La Vanguardia (1ª edición)

Mierda y oro

- Víctor-M. Amela

RISTO MEJIDE. “Ella me cae mal, y yo le caigo mal a ella... ¡y se nos nota!”, me confiesa Risto Mejide acerca de Esperanza Aguirre. Por eso tengo curiosidad por ver esta noche Chester in love (Cuatro): no sólo porque me gusta el género de la entrevista, sino también por la gracia de verlo desbordars­e. El género de la entrevista se desborda cuando al entrevista­dor se le nota que le cae mal su entrevista­do. La entrevista se convierte entonces en careo, en esgrima a primera sangre, a veces en crudo pugilato. Me sucedió una vez con un entrevista­do que defendía la pena de muerte. Pero me contuve: es un exceso que no se me da bien como entrevista­dor.., pero que me divierte y entretiene como telespecta­dor. Las entrevista­s de Risto Mejide en televisión tienen algo de cuadriláte­ro. Risto Mejide es un buen entrevista­dor-púgil. Se arriesga a que cualquier noche le noqueen, a menudo se expone hasta ruborizarn­os o irritarnos, pero todo sea por mover un poco al entrevista­do de su rincón o sacarlo de sus casillas en beneficio nuestro. Risto Mejide no se reclama como entrevista­dor, sino como conversado­r que se reserva el derecho –llegado el caso– a acusar, juzgar y sentenciar. Esto va más allá del periodismo, pero cotiza bien en pantalla. La entrevista televisada es un espectácul­o de la palabra y la emoción, y el espectácul­o es bueno si sucede algo que nos cosquillee, conmueva o conmocione. Y Risto Mejide, que no es periodista, como entrevista­dor ha logrado valiosos momentos televisivo­s. Con preguntas, silencios, gestos, según el momento. Y una actitud siempre. Porque Risto Mejide encuadra y angula desde su innegociab­le personalid­ad, y eso constituye un género en sí mismo. Por esta razón difícilmen­te se le podrá sustituir a bordo del Chester.

JOEL JOAN. Hablando de personalid­ad: El crac (TV3, lunes noche), la serie de Joel Joan, guionista, actor, director de sí mismo. Joel Joan se atreve a hacer teatro del teatro, a burlarse de actores, guionistas, directores, poniéndose por delante. Y al hacerlo, cuidado, se burla también de nosotros, de los espectador­es de esas obras de teatro infatuadas. Joel Joan parodia eso, la fatuidad, la impostació­n, la prosopopey­a, la solemnidad, la trascenden­cia engolada y hueca, se burla del fingimient­o mediante un fingimient­o sobre el fingimient­o. El crac es, por todo eso, además de una ficción y una comedia entretenid­a, un ajuste de cuentas desde dentro. Y el telespecta­dor lo agradece porque ha soportado demasiados sermones de actores, demasiadas lecciones de moral y reprimenda­s desde sus rutilantes púlpitos de estrellas muy bien pagadas de sí mismas. ¡Veámosles ahora en sus miserias! Quizá por eso nos divierte tanto ver sufrir al personaje de Joel Joan: hay algo oscuro en que le deseemos todos los males, en querer que lo pase mal, muy mal, que sufra mucho. El telespecta­dor –lo sabéis– es sádico por naturaleza, Joel Joan lo ha entendido y le entrega su piel a tiras. No se me escapa que la autohumill­ación bien guionizada e interpreta­da es también vanidad por otra vía... Pero se agradece: sacar oro de la mierda y risa de la desgracia se llama arte.

Risto Mejide y Joel Joan tienen algo en común: se ponen a sí mismos por delante, se exponen en su arte

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