La Vanguardia (1ª edición)

La primera final del Calderón

El Barça busca levantarse y reencontra­rse ante el Atlético en una jornada que puede marcar la Liga

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Barcelona

Salir del barro o seguir chapoteand­o en el lodo. Levantar la cabeza en busca de la Liga o quedarse frustrado en el diván. Redimirse o recibir otro mandoble que convertirí­a la psique blaugrana en un cristal destrozado. Hoy se juega una porción de la Liga en el Calderón y en El Madrigal y el Barça, avanzado provisiona­lmente por el Sevilla, persigue parecerse al de otras épocas para dejar el Manzanares recuperado y con las posibilida­des intactas de luchar por el campeonato. Mejorar, ganar, presionar y esperar a ver qué hace el Real Madrid en Vila-real. Fácil de escribir y de verbalizar, más complejo de realizar. Tras dos funciones lamentable­s, la de París y la de hace una semana frente al Leganés, el Barcelona ha tenido siete días para refrescar su mente, para reamarse y para tratar de encontrars­e. Por el camino recibió la buena nueva de la derrota blanca en Mestalla pero ha llegado su momento, el instante de saber si queda espacio para la reacción dentro del vestuario o la nave camina directa a la zozobra. Se trata de la primera final del Calderón (la segunda será ante el Alavés el 27 de mayo). “No es una jornada clave, pero sí especial porque hay enfrentami­entos directos en la parte de arriba”, concedió un Luis Enrique más esquivo que nunca y que liquidó la rueda de prensa con respuestas exprés (19 preguntas en 11 minutos).

El enfervorec­ido estadio rojiblanco –aunque habrá huelga de animación en un sector al inicio– y un Atlético más convincent­e que cuando el Barcelona le visitó en la Copa el 1 de febrero no se antojan el mejor escenario posible para reactivars­e. O sí. Porque vencer y convencer ante un contrincan­te que viene de tres victorias seguidas en el torneo y de triunfar en la Champions proporcion­aría al equipo de Luis Enrique una inyección de confianza mayúscula. Sería un trampolín con el que impulsarse en una campaña en la que el Barça no encuentra la manera de abandonar la irregulari­dad. No se trata de una empresa nada desconocid­a para el conjunto blaugrana, un visitante habitual en el Calderón. Con el asturiano en el banquillo se ha impuesto allá al Atlético en cuatro de cinco ocasiones (dos en la Liga, dos en la Copa). Un buen dato, aunque eso seguro que espolea las ganas de desquite del conjunto de Simeone, que curiosamen­te no se vino abajo tras la eliminació­n copera sino que le sirvió como rampa de lanza-

miento, en especial para sus delanteros, en racha. “Conmigo no les hemos ganado ninguna vez en la Liga pero siempre hemos tenido opciones. Les ganamos una Liga con un empate y les eliminamos dos veces en la Champions. No nos fue tan mal”, recordó el técnico del Atlético.

Decisiones de Luis Enrique al margen, debe ser un partido para los pesos pesados. No valen excusas, ni cansancios. El tridente ha de desmelenar­se para estar a la altura de su fama en un campo en el que suelen brillar y los líderes de la medular (Busquets e Iniesta) han de recuperar biorritmos para imprimir el tempo que les interese a los blaugrana. Los partidos acostumbra­n a desbocarse en terreno colchonero y a veces el Barça ha obtenido réditos de esta centrifuga­dora pero a los blaugrana tampoco les conviene perder la cabeza porque cualquier golpe en contra al inicio podría ser fatal para su tocada moral. El conjunto blaugrana necesita una concentrac­ión extrema, que nada le desvíe del camino, ni siquiera el tipo de arbitraje que pueda poner en liza el siempre imprevisib­le Mateu Lahoz.

El Atlético ha recobrado en las últimas semanas su sello, el de la pasión y le ha añadido puntería y fútbol. Pero Luis Enrique se sigue quedando con los suyos: “No tengo que importar nada del rival, prefiero las virtudes de los míos pero es evidente que hemos de mejorar nuestro rendimient­o”. El Barça ha de recordar sus coordenada­s y no ser inferior en deseo porque es posible que le venga de entrada encima una avalancha como la del PSG. Una vez más, la salida de balón desde atrás será una de las claves del encuentro. Simeone dejó en el aire su táctica. “Fuimos a presionarl­es arriba y nos hicieron dos goles en 20 minutos en el Calderón en la Copa, presionamo­s arriba en el segundo tiempo y estuvimos cerca de empatar... El Barcelona sigue siendo el mejor equipo del mundo y ahora vienen con el entusiasmo de la derrota del Madrid”, afirmó el entrenador rojiblanco.

Tras días de reflexión (“el calendario ha pasado factura”, admitió el técnico blaugrana) es la hora de reflejar en el campo que lo que se dice fuera no son sólo buenas palabras. “Este vestuario siempre ha estado unido desde que llegué”, concluyó Luis Enrique. Es un día para traducirlo en hechos.

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Gerard Piqué, Lionel Messi y Luis Suárez, durante el entrenamie­nto de ayer en Sant Joan Despí
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INMA SAINZ DE BARANDA

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