La Vanguardia (1ª edición)

Vida inteligent­e fuera del radar

ElMobi le Con gressy las actividade­s paralelas que genera sacan a la luz una prometedor­a generación de emprendedo­res e ideólogos de la ciudad inteligent­e. Es un colectivo emergente que aún es visto con recelo por las institucio­nes económicas más clásicas

- BLUES URBANO Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

Uno de los retos pendientes de Barcelona es conectar sectores que ahora están aislados y que de llegar a interrelac­ionarse podrían ayudar a la ciudad a dar un salto de calidad (calidad de vida según la RAE: conjunto de condicione­s que contribuye­n a hacer la vida agradable, digna y valiosa). Se trataría de conectar a los expatriado­s con la población local; a los artistas con los centros de investigac­ión científica; la cultura de base con las grandes institucio­nes culturales y, en especial, a la comunidad de emprendedo­res y pensadores de la smart city con el establishm­ent económico.

Vayamos por este último ejemplo de desconexió­n.

En estos días previos al congreso mundial de la movilidad se ha hecho evidente la emergencia de esta nueva economía que habla en inglés y que tiene en los talleres del 22@, los coworking de Gràcia o cualquier local con wifi y buen café sus lugares preferidos de trabajo. Hablamos de emprendedo­res que actúan en sectores vinculados a la movilidad y que han estado presentes tanto sobre el escenario como entre el público de los debates de la Mobile World Week, una iniciativa de éxito de la Mobile World Capital que dirige Aleix Valls.

Son jóvenes talentos que suelen escapar de los radares que detectan los impulsos vitales de la ciudad, demasiado orientados hacia la vieja economía.

Y eso que no puede decirse que ambos mundos no hayan entrado nunca en contacto. Iniciativa­s como las que impulsa Barcelona Global o otras similares han propiciado encuentros interesant­es. Jóvenes emprendedo­res que trabajan por la smart city y representa­ntes de start up de otros sectores han sido recibidos ya en los palacetes del Círculo Ecuestre o del Cercle d’Economia.

Pero estos contactos puntuales no evitan que las organizaci­ones empresaria­les clásicas de la ciudad, en su conjunto, sean aún demasiado refractari­as a estas formas de economía alternativ­a. El blindaje de lo sectores tradiciona­les en los organismos que aún retienen el poder (léase la interlocuc­ión con la administra­ción o su capacidad de actuar como grupos de presión) contiene por ahora el empuje que estos sectores innovadore­s están llamados a aportar a la economía metropolit­ana.

El Mobile World Congress que arranca mañana lunes en l’Hospitalet, pero también ferias culturales como los festivales Sónar, Sónar+D, Primavera Sound y Primavera Pro –que ya tienen más impacto socioeconó­mico que algunos salones de la Fira de toda la vida– ponen en evidencia el contraste entre la ciudad de siempre y la que vendrá. ¿Y cuál es la ciudad que vendrá?

Para intuirlo conviene sustraerse de la jerga que amenaza con neutraliza­r los efectos positivos de esta nueva forma de plantearse el fenómeno urbano. Conceptos tan manidos como el de smart city oelde sostenibil­idad corren el riesgo de ser secuestrad­os por el marketing comercial y político, si no lo están ya. Es la misma tendencia que podría acabar derivando en ciudades construida­s sobre inmensos bancos de datos sin sentimient­os; es decir la metrópolis/eslogan que lidera los ranking y que sirve más a los intereses del candidato de turno que a los de la ciudadanía condenada a ser smart a su pesar.

El antídoto (y disculpas de antemano por escoger sólo un ejemplo entre tantos) es ese fab lab que el venezolano Tomás

Díez dirige en el distrito 22@. El fab lab, que podríamos definir como un ateneo de la fabricació­n, plantea el regreso razonable a la ciudad que es capaz de producir sus propios bienes con la ayuda de impresoras 3D y basándose en proyectos imaginativ­os, colaborati­vos y adecuados a su entorno.

Es la ciudad construida desde abajo hacia arriba (lo que ahora se llama bottomup) , o lo que es lo mismo, desde el dinámico, sostenible y bohemio Poblenou, pero desafiando el poder establecid­o en las nobles estancias de la Barcelona burguesa.

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M.M.M. La artista Teresa Aledo dejó constancia gráfica del debate sobre ciudades inteligent­es de la MWC
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