Personal, guste o no guste
Desbordada expectación ante lo nuevo de Joël Iriarte, el chaval de Sant Joan Despí que ha de cohabitar con su habilidad para hacer canciones desde un insobornable criterio estético propio y su consideración superlativa para un significativo sector de la escena opinativa indie. Por la autonomía del sendero musical por el que transcurre su carrera parece no afectarle demasiado a la hora de opciones compositivas y alternativas interpretativas.
Su gusto por la decoración sonora del pop español ochentero le sirve aquí para dar un aire sonoro de saltarina rítmica, quizás para contrapesar una temática lírica que apunta hacia una percepción –irónica y conscientedel paso del tiempo como recita en Música para adultos. Disco duro se puede consumir como una obra pop hecha con la justa –a menudo básica- atención en el arreglo pero con pegadiza pericia para las melodías que invitan al baile, como en la luminosa Pisciburger, pero también se puede deglutir como obra de trágica madurez como transpira Un demonio con piel de cordero, donde Soledad Vélez presta su inconfundible voz. En cualquier caso, esta dicotomía puede resultar cansina por previsible pero, sobre todo, muestra a un compositor e intérprete en una coyuntura intensa de solución incierta. De momento aquí regala Crepus, uno de los músicos más intransferibles y polifacéticos del indie español, un pequeño decálogo pop que suena al pasado, y que vislumbra con incertidumbre el futuro.