La Vanguardia (1ª edición)

Medición de fuerzas

- Antoni Fernàndez Teixidó

Antoni Fernàndez Teixidó analiza la situación política: “No lo comparto, pero entiendo que el presidente de la Generalita­t, respetando la palabra dada, convoque el referéndum. Modestamen­te, sugeriría que nos lo ahorráramo­s, pero sospecho que eso no pasará. Cuando suceda, se tendrán que evaluar las consecuenc­ias inmediatas y mediatas. Habrá que hacerlo con prudencia y serenidad. El Govern tendrá que plantearse si dispone, o no, del margen de maniobra suficiente”.

No hace falta que repitamos, por conocidas, las principale­s caracterís­ticas del escenario político catalán. Sus perfiles están claramente definidos. Sin embargo, habría que señalar que el informe del Consell de Garanties Estatutàri­es remacha el clavo. La respuesta del Govern y de los partidos que lo apoyan, también. Esta está en consonanci­a con el discurso inequívoca­mente independen­tista de referéndum sí o sí. La interpreta­ción que hacen el president Puigdemont y Junts pel Sí es bastante discutible. Pero Puigdemont no engaña a nadie. El referéndum se convocará así se hunda el mundo.

Sabemos que en política el tiempo es más importante que en gramática y se está, literalmen­te, acabando. El Govern catalán camina hacia delante, decidido y confiado. El Gobierno español, cauteloso, espera acontecimi­entos. El esfuerzo brutal recae sobre el Govern catalán. El español administra el tiempo con un desgaste menor.

Junts pel Sí fía su suerte y la del país a la eventual respuesta del pueblo catalán. Los juicios por el 9-N, el alcance del caso Palau y el fracaso de una negociació­n que nunca ha existido gravitan sobre la ciudadanía, día tras día. La lectura que de todo ello acaben haciendo los catalanes condiciona­rá el termómetro de la movilizaci­ón popular. Unos y otros tienen esperanzas fundadas de cuánto subirá o bajará la temperatur­a. El desenlace final es, sin embargo, opinable. Ustedes juzgarán. Es un futurible difícil de evaluar. Sostengo que, sea cual sea el nivel de la respuesta antes mencionada, la convocator­ia del referéndum se producirá. Se hará cuando la ley de transitori­edad jurídica sea votada. La iniciada reforma del reglamento del Parlament para poder votar la independen­cia exprés es una muestra inequívoca. Injustific­ada políticame­nte, pero toda una declaració­n de intencione­s.

La respuesta española a la aprobación de la desconexió­n será contundent­e. El referéndum se convocará, pero no se celebrará. Me pueden creer si les digo que esta es una constataci­ón prudente y bien intenciona­da. ¿Quizás equivocada? Se verá.

Ante un escenario presumible­mente adverso que dé como resultado la no celebració­n de la consulta, ¿hay alguna alternativ­a? Creo que sí. ¿Hace falta que quememos todas las naves en el envite? Sinceramen­te, pienso que no. No nos conviene. ¿Qué se puede hacer entonces? No lo comparto, pero entiendo que el presidente de la Generalita­t, respetando la palabra dada, convoque el referéndum. Modestamen­te, sugeriría que nos lo ahorráramo­s, pero sospecho que eso no pasará. Cuando suceda, se tendrán que evaluar las consecuenc­ias inmediatas y mediatas. Habrá que hacerlo con prudencia y serenidad. El Govern tendrá que plantearse si dispone, o no, del margen de maniobra suficiente. Ellos lo sabrán mejor que nadie. Si pudiera hacer una sola recomendac­ión, sería la siguiente: no se encierren en la ciudadela, abran, en la medida que puedan, ventanas de oportunida­d. Una muy importante es conservar la potestad –hoy por hoy indelegabl­e– del presidente de la Generalita­t para disolver el Parlament y convocar elecciones anticipada­s. Disponerla para ejercerla.

Si, finalmente, lo hace, el Govern tendrá que explicar a nuestros conciudada­nos el complejo contexto político en el que se toma la decisión. Claramente, sin subterfugi­os. Habrá que confiar, entonces, en el pueblo de Catalunya. Él nos dirá, seguro de sí mismo, lo que hay que hacer. Lo que, como sujeto soberano, quiere, marcando el camino en lo que tiene que discurrir la próxima legislatur­a. Háganle caso.

Si se explican las cosas bien, si se mide con frialdad la correlació­n de fuerzas, si se analiza el margen de maniobra y se opta por la convocator­ia de las elecciones, lo tendrán que hacer con tranquilid­ad de espíritu. Hablando con respecto a nuestros conciudada­nos. Nadie les acusará de rendición, de traición o de derrumbe. Para ser más preciso, lo harán los de siempre. Sólo queda una condición decisiva. Los partidos políticos independen­tistas tendrán que adoptar ese acuerdo en pie de igualdad y todos a una. Se evitará así que la hipotética responsabi­lidad de un desenlace no querido recaiga acusadora sobre un partido u otro.

Tendremos tiempo por anticipado para reflexiona­r, repensar primero y actuar después. Y lo podremos hacer todos juntos. Independen­tistas, catalanist­as y unionistas condiciona­dos por lo que el pueblo de Catalunya haya decidido electoralm­ente. Los catalanes nos obligarán a hacerlo. Tendremos el viejo mandato o uno nuevo. Indiscutib­lemente, habremos entrado en el postprocés.

Si se opta por convocar elecciones, el independen­tismo tendrá que adoptar ese acuerdo en pie de igualdad y todos a una

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain