Espinàs y el presente
Conjeturo que si Josep Maria Espinàs tuviera que escribir un artículo sobre los noventa años de Josep Maria Espinàs, se alejaría del protagonista de la noticia con discreción, modestia y decoro. Preferiría hablar del hábito de soplar velas, tan antropológicamente extraño, o del tiempo entendido como material imprevisible y de la experiencia como una mezcla de recompensa (te permite no repetir errores) y castigo (no te permite repetir errores). Con la actitud del pescador que no se obsesiona con el resultado de la pesca sino que disfruta de todos los minutos de espera, preparación, divagación y elucubración, Espinàs esperaría que una vez lanzado el anzuelo y fijada la caña, el artículo se manifestara siguiendo la lógica que lleva décadas practicando. Su método, personal e intransferible, le define: sus artículos se integran al latido del día a día y se adaptan a la respiración del azar y, por lo tanto, a un control relativo de la voluntad. Dicho de otra manera: el azar es el combustible pero el motor es la observación.
En un artículo sobre sus noventa años, Josep Maria Espinàs nunca diría que se hace los artículos encima porque le parecería una expresión estridente e imprecisa, pero probablemente insistiría en la relatividad de los aniversarios y en la perplejidad de darse cuenta de que, para la gente que te quiere o te admira, la longevidad merece ser debidamente subrayada. Y Espinàs no es mucho de subrayar. Más bien espera que un estímulo no programado muerda el anzuelo del oficio y le lleve a intuir que el presente ha picado y que eso le permitirá acabar su artículo. Después, cuando contempla el pescado que aún se mueve, Espinàs se sorprende de no haber adivinado ni la especie ni la medida y sonríe con la satisfacción de quien vuelve a su casa con el trabajo hecho (que, en realidad, no es un trabajo). Y por el camino, clopin-clopant, sigue alimentando una manera de pensar que ha logrado adaptar la capacidad de observación a toda una producción literaria que es al mismo tiempo producción vital. Pero cuidado: la concepción vital de Espinàs no incluye discursos ni énfasis trascendentes. Y si se declara presentista es precisamente para que no lo confundan con los que legítimamente viven instalados en un pasadismo que invita a la manipulación de la memoria o a la incontinencia nostálgica o en un futurismo que obliga a contemplar la vida con la distancia tecnológica de unos prismáticos. Cuando cumplió noventa años, mi madre, que fue la primera en recomendarme los artículos de Espinàs (sin saber que yo los despreciaría precisamente porque me los recomendaba ella), escribió un artículo titulado Noranta anys són massa. Si Josep Maria Espinàs tuviera que opinar sobre si los noventa años de Josep Maria Espinàs son demasiado, quizás empezaría a preguntarse qué sentido tiene preocuparse de si son demasiado o no cuando en realidad no dejarán de ser lo que son: noventa años.
La concepción vital de Josep Maria Espinàs no incluye discursos ni énfasis trascendentes