Italia se rinde ante el laicismo
Los gais italianos siguen ganando derechos y la Iglesia es más flexible hasta con la eutanasia
En la católica Italia, el país de los papas, el laicismo está derribando las últimas barreras, algunas de las cuales parecían infranqueables hasta hace pocos años. Lo que los partidos políticos y el Parlamento, por las presiones del lobby católico, no se atrevieron a hacer, lo están consiguiendo los tribunales. La jurisprudencia está poniendo cada vez más contra las cuerdas a los sectores católicos esencialistas que consideran que algunos valores, pilares de su fe, tienen tal dimensión ética que el Estado, con sus leyes, no puede conculcar. Son posturas difíciles de conciliar: creencias religiosas contra derechos civiles, dogmas morales contra libertades individuales.
La última victoria del laicismo ha sido la decisión de un tribunal de menores de Florencia de reconocer la paternidad de una pareja gay italiana que adoptó a dos niños en Gran Bretaña, donde viven, en el 2014. Esa adopción no hubiera sido posible, de entrada, en Italia, pero los jueces se ven forzados a admitirla cuando se ha hecho en el extranjero; de lo contrario se registraría un contrasentido y una absurda negación de derechos en Italia a menores de edad.
El fallo de Florencia sigue a otro reciente de Trento. En aquel caso, el tribunal de apelación de la ciudad norteña admitió la paternidad de los dos miembros de una pareja gay –no sólo la del padre biológico– que tuvieron gemelos gracias a una madre de alquiler, en Canadá. Ese fue otro tabú que cayó y que fue acogido como un gran triunfo en la comunidad homosexual. Hasta el año pasado, los gais y las lesbianas italianos no podían legalizar sus uniones, si bien estas no están equiparadas del todo a los matrimonios heterosexuales.
Hacía decenios que Italia no experimentaba cambios legales de tanto calado moral. El país vivió una revolución en los años setenta del siglo pasado, cuando, ante la dura oposición de la Iglesia y de partidos hegemónicos como la Democracia Cristiana, se aprobaron las leyes del divorcio y del aborto, sin que dos polémicos referéndums pudieran revocarlas.
Además de la apertura a los gais, se ha relajado la actitud ante la eutanasia y el divorcio asistido. La experiencia del famoso pinchadiscos Fabiano Antoniani, Fabo, ciego y parapléjico después de un accidente de tráfico, que decidió morir hace dos semanas en una clínica especializada en Suiza, es significativa. La Iglesia católica se mostró muy comprensiva, nada que ver con las encarnizadas batallas libradas en el pasado por los obispos italianos y por el propio Vaticano en situaciones parecidas. Ayer se celebró una vigilia de oración –no un funeral propiamente dicho– en una parroquia de Milán. Hasta Radio Vaticano se hizo eco de la ceremonia. Es obvio que el talante menos severo y más pragmático de Francisco ha influido en esta evolución.
En ciertos círculos católicos hay gran malestar por la tendencia general en Italia e inquietud por la timidez de la Iglesia. “Estamos muy preocupados porque ha habido una pésima aceleración, en los últimos dos años, de lo que en Italia llaman derechos civiles, pero que yo llamo derechos inciviles, porque se viola el derecho del niño a tener un padre y una madre”, declaró a La Vanguardia Massimo Gandolfini, neurocirujano y psiquiatra, organizador de dos grandes manifestaciones, los Family Day –en defensa de la familia tradicional– y presidente del comité “Defendamos a nuestros hijos”. “Italia, por desgracia, se está alineando con otros países de Europa y del mundo –agregó Gandolfini–. Tengo la sensación de que Italia está traicionando un poco su misión como gran faro de civilización y cultura, a expensas de ideologías que no tienen nada que ver con la tradición del pueblo italiano”.
–¿Cree que la Iglesia es demasiado blanda en su reacción ante estos cambios?
–Es verdad que en los últimos tiempos la Iglesia no ha hecho sentir de manera fuerte su voz sobre los llamados principios no negociables. Esto hace que sean los laicos los que, con una conciencia recta y bien formada, entren en el debate político cada día para mantener altos estos valores. Esta acción social y cultural ha de empujar a los pastores a ser más comprometidos, a tener menos miedo ante el clima mundano que se está difundiendo.
“Traicionamos nuestra misión como gran faro de civilización”, opina Massimo Gandolfini