La defensa, una prioridad común
Aunque siempre se haya tratado la defensa como una mera pieza parte de la más amplia Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD), aparece hoy como una de las principales prioridades de la agenda europea. Las sucesivas iniciativas adoptadas en el 2016 por la UE y sus estados miembros han llevado la defensa al primer plano del debate político.
Es más, los líderes europeos se van a reunir en Roma el 25 de marzo para celebrar el 60 aniversario del Tratado de Roma en uno de los momentos más complicados y turbulentos de la historia de la Unión Europea, y en este contexto, la defensa aparece como un área clave para conseguir reavivar el proyecto europeo. Comparto totalmente esta ambición: ha llegado el momento de hacer de la defensa un asunto de puro interés europeo.
Seamos sinceros: nosotros, como europeos, no tenemos ninguna otra alternativa plausible que no sea la de unir nuestras fuerzas y actuar en el campo de la seguridad y de la defensa a través de un enfoque más europeísta que logre traspasar las barreras nacionales. Las crecientes amenazas en los países de nuestro entorno, el futuro de nuestras relaciones trasatlánticas y la revolución tecnológica que se está produciendo a nivel mundial deberían convencer incluso al más escéptico de que, en este momento, lo mejor que puede hacer Europa es trabajar más y mejor en pro de su propia seguridad.
Parece inevitable, políticamente hablando, que Europa tenga que adoptar un enfoque más cooperativo en el ámbito de la defensa. Por describirlo sin rodeos, el nuevo orden mundial, tarde o temprano, obligará a las naciones europeas a unirse y a actuar de forma colectiva si quieren seguir siendo capaces de proteger sus intereses y ciudadanos.
No obstante, las amenazas externas no son el único motivo para reforzar nuestra cooperación en materia de defensa. En realidad, hay muchas otras razones de índole más práctica que lo justifican. La primera y más importante es una razón presupuestaria.
Hoy en día, el mercado de la defensa en Europa continúa gravemente fragmentado. La elaboración y el gasto de los presupuestos se llevan cabo a escala nacional por los 28 ministerios de Defensa sin la coordinación adecuada. Esto supone un coste importante, y a menudo provoca duplicaciones innecesarias de esfuerzos y gastos, debido también a que cada Estado miembro tiende a cubrir el espectro completo de capacidades de defensa. Por este motivo, una mejor planificación, una mayor coordinación en las adquisiciones y una puesta en común y mejor distribución de capacidades pueden mejorar considerablemente el rendimiento del gasto militar, además de ahorrarle mucho dinero a los contribuyentes.
Las estimaciones (Munich Security Report 2017) sugieren que los gobiernos europeos podrían ahorrar hasta casi un tercio (!) de sus gastos en sistemas de defensa si optaran por coordinar sus inversiones. Estamos hablando de miles y miles de millones de euros que podrían ahorrarse o destinarse a otras inversiones más a largo plazo.
Además, el ahorro no es la única ventaja. Del enfoque más colaborativo en los gastos de defensa se derivan resultados igualmente importantes como la interoperabilidad. En comparación con EE.UU., las fuerzas armadas europeas gestionan demasiados tipos distintos de capacidades militares. En el 2016, por ejemplo, los estados miembros de la UE contaban con 20 tipos distintos de aviones de combate (en comparación con los seis de EE.UU.), 29 tipos de fragatas (cuatro en EE. UU.) y 20 tipos de vehículos blindados de combate (dos en los EE.UU.). Una mayor cooperación en la planificación, adquisición y uso de los sistemas optimizaría las capacidades en uso, mejorando considerablemente la interoperabilidad de las fuerzas armadas de los estados miembros.
En este sentido, aunar y compartir capacidades es la clave para garantizar que las fuerzas armadas europeas sean más eficaces, interoperables, y para que haya una inversión más eficiente del dinero de los contribuyentes y ciudadanos europeos.
Facilitar la cooperación e iniciar y gestionar proyectos de cooperación entre los estados miembros es justamente el objetivo de la Agencia Europea de Defensa (AED). Desde que se creó en el 2004, la agencia se ha convertido en el principal centro para la cooperación europea en materia de defensa, con conocimientos y una red de contactos y expertos inigualables. La experiencia nos ha demostrado que si los estados miembros encuentran la voluntad política suficiente para comprometerse a cooperar, la AED puede ser el lugar idóneo para hacerlo.
Hoy en día, en un momento en el que las líneas institucionales de la Unión Europea se vuelven cada vez más difusas cuando hablamos de seguridad interna y externa, debemos recordar sin embargo que los estados miembros, desde el principio, han considerado la AED como su herramienta y vehículo principal para avanzar en la cooperación en materia de defensa, y esto se debe, en parte, a que es en la propia AED donde los distintos gobiernos deciden cuáles son las prioridades en materia de capacidades y cómo gestionarlas. En este sentido, el eventual apoyo de la Comisión Europea mediante el recién adoptado Plan de Acción Europeo de la Defensa (European Defence Action Plan, EDAP), ha sido muy bien acogido.
La cooperación europea en materia de defensa se hace urgente y necesaria por las razones que he tratado de esbozar hasta aquí. No podemos permitirnos que esta cuestión se traslade al debate político o institucional sin que esté estrictamente centrado en el que es hoy nuestro principal objetivo común, a saber: reforzar la defensa europea. Para lograrlo, Europa necesita aprovechar al máximo las herramientas con las que cuenta y, sin lugar a dudas, la AED es una de ellas.
La Unión Europea se encuentra hoy en una encrucijada. Para mantener vivo el proyecto europeo se necesitan decisiones visionarias y acciones ambiciosas.
Una mayor cooperación en defensa en la UE no es sólo inevitable, sino también positiva para gobiernos y ciudadanos