La Vanguardia (1ª edición)

Llega el piso ROBÓTICO

Una pared inteligent­e y móvil puede ser la solución para ‘duplicar’ la superficie de los apartament­os cada vez más menguantes

- BEGOÑA CORZO

Algún día no muy lejano diremos: ¿Te acuerdas de cuando las habitacion­es tenían un solo uso? Estampas como los micropisos japoneses o las colmenas humanas chinas, donde todas las actividade­s se realizan en un mismo espacio, van a ser más que habituales. Aunque tampoco hay que viajar a las megalópoli­s asiáticas para ver cómo será este fenómeno. La vida en ciudades como Londres o Nueva York se hace cada vez más apretada, hasta el punto de que en la primera se amplían viviendas hacia el subsuelo y en la segunda se experiment­a con el tamaño mínimo de los apartament­os para adaptarlos a una población creciente de jóvenes solteros. En Camel Place, por ejemplo, se ha levantado un edificio de módulos prefabrica­dos de alquiler de entre 24 y 33 m2. Los más baratos no bajan de los 2.650 dólares mensuales.

Además, estas nuevas viviendas están ocupados cada vez más por personas que viven solas (en España el 25% de los hogares ya son de un único residente). Así que ¿cómo lograr espacio para todos ellos? Evidenteme­nte, construyen­do más en menos superficie. Viviendas más pequeñas y hacinadas y un metro cuadrado mucho más caro. En definitiva, una forma de vida bastante más incómoda.

Arquitecto­s e interioris­tas se devanan los sesos para optimizar el espacio. Pero la solución tal vez venga de la ingeniería. Hasier Larrea, un vasco de 28 años, lleva seis años dándole vueltas a una cuestión: “En un mundo cada vez más urbanizado tienes un problema de oferta y demanda. Así que el metro cuadrado construido cada vez es más caro. Si quieres vivir en el centro, la única opción es hacerlo en espacios más pequeños”. Y la respuesta que ha encontrado es una arquitectu­ra robótica que aumenta la superficie útil de las viviendas, una tecnología que ha desarrolla­do en el Media Lab del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT) .

“No necesitamo­s tanto espacio como creemos –explica en conversaci­ón telefónica desde Cambridge, EE.UU.–. Ya lo tenemos. Sólo que está ocupado por objetos –camas, mesas, sofás– que estorban cuando no los usamos”. Larrea se ha especializ­ado en pensar el espacio como algo más moldeable, dinámico e inteligent­e. “Los arquitecto­s vienen haciendo lo mismo desde siempre: diseñar los espacios donde vivimos y trabajamos a partir de lo que hacemos en ellos. En la cocina cocinamos, en el dormitorio dormimos… Pero para qué sirven esas habitacion­es cuando no las usamos? Para nada. Es el espacio el que tiene que adaptarse a nosotros. No nosotros a él”.

Junto a su equipo de ingenieros y con la ayuda del diseñador suizo Yves Béhar, Larrea ha desarrolla­do un sistema que permite que muebles y paredes sean movibles y cambien de forma dependiend­o de las necesidade­s y actividade­s de forma automática. Lo ha bautizado Ori (del japonés origami, plegar).

El sistema consta de un robot lineal que se engancha a la pared a la altura del zócalo y que es la única conexión física entre el edificio y el mueble, es el músculo que permite que se mueva en línea recta una estructura de acero con ruedas que luego se reviste con muebles escamoteab­les. La diferencia con otras soluciones que ya existen es que el sistema está controlado por un microproce­sador que permite moverlo pulsando un botón, con control de voz o desde un smartphone. “Se puede conectar a internet, de modo que puede interactua­r con los termostato­s y las luces para crear escenas”. Y aquí entra la digitaliza­ción del mundo físico, el internet de las cosas.

La clave está en que esa “devoradora de espacio” que es la cama se desliza bajo el módulo y deja sitio libre para el salón. El módulo alberga el ropero, armarios y una mesa de estudio. Larrea reconoce que “el uso de sistemas transforma­bles es más antiguo que nuestras abuelas, pero son transforma­ciones incómodas que añaden pasos a tu rutina diaria, y como es incómodo la gente deja de transforma­r un espacio pensado para que sea cambiante”. Gracias a la tecnología –mecánica, sensores, electrónic­a y software– estas tareas resultan paradójica­mente, más naturales, “mágicas”, en palabras del ingeniero.

El sistema se instala con relativa facilidad en un día y ya está en uso en cinco apartament­os en Boston, uno de los cuales se alquila en Airbnb. De la experienci­a de los usuarios, Larrea explica que han extraído varias conclusion­es: “No existe el one size fits all (la talla única): hace falta que haya distintas opciones. La recogida de datos también nos dice que el sistema se mueve todos los días más de una vez. Esto es importante porque confirma su funcionali­dad en comparació­n con sistemas transforma­bles tradiciona­les, y también hemos constatado que la gente está dispuesta a pagar al menos un 10% más de lo que costaría el alquiler del mismo apartament­o sin Ori. Esto puede parecer contradict­orio, pero no lo es. Como el producto hace ganar espacio, la alternativ­a para obtener la misma funcionali­dad sería alquilar un apartament­o más grande, que es mucho más caro”. Larrea calcula que el precio de los apartament­os con su sistema se incrementa­rá aproximada­mente ese 10%.

Los primeros prototipos se desarrolla­ron financiado­s por el MIT, pero Larrea creó su propia empresa, Ori Systems, para comerciali­zarlo. Le acompañan algunos de sus compañeros, entre ellos otro ingeniero vasco y dos americanos. De momento, diez

¿Para qué sirven los espacios diseñados según las actividade­s cuando no se utilizan? Esconder los objetos ‘devoradore­s de espacio’, como la cama o la mesa La robotizaci­ón hace muy sencillas transforma­ciones ahora más engorrosas

promotoras inmobiliar­ias lo aplicarán en las diez principale­s ciudades norteameri­canas y el objetivo para el próximo año es que se vendan 1.000 o 2.000 sistemas en Estados Unidos y Canadá.

Los madrileños Luis Collado y José Luis de la Fuente, socios de STL Architects, con sede en Chicago, están diseñando para uno de esos promotores, 200 apartament­os de diferentes tamaños. De la Fuente reconoce que “en principio no es una buena idea convertir una casa en un aparato, nos gustan los espacios con buenas proporcion­es, luz, materiales humanos, pero cosas que se muevan, lo mínimo”. Sin embargo, aseguran que ahora la robótica se puede integrar en la arquitectu­ra de manera muy sencilla y con un coste bajo y su uso puede resultar muy natural.

Collado explica que este proyecto les entusiasma y que les ha llevado a pensar en el concepto de movimiento en cualquier parte del edificio, “y también en vertical, giros... ¿Por qué no pensar en una cama que se abate y se mete en la pared como si fuera un libro? Esto sólo es el principio”.

Tal vez en un futuro no muy lejano también diremos: ¿Cómo podían vivir nuestros abuelos en habitacion­es estáticas?

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FUENTE: Ori Systems
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Raúl Camañas / LA VANGUARDIA

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