelos. En el ecosistema político en general, donde aterrizaron como un alien ,yenelPSCen particular. Los socialistas vieron con estupor cómo, después de la larga travesía por la oposición durante la era pujolista, debían compartir escaños y cargos con los recién llegados. En las autonómicas de 1999, en las que Maragall se quedó a las puertas de la Generalitat, 15 de los 52 diputados socialistas en el Parlament eran de la plataforma aglutinada en torno del exalcalde olímpico. Cuatro años después, 12 de los 42 diputados pertenecían a Ciutadans y el primer gobierno tripartito de Maragall –con ERC e ICV– nombró conseller de Justicia al presidente de CpC, el abogado, profesor de ciencia política y exrector de la UAB Josep Maria Vallès, y secretario de Planificación Territorial a otro de sus miembros, el geógrafo Oriol Nel·lo.
El choque con el partido que dirigía José Montilla era inevitable. “Éramos más de izquierdas, más catalanistas y más renovadores de la política que el PSC”, resume Vallès. Mientras los socialistas secundaron con escepticismo la apuesta de Maragall por la reforma del Estatut para resolver el encaje de Catalunya en España, el proyecto estaba en el ADN de CpC, cuyo primer círculo contaba con un millar de inscritos y cerca de 5.000 simpatizantes. Los miembros de la plataforma acusaron enormemente el golpe del Constitucional, que en el 2010 tumbó el marco legal aprobado por los catalanes, por lo que muchos de ellos iniciaron una deriva soberanista. Algunos, como Antoni Comín, actual conseller de Sanitat en el Govern de Junts pel Sí, o David Elvira, director del Servei Català de la Salut, abrazaron la causa del proceso. Comín fundó la Asociación Socialisme, Catalunya i Llibertat y proclamó: “El plan B del federalismo debe ser la independencia”. Lo primero que hicieron fue adherirse al Pacte Nacional pel Dret a Decidir y lo segundo, alcanzar pactos electorales con ERC.
Similar evolución siguió Ernest Maragall, uno de los ideólogos de la reforma del Estatut. El exconseller d’Educació montó su propio partido: Nova Esquerra Catalana, al que se unieron destacados miembros de la plataforma, como Alvar Roda, expresidente de CpC, o el exdiputado Josep Maria Balcells. La formación confluyó con el Moviment d’Esquerres, y fruto de su alianza con ERC, Ernest Maragall salió elegido diputado europeo. Maragall, además, dirige la Fundació Catalunya Europa, donde han confluido conocidos nombres de la órbita del Ciutadans pel Canvi como Beth Galí, Xavier Folch o Gemma Sendra.
El que fuera portavoz de la plataforma, Àlex Masllorens, se define como un “federalista desencantado” que se ha sentido “muy cómodo” trabajando como adjunto en el área social del Ayuntamiento de Barcelona bajo el mandato de Xavier Trias. Este experto en políticas sociales procedente del movimiento cristiano ha llegado a la conclusión de que “la España plurinacional es una quimera absoluta”.
También los hay que se han mantenido en la línea federalista, como Carme Valls, vicepresidenta de la corriente Federalistes d’Esquerres. Otros ilustres, como Teresa Serra, Ramón Espasa, Betona Comín o Pilar Malla se retiraron de la actividad política. Y figuras de peso como Vallés, Nel·lo o Xavier Folch firmaron el manifiesto de Barcelona en Comú a favor de la candidatura de Colau al Ayuntamiento de Barcelona. Tanto Vallés como Nel·lo –que colabora con el actual Ayuntamiento en el diseño del plan de barrios– ven en este movimiento “puntos en común” con la aventura de CpC. “Nuestra organización era muy horizontal, no jerárquica, y fuimos los primeros en utilizar internet para hacer consultas internas”, recuerda Vallès.
“Tenían un perfil muy académico y bebían de las mismas fuentes intelectuales que los actuales líderes de Podemos, aunque en el terreno económico tenían un enfoque más liberal”, analiza el sociólogo Marc Pradel, buen conocedor del entorno maragalliano que acaba de publicar Catalunya xarxa de ciutats, el municipalisme de Pasqual Maragall i la seva influència en la governança de Catalunya.
La otra gran diferencia está en el contexto. “CpC surgió en un momento de bonanza económica, y sus miembros eran vistos como unos burgueses y elitistas, mientras que Podemos nace de la revuelta de los indignados frente a la crisis y su imagen es más cercana a la gente”, precisa. Para Nel·lo, lo que más distingue a Podemos de CpC es que este último carecía del apoyo de “un movimiento de base potente como la PAH”.
Su irrupción en 1999 provocó mucho recelo, sobre todo entre los socialistas, con quienes compartieron cargos