La Vanguardia (1ª edición)

¿Cómo ha de ser la Rambla?

- Luis Racionero

La Rambla ha de ser el paraíso del peatón, el espacio a escala humana y el camino hacia la orilla del mar. Su diseño urbano es perfecto y por eso se hizo famosa en los años veinte y treinta del siglo pasado.

Cuando yo la conocí en los cincuenta y sesenta seguía siendo perfecta, sobre todo cuando tenía casetas de mascotas y pajaritos, flores y, al final, libros de lance.

Si ahora el Ayuntamien­to se plantea convocar un concurso internacio­nal para rediseñar la Rambla no es porque su diseño fuera erróneo o cause problemas actualment­e. Su problema no es de estructura ni diseño, su problema es de uso. El inmenso incremento turístico de Barcelona provoca una densidad en la Rambla para la que no fue diseñada. La Rambla era para que pasearan por ella las gentes que vivían a los lados: el Barri Gòtic y el barrio chino, el Raval y la burguesía. Si han de pasear los de la Bonanova, Gràcia o París o Milán, el espacio puede quedar colapsado por su propio éxito.

¿Qué hacer? Asignar el espacio como un recurso escaso, como se entendió en el centro de Londres con el automóvil. Cuando residí en Cambridge mi colega y amigo Marcial Echenique, profesor de Urbanismo allí, estaba realizando el estudio para montar un peaje para acceder al centro de Londres. Fue un caso de recurso gratuito –como el aire– convertido en costoso por el exceso de demanda. Es el mismo caso que la Rambla, con peatones en vez de coches.

La solución puede ser la misma, cobrando para acceder a ella, como se hace ya en el Park Güell, que fue espacio público gratuito, luego se cobró entrada y ahora hay que pedir hora para que te vendan una entrada. Acceden los que caben sin desfigurar con su presencia los encantos del parque. Lo mismo puede aplicarse a la Rambla.

También existen otras posibilida­des de descargar el uso de la Rambla a base de ofrecer espacios alternativ­os. No creo, como nuestro teniente de alcalde argentino, que los turistas se dejen llevar a Nou Barris o a Sants para pasear por allí, pero sí creo que ofrecer espacios alternativ­os puede aligerar la presión sobre la Rambla.

La idea se apoya en la teoría de la ciudad policéntri­ca. El tamaño óptimo de la ciudad depende del uso que deba favorecer: si es una ciudad industrial, su tamaño óptimo será aquel que favorezca la máxima eficacia productiva y eso suele estar en las áreas metropolit­anas con millones de habitantes; si es una ciudad turística, su función es maximizar la comodidad de sus usuarios y ello se da en ciudades a escala humana como la Florencia de los Médici o la Atenas de Pericles. Son ciudades de 50.000 habitantes y entre 1.500 y 2.000 metros de diámetro mayor, en las que se puede andar hasta el centro en menos de 15 minutos. La densidad está alrededor de 120 habitantes por hectárea.

¿Cómo lograr la escala humana en ciudades que han superado los 50.000 habitantes? Desagregán­dolas en barrios de 50.000 habitantes, que cada uno sea una pequeña ciudad. Lo más parecido aquí es el barrio de Gràcia, pero si se quiere, podría serlo también la Bonanova, Sarrià, Les Corts, etcétera.

En vez de tener cuatro millones de habitantes gravitando sobre una sola Rambla o una sola plaza, fomentar una ciudad policéntri­ca, con varios centros urbanos para cada 50.000 o 60.000 habitantes, incluso un centro de rango superior por cada 5 o 6 de esos subcentros, o sea, para 300.000 habitantes. Pero no para más.

Los centros se generan con grandes equipamien­tos: una universida­d, un teatro de ópera, grandes almacenes, cines, teatros, ateneos, hospitales, estaciones de tren o autobuses y sobre todo un Central Business District, donde se agrupen oficinas de las grandes empresas y de las medianas y donde las tiendas sean de alto nivel y se den servicios, como agencias de viaje especializ­adas, que una base de menos de 50.000 habitantes no basta para hacer rentables.

Un área metropolit­ana de varios millones de habitantes no puede, por su tamaño sobrehuman­o, albergar una escala humana. Por ello debe dividirse, como las células en un protoplasm­a, en varias ciudades de menor tamaño ordenadas dentro de la mancha de aceite del área metropolit­ana. Terrassa tiene un centro, Sabadell también, como Sant Cugat, y son parte del área metropolit­ana de Barcelona.

Con voluntad policéntri­ca se puede lograr diseñar espacios públicos urbanos que tengan escala humana. Y eso es lo que habrá que hacer para que la Rambla no se congestion­e, que tenga paseos alternativ­os, en el paseo Colom, en el paseo Sant Joan, en Gràcia, en la Bonanova, en Sant Cugat, en Les Corts, en Nou Barris y en Sants. En todos ellos crear ramblas alternativ­as. Y que las originales se parezcan a lo que fueron en los años cincuenta.

Habrá que crear espacios y paseos alternativ­os en otros barrios para que esta vía no se congestion­e

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