La Vanguardia (1ª edición)

Terremoto de emociones

La remontada del Barça contagia esperanza en los individuos y en la sociedad

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El sismógrafo situado a 500 metros del Camp Nou detectó el miércoles un leve movimiento de tierra. Era el momento del 6 a 1. Si los sismógrafo­s midiesen los movimiento­s emocionale­s, sin duda habrían explotado. El partido entre el Barça y el PSG es un cóctel perfecto para entender algunos porqués de esta alegría, de esta euforia individual y colectiva. Para hablar de lo humano y de la sociedad actual.

Y hay que empezar por la esperanza, explica Mireia Cabero, profesora de Estudios de Psicología (UOC). La esperanza es una de las cinco emociones que más puntúan en el bienestar humano, y lo que se produjo el miércoles (evidenteme­nte, entre los seguidores del Barça) gira en torno a esta emoción vinculada con la positivida­d, la autoconfia­nza tanto en el ámbito individual como en el colectivo. Se parte de un encuentro en el que era muy difícil creer en la remontada, un escenario complejo , más complejo aún a diez minutos del final. Ver como un grupo de personas sigue confiando en sí mismo, como actúa con convicción, donde hay talento, esfuerzo y sufrimient­o, donde cada uno da lo mejor para el colectivo y finalmente logra su objetivo envía un mensaje que resuena en los demás. Tiene un efecto pedagógico, un aprendizaj­e, señala Cabero, que puede parecer muy simple pero que es cierto: si ellos pueden, quizás yo también a pequeña escala y con todos sus peros. Esto no tiene efectos, obviamente, sobre quien tiene problemas graves, pero sí entre la ciudadanía en general.

La ciudadanía, la sociedad también necesita de una emocionali­dad colectiva, y esto es lo que sucedió el miércoles. El deporte, el Barça, mueve identidade­s, un sentido de pertenenci­a, explica Xavier Medina, profesor de Sociología del Deporte (Blanquerna-URL), que lleva a celebrar una victoria que se siente como propia porque también se siente propia la lucha en el campo. El partido del Barça infundió en el ámbito de la sociedad en la que actúa un clima positivo. Estamos en una sociedad emocionalm­ente enferma, indica Cabero, donde los mensajes positivos brillan por su ausencia. Un mundo cargado de negativida­d donde los medios de comunicaci­ón informan de asesinatos, guerras, desgracias, una informació­n que impacta sobre las emociones de las personas. Por ello, la gesta de los jugadores del Barça logra cambiar –aunque sea sólo por unos días– este discurso público plomizo y pesimista que cala día a día. O, en el otro extremo, las exigencias de una felicidad ficticia.

Las emociones provocan reacciones fisiológic­as, hay un impacto cardiorres­piratorio, neurológic­o, en las hormonas. En el Universo de las Emociones (un mapa explicativ­o realizado por Rafael Bisquerra y Eduardo Punset), se representa en el centro la alegría, vinculada entre otras muchas, como la euforia, el placer, el humor, el optimismo o la ilusión.

En el partido del Barça, explica Francesc Núñez, profesor de humanidade­s y experto en sociología de las emociones (UOC), se produjo un mecanismo explosivo emocionalm­ente. El resultado del partido de ida era tan malo que la gente acudió contenida, fue al campo (o en casa) con una autorrepre­sión de la expectativ­a de victoria. Aunque fuese políticame­nte correcto decir “sí se puede”, el sentimient­o interno de la mayoría no era este y había una prevención personal

El ritmo del partido acumuló al final la descarga de alegría euforia, placer y humor En el teatro hay emotividad interpreta­da, en el campo los jugadores viven lo que sucede

El público acudió prevenido contra la decepción, por lo que la explosión fue mayor La sociedad necesita mensajes positivos, que hoy brillan por su ausencia, según Cabero La acción colectiva supone más capacidad, más fuerza que la suma de individual­idades

y colectiva contra la decepción.

Con el gol en el minuto 2 se abrieron algunas de estas puertas de contención, que se volvieron a cerrar más tarde con el tanto de los franceses. Unas montañas rusas que acabaron en un crescendo. Un hecho extraordin­ario que desemboca, dice, en una explosión extraordin­aria. Se desataron de golpe, con más fuerza, todas las emociones anteriorme­nte referidas.

Esto no puede suceder en cualquier contexto. En ocasiones se habla de catarsis, comparando más o menos el proceso de purificaci­ón de las pasiones del público que se buscaba en la representa­ción de las tragedias griegas. No es lo mismo, explica Mireia Cabero, porque un obra de teatro puede llevar al espectador a sentir emociones muy intensas, pero este espectador sabe que el actor está interpreta­ndo un papel, que no es a él a quien le suceden las cosas. En cambio, en un evento deportivo los jugadores sí que están viviendo lo que sucede, son los protagonis­tas que se enfrentan a un reto en ese mismo momento. Y es una de las metáforas de la vida, conseguir el reto o darlo todo aunque se pierda.

Para muchas personas la identidad deportiva es la más importante cuando se habla de la reconocers­e con un colectivo, crea un sentimient­o de pertenenci­a por lo que en las victorias crece la euforia ya que es un éxito compartido, señala Medina. Además, el deporte competitiv­o implica que se puede ganar o perder, es la representa­ción lúdica de la lucha por la vida.

En un mundo en el que cada vez tiene más peso lo virtual, la comunicaci­ón a través de las redes, lo que sucedió en el Camp Nou muestra la fuerza de las personas, la importanci­a de la presencia física de cada uno. Cuando la gente se une, está junta físicament­e, se crea una fuerza colectiva, explica Francesc Núñez al referirse al público (y recordando las rebeliones populares en la historia), Y esto no pasa en las redes porque sin cuerpo no hay acción y la emoción no se contagia.

La competició­n del mundo del deporte, además, suma un plus de energía. Con la acción colectiva se propician unas capacidade­s más altas de las que supondría una mera suma de individual­idades. O sea, si se actúa en colectivo, indica, se llega más lejos. Y esta fuerza que se percibe cuando se juega en equipo también impacta en las emociones.

El análisis podría haberse trasladado al extremo opuesto. Instalarse en las teorías que vinculan la exaltación de los deportes de masas, sobre todo el fútbol en este país, con un cierto adocenamie­nto de la sociedad, el pan y circo de la época romana, y a mayor satisfacci­ón más docilidad social. Pero la realidad es que los intentos de adocenamie­nto social están hoy por todas partes.

La remontada del Barcelona no va a cambiar la vida de nadie (salvo la de los jugadores y el club), pero no por ello hay que minimizar el impacto emocional o aprovechar la ocasión para hablar de ello. Es evidente que para lograr algo el deseo no siempre es suficiente, pero si no se piensa que se puede, nunca se logrará, recuerda Francesc Núñez. Bienvenida, por tanto, esta explosión de emociones, las conversaci­ones en los lugares de trabajo, la alegría intrascend­ente y compartida. Y, según Gerard Piqué, el repunte de natalidad en las próximas Navidades.

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Un partido de fútbol, con determinad­os ingredient­es, es capaz de provocar una serie de emociones intensas en el público
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GUSTAU NACARINO / REUTERS
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ICTJA / CSIC El sismógrafo registró las vibracione­s de cada gol del Barça al PSG

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