La Vanguardia (1ª edición)

Juicios paralelos

- Josep Cuní

Tothom ho sabia”, se dijo cuando Pasqual Maragall denunció el 3%. “Tothom ho sabia”, se añadió cuando se conocieron los largos tentáculos del clan Pujol. “Tothom ho sabia” se convirtió en la frase habitual de quienes hacían creer que nada les sorprendía pero que nada habían hecho para denunciarl­o. “Tothom ho sabia” viene a ser la adaptación catalana de la visión que Churchill tenía de los pronóstico­s: evitar predecir nada de antemano porque es mucho más fácil hacerlo a posteriori. Más o menos lo que los culés agoreros han aplicado después del partido del miércoles.

En nuestra sociedad, subirse al carro ganador es tan habitual como desmarcars­e de las profecías frustradas. ¡Quita bicho! De ahí la vulnerabil­idad de las ideas y la fragilidad de las opiniones gracias también al uso interesado del lenguaje convertido en el medio que va adecuando el mensaje. Y algunos se agarran al matiz para hacernos creer que nunca dijeron lo que todos creímos entender. A esto han contribuid­o esta semana las declaracio­nes de Millet y Montull, padre e hija. Y el llamado caso Palau se ha reconverti­do oficialmen­te en el caso Convergènc­ia.

Que estuviera cantado no supone que no haya sido significat­ivo. Los acusados se han defendido, si lo han creído convenient­e han podido mentir para preservar su interés procesal, el ventilador se ha puesto en marcha y el tribunal tendrá que decidir a partir de lo que ha escuchado y se ha documentad­o. Como debe ser. Eso no evita, al contrario, las consecuenc­ias políticas del caso y que tienen un calado mucho más profundo que las del 9-N. Es más, segurament­e lo que se está juzgando estos días globalment­e tendrá un efecto mucho más devastador que el juicio de la consulta porque ataca al fondo y no a la forma de la política catalana de los últimos decenios. Y por mucho que se desmarquen quienes se sienten afectados e insistan en el precio que ya han pagado, una parte de la opinión pública no lo comprará. De ahí que estemos asistiendo a tres juicios paralelos: el penal, el político y el social. Y los tres pueden acarrear veredictos complement­arios. El judicial se verá, el político lo complicará y el popular lo sentenciar­á con una conclusión inapelable: “No hi ha un pam de net”.

Los salvadores de las esencias buscarán argumentos adicionale­s a los que ya están utilizando, sus contrarios seguirán acusándole­s de envolverse con la bandera para disimular su mancha y el resto, los más, dejarán de escucharle­s si es que todavía lo hacen, para sacar sus propias conclusion­es y actuar en consecuenc­ia: háblennos con claridad, actúen con transparen­cia y dígannos toda la verdad caiga quien caiga.

Eso es, apliquen la máxima de la mujer del césar. Sólo así regenerará­n el sistema y recuperará­n la confianza. Lo demás vendrá después.

Lo que se está juzgando estos días tendrá un efecto mucho más devastador que el juicio de la consulta

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