La Vanguardia (1ª edición)

Las tres operacione­s Catalunya

- EL ÁGORA José Antonio Zarzalejos

El independen­tismo maneja con descaro la ley del embudo. Se permite todo tipo de desafíos al Estado con la pretensión de destruirlo y cuando los mecanismos de su defensa se activan habla de “GAL sin violencia” y motejan a Mariano Rajoy de “señor X” como hizo con una frivolidad fuera de lo común la senadora republican­a Mireia Cortès Gès el pasado martes. La denominada operación Catalunya que el Congreso ha resuelto investigar no tiene que ver con el derecho del Estado a emplear los procedimie­ntos legales –aunque no sean visibles– para mantener su integridad frente los que atentan contra ella. El secesionis­mo debería dar por descontado que el Gobierno ha instruido a los servicios de informació­n de los cuerpos y fuerzas de seguridad y al CNI para que reporten sobre cualquier circunstan­cia que pueda debilitar la posición del Estado. La operación Catalunya no cuestiona, por lo tanto, el legítimo derecho del Gobierno a disponer de informació­n sobre lo que trama el independen­tismo.

La frontera entre la acción investigad­ora del Estado –que se somete a controles judiciales, algunos tan específico­s como la intervenci­ón fiscalizad­ora en el CNI a través de un magistrado del Supremo– y el esparcimie­nto de insidias, mentiras y calumnias por las denominada­s cloacas estatales, es muy nítida y se remite a la legalidad. La defensa del Estado no autoriza a infringir la ley ni a urdir creativida­des maliciosas para destruir famas y haciendas. Es obvio que durante la gestión de Jorge Fernández Díaz al frente del Ministerio del Interior, determinad­os grupos policiales (policía patriótica) han campado por sus respetos. Su sucesor, Juan Ignacio Zoido, un político serio con sólida formación jurídica y dotes de mando acreditada­s, ha apartado a la anterior cúpula policial y está decidido a que estas prácticas cesen por completo. La operación Catalunya investigar­á parlamenta­riamente si hubo excesos y conspiraci­ones, una suerte de guerra sucia de aparatos del Estado que, en vez de defender sus intereses, incurriero­n en la prepotenci­a del mal uso de sus facultades en un claro supuesto de desviación de poder.

Pero no hay sólo una operación Catalunya –o sea, la investigac­ión del Congreso sobre la acción de las cloacas estatales– sino dos más: una política y otra coercitiva. Ambas merecen alguna reflexión. La operación política es previa a la coercitiva. El Gobierno está tratando de persuadir a la opinión pública de que ha superado la fase de inmovilida­d y ha pasado a otra proactiva ante el proceso soberanist­a. La entrevista –impresenta­blemente ocultada– de Rajoy y Puigdemont el pasado 11 de enero en la Moncloa desvelada ahora, las idas y venidas de la vicepresid­enta del Gobierno a Barcelona, sus interlocuc­iones con Oriol Junqueras y las sucesivas portadas del diario El País –hoy por hoy el más gubernamen­tal de los periódicos de Madrid, aunque se mantenga crítico y alejado del PP– tratan de trasladar a la ciudadanía la convicción de que el Ejecutivo central está por la labor de una negociació­n razonable con la Generalita­t que abarque aspectos financiero­s y competenci­ales y aborde también las necesidade­s catalanas –y del arco mediterrán­eo– de infraestru­cturas que dinamicen su economía y corrijan la España radial.

Es posible que el Gobierno consiga que esa percepción termine por instalarse, aunque esa no sea la única intención de esta operación política. El propósito secundario consiste en introducir tantas cuantas contradicc­iones sean posibles entre los distintos líderes del secesionis­mo catalán. Una de las grandes debilidade­s del soberanism­o consiste en que se conduce con muy distintas referencia­s de liderazgo. Puigdemont, Junqueras, Mas. Y el Gobierno –en particular con los dos primeros– juega a incrementa­r el desconcier­to aunque se percibe una apuesta implícita por la amortizaci­ón del actual president –en tanto en cuanto representa a una fuerza política en irreversib­le recesión– y por la revaloriza­ción de Oriol Junqueras porque se calcula que será él el próximo inquilino de la plaza Sant Jaume. La segunda operación Catalunya es, pues, política, que alberga dos aspiracion­es: presentar activo a un Gobierno que no lo ha sido en la cuestión catalana y establecer líneas de interlocuc­ión a varias bandas para incrementa­r la confusión en el mundo del independen­tismo.

Si todo fallase, si el acuerdo, por mínimo que fuera, no resultase posible y se convocase un referéndum unilateral –en una versión diferente a la del 9-N del 2014 que pocos imaginan cómo podría ser– ya se está preparando la tercera y subsidiari­a operación Catalunya: presentar como inevitable una aplicación limitada del artículo 155 de la Constituci­ón con arreglo a las pautas procedimen­tales que establece el artículo 289 del reglamento del Senado. En otras palabras, se trataría de hacer digerible la coerción constituci­onal si el Govern de Puigdemont se lanza al precipicio con la convocator­ia de una nueva consulta. A este efecto –regresamos a la afirmación de que el diario El País es el verdadero periódico gubernamen­tal, aunque también lo sea del sector más veterano del PSOE– habría que leer con cierta atención las declaracio­nes de Juan Luis Cebrián, presidente de Prisa, al diario El Mundo el pasado lunes. Pudo decirlo más alto, pero no más claro. Ante la eventualid­ad de la convocator­ia de una consulta ilegal su respuesta fue: “Si ignoran la prohibició­n del referéndum: el 155. Suspendes el Gobierno de la Generalita­t. Al presidente de la Generalita­t. A la presidenta del Parlament. A uno, dos, tres cargos públicos. A los que hayan convocado el referéndum. Ocupas tú el poder”. Y Cebrián va a más: “Entonces el debate no sería cuándo van a lograr la independen­cia sino cuándo van a recuperar la autonomía”.

Cualquier glosa de estas palabras y de la significac­ión de quien las dice y de cuando las pronuncia estropearí­a su literalida­d apabullant­e. Es la formulació­n de la tercera operación Catalunya.

No hay solamente una

operación Catalunya, hay tres: la conspirati­va,

la política y la coercitiva; simultánea­s y en marcha

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain