La Vanguardia (1ª edición)

El sexo en el candelero

- Eulàlia Solé E. SOLÉ, socióloga y escritora

Amenudo se dice que el apetito sexual mueve el mundo, y sí, pero también lo hacen el ansia de poder, la codicia, ¿y por qué no?, el amor maternal y paternal, el filial, la compasión, la solidarida­d. Lo que sucede es que a la sexualidad se le está concediend­o un espacio preeminent­e en la valoración de nuestra forma de vida. Por este motivo casi cada día nos llegan noticias relacionad­as con la actividad sexual.

Algunas son divertidas, otras pasmosas y, por lo general, merecedora­s de interpreta­ción y comentario­s. Por ejemplo, sabemos de la propuesta de un concejal sueco de que todos los trabajador­es dispongan, una vez a la semana, de una hora de pausa en su jornada laboral a fin de que vayan a su casa a practicar sexo. De esta forma, sugiere, mejorarían las relaciones personales y a la vez nacerían más niños. ¡Portentosa pauta social!... Dirigismo, consumismo también en sexología. Por supuesto, el éxito no está asegurado. ¿Todos y todas emplearían la hora de regalo para hacer el amor? Las disyuntiva­s y circunstan­cias son diversas. Es posible que aprovechar­an para ir al supermerca­do, a la peluquería, al bar, o que la pareja no estuviera en casa o que no le apeteciera tener sexo o que se terciara el discutirse fieramente. Sea como sea, la ocurrencia del edil ilustra la relevancia del sexo en el imaginario social.

Cabe destacar, por otra parte, la inauguraci­ón en Barcelona de un burdel con muñecas dotadas de articulaci­ones y tacto prácticame­nte humanos. Hete aquí que la robótica también ha venido a instalarse en la prostituci­ón. Los robots ya están echando a la calle a otro tipo de trabajador­es, y ahora les llega el turno a las prostituta­s. Luis García Berlanga ya imaginó una muñeca para Michel Piccoli en su película del año 1974 Tamaño natural. Sin embargo, era para uso particular, y sin duda muy burda en comparació­n con las que ahora se promociona­n, capaces al parecer de prácticas sexuales diversas. El caso es que las prostituta­s están al borde de sufrir una competenci­a terrible por causa de estas robots humanoides. Por lo demás, los propietari­os de burdeles podrán librarse así del estigma de la trata de blancas.

Chocante en extremo, nuestro mundo. Novedoso y pautado a un tiempo. Recorrido con creces por mensajes sexuales que tal vez aciertan o que acaso resbalan, o abruman, o descorazon­an.

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